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Puebla, México, 5 de junio de 2024 (Neotraba)

Un lugar común en el cine hollywoodense de los noventa era presentar a personajes de aspecto rudo, aficionados al rock y al heavy metal, como individuos ñoños que se escondían bajo una coraza áspera para proteger una personalidad sensible, generalmente aporreada por un entorno hostil. Pensemos en Chazz, interpretado por Brendan Fraser, el músico rebelde y masculino, frontman de la banda The Lone Rangers (Los Llaneros Solitarios, otra broma) en la película Airheads o Cabezas Huecas, un clásico de las películas de rock. La trama, que solo podría funcionar en la década de los 90, gira en torno a un trío de rockeros alternativos que secuestra una estación de radio para que reproduzcan su demo. Llegado el momento de la confrontación, se revela que el rudo y peligroso Chazz en realidad se llama Chester y en la prepa era un gran nerd: presidente del club de ajedrez y aficionado a jugar Calabozos y Dragones.

La serie Stranger Things, que bebe de una tradición cinematográfica basada en la nostalgia de los últimos 40 años, presenta al personaje de Eddie Munson, otro joven aficionado al entonces incipiente thrash metal y que también está obsesionado con los juegos de rol y fantasía.

El pánico satánico de los años 80 fue una histeria masiva, mediática y controvertida que intentó evidenciar la maldad intrínseca de diversos productos de arte y entretenimiento. Desde bandas de heavy metal hasta videojuegos, series animadas y cómics de fantasía, que en mayor o menor medida podían manejar imaginería oculta, parafernalia misteriosa y desenvolverse entre castillos, calderas, hechiceros, demonios o dragones. Porque cualquier fantasía de heroicidad, en especial las más infantiles y trilladas, parten de estos arquetipos universales.

La intuición implícita tanto en la película como en la serie es, en la mayoría de los casos, acertada. Los metaleros son ñoños y suelen estar muy clavados con temas ocultos. Basta ver la cantidad de referencias, alusiones y temáticas que muchas bandas de metal emplean en sus nombres, letras, títulos de álbumes y portadas para deducir que detrás hay una serie de lecturas y aficiones culturales. Iron Maiden tiene en todos sus discos referencias a la historia, la mitología y la literatura. Los Misfits dedicaron la mayoría de sus canciones a las películas de terror y serie B que les fascinaban cuando eran jóvenes. Kiss, aunque en los 70 se dedicó a cantar sobre la parranda y el desenfreno, tuvo su cómic con Marvel y, en una estrategia de marketing, como todo lo que han hecho en su carrera, se extrajeron sangre para mezclarla con la tinta y que se vendiera mejor.

Casi siempre es común que los metaleros, los góticos, los punks y, en general, la gente de contracultura tenga algo interesante que decir, alguna opinión alternativa sobre la vida, alguna visión subversiva de la sociedad o del sistema de valores. Alguien que desde adolescente decidió pintarse las uñas de negro, hacerse perforaciones en la cara, usar playeras negras con estampados coloridos de bandas con sonidos oscuros, brutales, violentos y contestatarios; con botas, tatuajes, y el cabello muy largo, pintado o rapado de un lado, es alguien que en más de una ocasión ha despertado burlas e incluso sufrido discriminaciones, muy probablemente a manos de gente común. Encajar es bueno y saludable, sin duda necesario a nivel humano (por eso nos unimos en tribus y subculturas), pero hay quienes se obstinan tan rabiosamente en vivir dentro de su noción específica de normalidad, que perpetúan y hasta celebran la zafiedad, la vacuidad y la ausencia de todo pensamiento crítico.

Desde luego hay muchos intelectuales, artistas y gente pensante que miran con escepticismo y quizá hasta con compasión estas tendencias. Estoy dispuesto a aceptar que no todos los normales son unos idiotas. Pero sospecho que la mayoría lo son. En cambio, díganme: ¿Cuántos asesinos seriales y psicópatas metaleros ha habido? Bueno, de hecho sí los hay. Puedo pensar al menos en dos. Richard Ramírez, conocido como The Night Stalker, recorría las calles de Los Ángeles en su Camaro durante la década de los 80, escuchando a Iron Maiden y acechando a sus próximas víctimas. El otro, Óscar García Guzmán, conocido como El Monstruo de Toluca. Él tenía una particular afición al death metal y, antes de ser capturado, asistió al festival Hell & Heaven.

Pero estos casos me parecen más la excepción que la norma. Son las mentes débiles y desafortunadas que se creyeron el simulacro de la maldad. Un debate muy antiguo y que, a pesar de ser constantemente zanjado, los conservadores y lunáticos religiosos no consiguen dejar en paz es la pregunta: ¿la ficción violenta hace gente violenta? La respuesta correcta más simple y concisa es: no. Stephen King, el Santo Patrono del terror, del horror y de la fantasía oscura, explica en su libro Danza Macabra, una exploración ensayística sobre estos temas:

La historia de horror, bajo sus colmillos y peluca espeluznante, es realmente tan conservadora como un republicano de Illinois en un traje de tres piezas. Su propósito principal es reafirmar las virtudes de la norma mostrándonos lo horribles que suelen ser las cosas que le suceden a la gente que se aventura en las tierras del tabú. Dentro del esquema de la mayoría de los cuentos de terror encontramos un Código moral tan fuerte que haría a un puritano llorar.

Existe, por otro lado, todo un sector de fanáticos de la oscuridad. Son los que afirman que para ser metalero debes tener el cabello largo y vestirte de negro. Son los que te dicen qué bandas son realmente de calidad y cuáles son una basura. El término “posser” es arrojado entre estos fundamentalistas ortodoxos que, sin advertirlo, replican el modelo de las escuelas católicas de las que son prófugos, queriendo implementar una sola filosofía de vida, un código de vestimenta y un modelo formulaico incuestionable para hacer lo que según ellos es buena o mala música. La apariencia de la maldad es probablemente un estatuto tan necesario como garante de que seguirán protegidos bajo el disfraz. Pero, así como hay psicópatas disfrazados de alternativos, hay gente pensante que ha trascendido la imagen superficial para desenvolverse entre las grises aguas de la normalidad luciendo como uno de ellos.


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