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Por Ameyallí

Ciudad de México, 16 de septiembre de 2021 [00:01 GMT-5] (Neotraba)

Archipiélagos de posibilidades

Ciudad de México, 2 de noviembre de 2021

Amelia:

Estoy de luto, he hurgado entre tus recuerdos para encontrar un poco de ti. Me dejé llevar por la nostalgia y aquí estoy, recogiendo rastros y poniéndote un altar. Reuní algunas de nuestras cartas y también tomé tus diarios. Encontré uno pequeño en el que escribías de niña sobre tus penas y uno casi nuevo, donde registraste algunos pasajes importantes de tu vida durante la pandemia. ¡Qué feliz lograste ser este tiempo! ¿Quién lo hubiera imaginado? En un tiempo de quejas sin fin por la falta de contacto, tú encontraste la paz y la libertad que anhelaste desde siempre.

Sé que hoy es tu fiesta favorita del año. Desde ayer te traje muchas flores, incienso de ese que huele a 10 metros y deja los muebles impregnados, cociné para ti enmoladas de pollo con mole del especial –compré el preparado en el mercado grande y lo complementé como me enseñó tu abue–, también te traje pan de feria, agua de horchata, bolillo y café negro sin azúcar, servido en tu jarito favorito. Puse algunas fotos donde te ves muy contenta, mucho papel picado y esos adornitos de barro que guardabas en un huacal en el ático. No es por nada, pero se ve espectacular, las veladoras y el camino de flores le dan un toque romántico, espero que te gusten.

Finalmente, pondré tu último diario con algunas de nuestras cartas intercaladas, de algún modo logré reconstruir destellos de tus últimos meses y quiero dejar la evidencia aquí. No sé si eso está bien para ti, avísame si prefieres que lo quite el siguiente año. Casi olvido lo más importante, tu abuelita me prestó una hermosa cajita de Olinalá –ya sabes, de las que huelen a selva– y me pidió ponerla en un rinconcito, abajo y a la izquierda. Dijo que tú ya sabes qué hacer. No entendí nada, pero seguramente tú sí.

Esta será la primera fiesta que disfrutes desde allá. Más acá estoy yo, chillando de felicidad porque eres libre. Te dejo mil ciento once abrazos para que te los lleves comiendo cuando decidas volverte a ir.

Siempre con amor,
Eleonora.


Miércoles, 16 de junio

Querido diario:

Me encontré esa carta.
La leí y algo se me quebró dentro.


Estado de México, 29 de octubre de 1987.

A ti, todavía sin nombre:

Te tengo a mi lado, estás durmiendo, apenas puedo respirar con sigilo para no perturbar tu sueño frágil. No he parado de llorar en silencio. Parece irreal que estemos aquí, con nuestros cuerpos separados, pero en irremediable unión. Tenía la esperanza de morir en el hospital mientras te extirpaban de mí. Escuchaba todas las voces en caos total intentando salvarnos; estaba dispuesta a dejarnos ir, deseaba dejarnos ir, supliqué con cada célula de mi cuerpo irme de aquí, irme de ti, irme. Pero aquí estamos, tú intentando chuparme la vida cada dos horas y yo marchitándome con tu llanto, cargando a cuestas la rajada que me recordará siempre que mi vida está rota a partir de ti.

Será un secreto, será mi secreto. Seguiré sonriendo a quienes vienen a vernos, les agradeceré sus maravillosas intenciones y regalos, les contaré cuánto has crecido cada día y escucharé sus patéticas historias sobre sus propias crías. Por lo pronto, sólo lo sabrá la familia, no vale la pena enterar a nadie más, no creo reunir la fuerza para hablarlo con otras personas, se acabaron las amistades y el compañerismo. Es un escenario que preparé durante meses para no levantar sospechas.

Qué día tan caótico, es jueves, a esta hora debería estar entrando a mi clase de Bioquímica y Biología Molecular. Jamás pensé que mi último día en la Facultad sería un martes. ¿Por qué no me esperaste hasta el viernes? ¡Maldita sea! Yo quería entrar a la clase de Anatomía al menos una vez más, quería entregar la tarea, la última. En fin, supongo que de ahora en adelante debo resignarme a ti y a lo que necesitas.

Te trataré con respeto, todo el que pueda, porque no mereces menos. Pero ¿de dónde podría sacar algo de amor o cariño siquiera? Jamás te diré nada de esto. Por favor, que mis palabras se las lleve el viento, pero ¿y mi dolor? ¿Dónde podría caber tanto dolor? Han pasado apenas 14 horas desde que llegaste y ya siento que me diluyo entre lágrimas, ¿cómo podré seguir adelante?

Te prometo intentar hacerte feliz, porque yo no lo he sido y no mereces cargar con mi sufrimiento ni mi desgracia.

Yo, la mala.


