Por José Luis Dávila.
Se abren los ojos. Es el sonido de un despertar al mundo que llama para salir y hacer frente a lo que sea que esté por venir.
Levantarse de la cama, estirarse. Estirar cada una de las partes del cuerpo. Andar descalzo y en pijama. Sentir cómo la luz del sol entra por las ventanas y ver el resplandor de las cosas bañadas por ese haz que anuncia otro comienzo más. Un comienzo cotidiano pero nuevo; un comienzo rutinario que en cualquier segundo puede dar un giro.
También se abren todos los demás sentidos. Aunque suene muy optimista, la vida se transpira en el sudor de cada persona que sale a correr por la mañana; la vida está en el crujir de los huesos de cada uno cuando se esfuerzan por subir las escaleras que los llevarán a su oficina, luego de que perdieran el elevador. La vida está en todas partes, nos rodea, nos abraza para que sintamos su fuerza.
Y la ciudad amanece. La ciudad resplandece. La ciudad sigue su horario. El anochecer no la limita. La vida inunda las calles a cualquier hora.
De esa vitalidad, de esa fuerza extraordinaria, es de lo que está construido Bodyparts, el reciente disco de Dragonette. La voz de Martina Sorbara junto con la música de Dan Kurtz y Joel Stouffer es una explosión de alegría por la vida.
Dragonette nos toma de las manos para hacernos bailar en una pista llena de luces parpadeantes, de neón y humo.
Su música es una fiesta que nos abarca completos al escucharla. Una fiesta que nos trasciende; que llena cada rincón de la casa que habitamos, y brota de las ventanas, se desplaza contagiando a los transeúntes, los une en un mismo canto, y sigue su camino.
Contamina a todos los que la escuchan con el gozo que es estar vivo; pone la sonrisas en el rostro de cada uno.