Una ventana inmensa: Estefanía Licea
Poemas de la autora de los libros Este es el manicomio de Dios, Marianela, La muerte de las magnolias y que ahora se publican en la sección que coordina Manuel Parra Aguilar.
Poemas de la autora de los libros Este es el manicomio de Dios, Marianela, La muerte de las magnolias y que ahora se publican en la sección que coordina Manuel Parra Aguilar.
Por Estefanía Licea
Estado de México, 11 de julio de 2024 (Neotraba)
La jaula siempre ha estado abierta
le doy la espalda
Por los barrotes de la otra esquina miro al sol
imagino que vuelo
que soy el aire que azota las ramas contra el ventanal
Canto en 7 notas
pienso en mi abuelo
muerto sobre el sofá que nadie mira
La jaula está abierta
la puertita rechina gritándome al oído
deberías volar
pero no vuelo
¿De qué le sirven al viento mis alas rotas?
un trino cae
despacio
hasta reventarse contra el suelo
sexo bañado en humedad ajena
Las bragas sobre el piso
la camisa arremangada
dejando ver sus tiernos capullitos
Marianela espera
Nauseabundos peces atraviesan las grietas de su cuerpo
Marianela los deja nadar
no quiere gemir
no los mira
Ella no pidió ninguna de esas manos
no desea ninguno de esos rostros
(pero su cuerpo es de esas manos y de esos rostros)
su piel es un caramelo para sus bocas
Marianela contempla en silencio la pared de enfrente
silueta apenas viva devorada por gigantes
los peces nadan por sus muslos
Y ella aguarda con su sexo tibio a otro fantasma
pareces un crío más que un hombre;
ayer fuiste un monstruo, hoy eres mi padre.
me reconozco en tus ojos
y en tu voz que sin llamarme me dan nombre.
tus huesos son de un fino polvo que inhalaste a los pies de mi cuna,
querías ser un ave volando en un cielo de ácido
(si quieres te enseño a andar sin quebrarte).
hace tiempo que dejé de buscarte en las equinas;
pero mis pies te dejaban siempre sobras de miga;
me gustaba creer que volvías para enseñarme a montar la bicicleta.
si te dijera que te odio te estaría mintiendo;
pero fui arrancada de tu sangre por tus manos.
tengo los ojos del color de tu llanto.
perdimos los recuerdos de la infancia;
sobre ellos hoy bailan descalzos los muertos.
mi nacimiento fue borrado de tu memoria con aguardiente y con alcohol barato;
preferiste las cantinas que llegar a tiempo a mis cumpleaños.
las lunas de octubre siempre son las más bellas,
bajo ellas siembro geranios para tu cuerpo.
¡que te implore la noche, fantasma en cautiverio!
eres una tumba de adioses perpetuos,
esperanzas que levanté del suelo de tu casa.
mis brazos buscaron anclarte a la tierra,
que a pedazos te reclama.
eres una tumba sin techo, una cruz sin amarras.
mañana todos habrán olvidado tu nombre,
mañana serás un quejido
que se pudre en la garganta de Dios
*Del libro: Este es el manicomio de Dios, Marianela
Poco sé de medicina
tengo el pulso de un maraquero
los ojos medios ciegos
y a veces se me confunden la derecha y la izquierda
Si tuviese que abrirme el pecho
tendría miedo de reconocer
que debajo de las costillas
no me germina ninguna flor exótica
La última vez que miré mi propia sangre
lloré y maldije la propia sangre
como quien llora y maldice un nido vacío
–Un útero inservible–
Desconozco el color de mis huesos
muchas veces mi cuerpo se confunde con una hecatombe
cargo conmigo una larga lista
que se alimenta de daños y pérdidas
Si tuviese que nombrar las partes que me han sido extirpadas
empezaría por las amígdalas a los 9
y terminaría 11 muertos después
El día en que haya que diseccionar mi cuerpo
no miraré
nada podrá quedar en mí que me sorprenda
salvo la dicha de saberme por fin un muerto
** Del libro: la muerte de las magnolias
Mi abuela se extirpó todos los dientes a los 35 años
decía que el dolor del parto le hizo doler también la boca;
siete partos tuvo en total, siete hijos.
y una cría que le dejaron morir en la oscuridad de su vientre.
Después de que la criatura bebiera todo el líquido amniótico
–por tres días y tres noches–
terminó por beber su propia muerte: solo, sin nombre ni bautizo
ni nadie que le rezara a su fantasma.
La matriz de mi abuela se murió también
y en su sonrisa sobrevivieron por 53 años más
dos filas ficticias de porcelana blanca
que no supieron jamás
la dicha de reír a carcajadas.
cuando todo pecado era una mezcla de miedo al infierno e imaginación infantil
cuando el miedo más grande en mi vida era estar en el salón con la niña que me hacía llorar en los recreos
Malena decía que yo era pobre, porque sólo tenía un par de zapatos
Ya no recuerdo el sabor de la comida improvisada de mi vieja
su pobreza era distinta a la mía
su pobreza era una alacena vacía
y un alma seca que venía cargando a cuestas desde hace muchos años
Ya no recuerdo el último invierno en que fuimos niños de verdad:
con sueños de verdad, raspones de verdad y lágrimas de mentiras
no recuerdo lo que se siente temer a Dios
ni lo que es una mesa sin sillas vacías
Ahora la pobreza de mi abuela y la mía ya no son tan distintas.
Estefanía Licea. Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales en la UAEMex. Ganadora de los premios “Diaguita de Oro” en Literatura, Chilecito, la Rioja, Argentina (2018); “Mujer destacada en la Cultura” la Plata, Argentina (2019); “La Huella que dejó tu violencia” Poesía Feminista, el Tabo Chile (2020); Premio Municipal de Literatura “Toluca llena de vida” (2023). Ha participado en más de una veintena de antologías de literatura. Libros: Este es el manicomio de Dios, Marianela, La muerte de las magnolias.