Soy de dos amores…
La película Ya no estoy aquí tiene un antecedente en la novela Indio borrado de Luis Felipe Lomelí: un personaje marginal aparece en ambas, puede ser el Güero o Ulises. Tenemos que aprender a observar pero no demasiado.
La película Ya no estoy aquí tiene un antecedente en la novela Indio borrado de Luis Felipe Lomelí: un personaje marginal aparece en ambas, puede ser el Güero o Ulises. Tenemos que aprender a observar pero no demasiado.
Por Adriana Barba
Monterrey, Nuevo León, 2 de octubre de 2020 [00:01 GMT-5] (Neotraba)
“Que no debo tener más de un amor,
dicen que soy un candidato del infierno que lo decida Dios
que fue el que permitió esto que siento aquí en el alma y nadie más”
Cardenales de Nuevo León, Mi cómplice.
Ya no estoy aquí, película de Fernando Frías de la Parra se llevó 10 de los 13 premios Ariel 2020.
La historia de Ulises –un joven que tiene que dejar su terruño por un malentendido con un cartel– me llevó a recordar momentos que viví en mi época de estudiante universitaria.
Fue amor a primera escena del Netflix. Me bastaron unos minutos para quedar enganchada con el joven de los Terkos.
20 años antes de ver en Netflix a Ulises yo ya lo conocía: lo veía diario bajar las escaleras hasta llegar a Río Nazas. Lo observaba con respeto, a los Ulises de la zona no les gusta nada que te les quedes viendo fijamente. Mi experiencia como viajera del ruta República y Sierra Ventana –cuando el camión se tardaba más de 40 minutos en pasar– me dieron la experiencia necesaria para llegar sana y salva a la Facultad de Ciencias de la Comunicación, muy cerquita de esos rumbos.
Yo que ni por error veo Netflix, desde que la vi publicada me emocioné. Creo que mis experiencias en la ruta de color verde me hicieron sentir una vaga cercanía con ellos: la música, la ropa, su vibra, su mirada, una mirada fija, que en muchas ocasiones sentí retadora pero ninguna que se resistiera a mi sonrisa de oreja a oreja, siempre atenta a cualquier movimiento en falso.
Los observaba a detalle: siempre la cartera sujeta de una leontina, muchas veces me imaginé jalando la cadena para después decir “¡Es broma!” Una broma que por supuesto me costaría la vida, pero usted sabe, en 40 minutos en un camión uno piensa de todo.
Todos conocemos los diferentes puntos de vista que desató la película y no me interesa hablar de eso, me quedo con la historia, con mi historia en el República cuando muchas veces el semáforo se ponía en rojo, volteaba a la izquierda y veía a Ulises bajar, encabronado, pateando cosas, echando bronca con quien se le atravesaba, yo agarraba con fuerza mi mochila rosa con mucho glitter, guardaba mi Nokia enorme en mi pantalón creyendo que era lo más valioso que me pudiera quitar. Y repetía muchas veces “que no se suba” “que no se suba…”
Siempre se subió. Varias veces al lado mío. Veinte años después me siento culpable por las veces que odié tener la necesidad de pasar por esas colonias, por tener miedo de ellos.
Solo estaban tratando de sobrevivir a su contexto, igual que nosotros, pero con cumbia rebajada.
Pero esperen, no me apena hablar de mis sentimientos…
Hace 6 años, el Güero me dejó sin dormir varias noches, varias semanas, varios años, hasta que di con él en la FIL de Guadalajara 2019. En el stand de Tusquets me reencontré con Indio Borrado de Luis Felipe Lomelí, novela que leí prestada y fue el error más grande: quise regresar a ella y me di cuenta de que no la tenía.
En 171 páginas se vive la vida del Güero, llena de violencia donde los problemas empezaban en su casa y eso me hizo empatizar con él, querer abrazarlo. Así como él normalizó la violencia, como el pan de cada día, yo sabía a los 17 años que en esas rutas –que me llevaban a la facultad– algún día me tocaría ser víctima de los robos violentos que veía casi a diario. Nunca me tocó. La suerte estuvo siempre de mi lado.
Los vi de cerca, los tuve a mi lado en el camión, a esos personajes olvidados, me enamoré de ambos: Ulises y el Güero casi invisibles en el mundo, pero nunca para mí.
“Monterrey está lleno de fantasmas. Es un arbusto rastrero con fantasmas luminosos. El Güero también ha pensado que es una telaraña. E imaginó que cientos de ellas iban tejiendo su baba en el desierto, lamiéndolo por encima del polvo, bordeando a los gigantes de las sierras para formar una ciudad que le llaman La Sultana del Norte”.
Indio Borrado de Luis Felipe Lomelí