Volando al Infinito: Cosmonauta
Por Óscar Alarcón.
Creo que todos los niños deberían tener una mascota. Mi madre nunca me dejó tener una de pequeño. Una vez, en un pueblo, quise poner en práctica mis dotes de encantador de perros. Ya saben, una de esas fiestas en las que sirven mole de guajolote y los niños juegan futbol. Pues ahí estaba yo queriendo dominar con la mirada a un perro que le decían “Marigüano”, tal vez en el nombre ya presagiaba lo que vendría. Pero yo tendría unos 9 años y en ese entonces no sabía nada de quemarle las patas a Judas.
El Marigüano estaba echado tranquilamente, me le acerqué y lo observé fijamente a los ojos. Había visto muchas películas de karate y gracias a éstas creía que era muy fácil dominar a un perro con una mirada. En ese entonces no sabía nada sobre el contacto visual, ni miradas retadoras, deberían de pasar algunos años más para que por primera vez una mujer me mirara con desprecio. Así que el Marigüano no perdió su oportunidad y se abalanzó sobre mí al sentir que mi mirada era un desafío: aceptó. Alcancé a dar varios pasos hacia atrás, corriendo. Por fortuna uno de mis tíos, que había estado viendo toda mi faena. Fue la primera vez que me libré de una mordida.
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El martes 27 de marzo presenté el libro Cosmonauta de Daniel Espartaco en la Biblioteca Central de la BUAP. La presentación se convirtió en una plática, Daniel habló de su infancia, del por qué es ateo y cómo lidió con esto en sus años de escuela, de cómo creció en un INFONAVIT, pues en su cuento “África” describe con precisión cómo era, tal vez sigue siendo, la vida en un lugar lleno de amas de casa que no trabajaban por la tarde y no hacían otra cosa más que ver la televisión, criticar a las vecinas y leer revistas del corazón (¿les suena familiar?).
Espartaco recordó cómo creció en una familia que simpatizaba con el socialismo, que veía en la utopía la solución más viable a todos los problemas de la época.
El libro, ganador del premio nacional de cuento Agustín Yáñez en 2009, se mueve entre los recuerdos y la poderosa posibilidad que nos da el “si la URSS no hubiera desaparecido…”, pero ni siquiera como una posibilidad en la que el capitalismo yanqui desaparezca para darle paso a otro imperio como sería la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, sino que nos abre los ojos a darnos cuenta de que en el siglo XXI hace falta un antagonista gigante para el monstruo gringo.
Se puede pensar que los seis cuentos que integran Cosmonauta, son una apología al extinto socialismo. Nada más falso. Son el recuento de una generación, que está entre los 28 y los 38 años, que vio pasar al cometa Halley, que creció mientras aún se desataba la carrera por la conquista del espacio, una generación que recuerda los logros de los rusos en las olimpiadas.
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La Semana Santa en Puebla nos ofrece un festival de música antigua llamado Pasión, y aunque hay muchas críticas sobre la calidad de los trabajos a presentarse este año, se llevarán a cabo algunos conciertos que llaman la atención como el Ensamble Bach en el aire, Barroco Alemán, y el de Marcelo Vidal que presentará la Música de las Misiones Jesuitas del Valle Central de Chile. Reconozco que esta vez habrá que entrar a las iglesias.
Para finalizar, retomo lo que Magali Tercero escribió en las redes sociales “¿Por qué maniatar y asesinar a un anciano de 80 años? ¿No bastaba con despojarlo y ya? México se está pudriendo. Descanse en paz el poeta y traductor de poesía italiana Guillermo Fernández (1932-2012).”
