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Por Berenice Aguilar

Puebla, México, 18 de agosto de 2020 [00: 40 GMT-5] (Neotraba)

Poeta y prosista español. Fusilado un día como hoy de 1936 en Granada, España, por autoridades franquistas. Sus restos extraviados acrecientan el misterio de uno de los poetas españoles más brillantes del siglo XX. Adepto a las artes y humanidades entabló relaciones con grandes artistas, entre ellos Salvador Dalí. Perteneció a la denominada generación del 27 , junto con Luis Cernuda, Jorge Guillen, Rafael Alberti, Dámaso Alonso…

Autor de obras como: Bodas de sangre (1933), Romancero gitano y Poeta en New York (1931), Yerma (1934), La casa de Bernarda Alba (1945), por mencionar algunas.

Hoy me gustaría intercambiar una nota informativa por una lectura muy particular de García Lorca a través de la peculiar mirada de María Zambrano —filosofa española. De tal forma recordar y homenajear al poeta granadino.

***

Federico García Lorca ante María Zambrano

En 1937 María Zambrano publicará una “Antología poética de Federico García Lorca” —selección de poemas y el prólogo realizado de la misma— un año posterior a la muerte de García Lorca. La antología poética es significativa por dos razones: en primer lugar por la selección de poemas que hace la filósofa, demostrando el lado vanguardista de Lorca. En segundo lugar, por el prólogo realizado, en el cual expone la condición del poeta del pueblo que hay en Lorca, así como de la poesía en general.

Portada de La Antología Poética de Federico García Lorca

La poesía lorquiana es un regreso a la sangre y a la muerte cuando lo necesitaban su poesía y el pueblo español. Su precedente está en la filosofía machadiana de su comunidad. La cultura de Lorca es la cultura poética andaluza, la falta de premeditación que brota “de las entrañas más hondas del pueblo”.

Reunir y escribir el prólogo de la antología “se trataba —para Zambrano— de contribuir al mantenimiento de la memoria del poeta asesinado, pero también de restituir al auténtico Lorca, al del canto hondo, oscuro y luminoso a la vez, más allá de folklores y andalucismos de cartón piedra donde en ocasiones se le había colocado, el canto que fue también el del pueblo -andaluz y universal- al que Lorca daría voz y ahora, como él, estaba siendo sacrificado.” [1] Se trataba de resistir la fuerza de la historia apócrifa, sobre la que luego tanto hablaría Zambrano,y evitar así hacer morir más a los muertos[2].

Además de destacar y rescatar la cultura española por medio de dicha antología Zambrano compartirá con el poeta granadino la conciencia de la muerte y una determinada mirada sobre el mundo, dos temas esenciales en la obra lorquiana que la filósofa española logra examinar.

El prólogo refleja el tema de la muerte desde su dimensión metafísica: “la muerte como la expresión y la guardiana del misterio, pero también desde su condición apócrifa.” Es posible reconocer que la dimensión metafísica la encontramos en la “muerte concreta, la muerte del poeta, muerte vulnerada, muerte apócrifa. El asesinato del poeta queda convertido, pues, como en tantos textos de la época, en símbolo del asesinato de España”. [3] 

La mirada que ambos escritores compartirán es de misericordia por su aceptación para saber tratar con lo otro, con lo extraño, donde todos los seres dejen de ser excluidos de cualquier discurso dominante. Miran hacia lo pequeño y lo insignificante: María Zambrano y García Lorca coinciden en esta forma particular de mirar.

“Esta mirada a lo pequeño e insignificante puede decirse que es también la de <<la razón poética>>, la cual busca dar voz, entre otros, a la mujer, el loco o el enfermo, o sea, a esos seres excluidos de las categorías de la cultura, mantenidos en la penumbra que las luces de la razón no quisieron nunca iluminar, condenados a no-ser. Insignificantes y pequeños para la dimensión simbólica del poder” [4].

Salvador Dalí y Federico García Lorca. Colección Fundación Federico García Lorca

Zambrano reconoció en la obra poética lorquiana del ciclo neoyorquino aquello que tanto se cuestionaba: el descenso a los infiernos, su padecimiento reflejado en los poemas de Lorca. Con el tiempo nuestra filósofa española destacará la profunda relación que se establece a través del texto entre el descenso a los ínferos lorquianos y el Orfismo. Para María Zambrano la figura de Orfeo, mediadora del descenso y del ascenso a la luz, tenía un papel fundamental para el descenso a los ínferos, por lo tanto el poema Infancia y muerte de García Lorca le era muy cercano y primordial. Al respecto, Trueba Mira afirma que: “entendemos la proximidad de Zambrano al descenso que practica Lorca en el poema <<Infancia y muerte>> en busca de su propia infancia, trágico descenso que, sin embargo, encuentra su último sentido a juicio de Zambrano en los versos del poema <<Gacela de la huida>> del libro Diván de Tamarit (1936)”:

Cómo me pierdo en el corazón de algunos niños

Me he perdido muchas veces por el mar.

Ignorante del agua,

Voy buscando

Una muerte de luz que me consuma.”[5]

Lorca representó para Zambrano el poeta del pueblo y de la sangre, además de una de las tantas figuras que podrán descender a los ínferos del alma buscando, develando, sufriendo y padeciendo.


[1]Rubio, F. (2017). María Zambrano y la república de los poetas. Recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/obra/maria-zambrano-y-la-republica-de-los-poetas-849820/

[2]Trueba Mira, V. (2015). Una muerte de luz que me consuma. María Zambrano en el espejo de García Lorca. Recuperado de https://journals.openedition.org/bulletinhispanique/1610

[3] Trueba Mira, V. (2015). Una muerte de luz que me consuma. María Zambrano en el espejo de García Lorca. Recuperado de https://journals.openedition.org/bulletinhispanique/1610

[4] Trueba Mira, V. (2015). Una muerte de luz que me consuma. María Zambrano en el espejo de García Lorca. Recuperado de https://journals.openedition.org/bulletinhispanique/1610

[5] Rubio, F. (2017). María Zambrano y la república de los poetas. Recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/obra/maria-zambrano-y-la-republica-de-los-poetas-849820/

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