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Ciudad de México, 22 de febrero de 2024 (Neotraba)

ANOTADO CON GISES DE SAL
EN UNA BARRA DE HIELO


Sin ánimo para contradecir la verdad de la mantequilla en la
calva de un notario y la humildad del dinero en el cacharro de un
mendigo. 



Los patíbulos de mi pensamiento cambian su mobiliario de
cuchillas y maderos para erigirse en una flamante y perfumada
barbería.



El diente de oro de una calavera en un pedregal del desierto, las
confusiones de los clavos de olor incrustados en una lengua de
cerdo y las preguntas a quemarropa en los velorios en torno de las
bajas pasiones del difunto. Sobre esos tres enclaves fidelísimos,
he dispuesto las estacas de hierro para levantar mi tienda de
campaña a mitad del estrecho de Bering.  



Al interior de mi credo en materia de globos aerostáticos,
persiste una guerra civil promovida por dos bandos que cierta
noche estival –al aire libre y con iluminación de lámparas de
aceite– tocaron a cuatro manos un concierto de Mozart con
notorios excesos emocionales de jazmín amonestando a la oruga.







A partir de hoy seré escéptico de la contundencia de la espuma del
jabón y de la zalamería de los bosques de pinos.



También me asumo neoplatónico, con cierta moderación,
especialmente cuando predico ante jilgueros de ciudad, caballos
de carrusel y ojos de vidrio. 



Ayer mi ilusión mayor era volarme los sesos –en una cumbre
nevada y con una puesta de sol– para disfrute de los carroñeros y
de la academia de bellas artes. Hoy se me antoja un barquillo con helado
de coco y fresa mientras rememoro aquellos días de leer El
Anticristo, con fiebre y asco, sentado en una banca de piedra frente
a un pantano de garzas y nenúfares.



Antes de partir a la niebla amarga, rezo a la cordura de un frasco
de veneno. Después de entrar por la puerta trasera del prostíbulo,
me declaro ciudadano de la medianoche y del amor inconstante
más acá de las revelaciones y de los malos consejos de la niebla.



¿Por qué tardan más las buenas noticias que las malas? Yo, que
vengo de allá arriba, podría dar un testimonio hasta cierto punto
confiable. Pero antes, debo decir con extrema urgencia que se ha
cuarteado la cortina de la presa y que no tarda en descender el
torrente con el pensamiento maligno de inundar –hasta la cruz de
la torre– el pueblo completo.



Nos irritan los hipócritas cuando los escuchamos halagar los
rosales y las hortensias del jardín del vecino. El deseo de correr y
desenmascararlos en el acto se apodera de nuestra voluntad por un
momento. Afortunadamente, la sensatez del buen juicio congela
nuestra pasión y nos estimula a contratar –a la brevedad posible–,
los servicios de un buen jardinero.

 

Me recrimino con alfileres al rojo blanco en la lengua y en los
ojos, el momento lunático en el que decidí buscar al amor
platónico de mi infancia. Hace poco más de tres décadas, allá
quedaron –en un tiempo de albahaca y de loro en un zaguán– ese
cuello y esa nariz de aires bizantinos que me hicieron confesar,
frente a los muros y la lluvia, la verdad de un verdadero amor que
nunca mereció un tête à tête en el aire de este mundo, saturado de
un maniático presente que acepta de mala gana el cortejo con las
aparecidas. 

                   

Arrepentirse está a la baja. A riesgo de un linchamiento público,
el instinto de conservación recomienda un arrepentimiento
gradual, gota a gota, de manera casi imperceptible. Las plantas
trepadoras crecen con el mismo impulso, simulan que cambian de
dirección y, pasada una noche, han escalado la tapia o el tronco
unos cuantos centímetros hacia un rumbo imprevisto y de
disimulada conveniencia.

Ernesto Lumbreras

Ernesto Lumbreras (Ahualulco de Mercado, 1966). Entre sus libros recientes de poesía se encuentran: Numerosas bandas y Tablas de restar. En 1992 se hizo acreedor del Premio Poesía Aguascalientes por su libro Espuela para demorar el viaje. En el rubro del ensayo publicó Oro líquido en cuenco de obsidiana. Oaxaca en la obra de Malcolm Lowry y La mano siniestra de J.C. Orozco. En 2020 obtuvo el Premio Mazatlán por Un acueducto infinitesimal. Ramón López Velarde en la Ciudad de México 1912-1921 (2019) y al año siguiente el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde. En 2021 aparecieron dos nuevas colecciones de ensayos: El vidente amateur. Nociones elementales sobre la materia poética y De la inminente catástrofe. Seis pintores mexicanos y un fotógrafo de Colombia. En 2022 publicó la colección de relatos Ábaco de granizo y Un relámpago bermejo. El Limbo de Dante en el Teatro Degollado. Fotografía de Rafael del Río.


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