Esa carta podría tener mi nombre al inicio o al final.
¿Y si mi madre escribió una igual? Si no lo hizo, estoy segura de que, al menos, lo pensó. Qué dolor.
De por sí estos días han sido intensos, ya sabes, esto de la pandemia me dejó dedicarme de tiempo completo a lo que amo. Fue la curiosidad la que no me permitió resistir la tentación de tomar la carta y leerla. Ahora creo que me arrepiento un poco, una mujer que lanza un mensaje tan revelador no sobreviviría a la carroñería si lo hiciera públicamente.
Esto de las cartas me recordó a mi abuelita, fue como un flashazo… Cuando era niña, me mostró una cajita de madera, pintada de colores. Me decía que, si escribía una carta, podía mandarla a través del tiempo, sin importar si era el pasado o el futuro. Lo intenté muchas veces, sin que ella supiera; tomaba su cajita y metía mi carta a mi yo del futuro. Todo fue inútil, ahora ni siquiera sé dónde quedaron. ¿Qué podría decirle hoy a esa niña que me escribía con tanta ilusión?


Ciudad de México, 16 de junio de 2021.

Bella Amelia:

Hola tú, ¿cómo estás el día de hoy? Te escribo con mucha curiosidad por asomarme a todo lo que esté pasando cuando me leas. Aquí, te cuento, el clima es fresco, llovió toda la semana. Alcanzo a escuchar a La Bruja de Texcoco (se trata de música que te va a fascinar). Tengo hambre, pero estoy muy contenta por todo lo que ha pasado hoy, en un rato más podré a disfrutar una deliciosa cena.

Sé que me has escrito. Esta es mi primera respuesta, lamento la demora, pero te juro que este es el momento perfecto para hacerlo.

No sé qué esté pasando por tu corazón exactamente antes de que me leas, sin embargo, recuerdo que muchas veces no era algo bueno. Quiero que sepas que me duele lo que te duele, sobre todo porque no te alcanzo. A pesar de ello, quisiera darte un poco de esperanza contándote que ya sé lo que viene para ti.

Todo cambia. En poco tiempo te mudarás y habrá muchos ajustes. Sé que será difícil, pero allá conocerás personas increíbles. A pesar de todo, vas a estar bien, lo sé, de verdad que lo sé.

Escríbele cartas a tu familia antes de irte. Los vas a extrañar durante un tiempo, pero después podrás reunirte nuevamente con la familia entera. Tendrás que ser paciente.

Algún día, tiempo después, podrás lograrlo… Ya sabes de lo que hablo, tu gran anhelo. Sé que te quieres ir, lo harás y será maravillosos. Mientras tanto, escucha mucha música, aunque no esté en español, te ayudará a resistir. Baila todo lo que puedas antes de marcharte y sigue haciéndolo, aunque practiques sola, algún día me lo vas a agradecer.

Es hora de irme, estoy haciendo algo que te va a encantar… no te puedo dar muchos detalles, pero sí te puedo mandar unos saludos de parte de Arturo, Dulce, César, Amparo y Miguel (no hay prisa en encontrarlos, ya llegarán en el momento perfecto). Me despido por ahora.

Te mando un abrazo cósmico.

Amelia, ya grande.


Sábado, 19 de junio

Querido diario:

Te he mentido y me he mentido.
Anoche volví a tener pesadillas. Una de ellas fue que mi carta realmente lograba viajar en el tiempo, sin la cajita mágica ni nada de eso. Simplemente se evaporaba de mi buró y la recibía años, muchos años atrás.
¡Pero qué tontería!
El asunto no es ese, el asunto es que yo estaba encabronadísima.
Sí, así como lo lees. En este momento ya son 11:47 P.M., le di muchas vueltas al tema durante todo el día y descubrí algo muy interesante. La respuesta a mi molestia está en que realmente aborrezco la niña que fui.
Así que, aquí va la revancha de la carta. ¿Qué me diría realmente?

Foto de Alexis Salinas.
Foto de Alexis Salinas.

Ciudad de México, 19 de junio de 2021.

Pequeña Amelia:

Antes de cualquier cosa, quiero decirte que me parece patético pensar en ti. Te escribí hace unos días. Es una carta plana y no alcanza ni a ser tantito emotiva. Pensé que arrastrando la pluma podría encontrar algo de inspiración para decirte algo sensato o mínimamente inspirador. Pero no, me equivoqué por completo.

Ahora me propongo escribirte lo que sí te diría, sólo que sería una carta que por ningún motivo te daría, ahora mismo entiendo a la mujer que escribió la carta que encontré… Aquí voy, hago esto porque quiero escupir esto que tengo atravesándome las entrañas. Averigüemos qué tanto logro exorcizarme de ti. Sí, de ti.

Después de recordarte y escribirte esa acartonada carta, llegó a mí un insoportable rechazo hacia ti. ¿Por qué tanta gente habla “del niño interior” y esas tonterías? ¿Para qué? Lo único que se me antoja es alejarme lo más que pueda de ti.

No hay ternura ni anhelo en los recuerdos que guardo cuando era niña. En verdad me caga cuando hacen referencia a “mi niña interior”. Te creo cuando estaba embarazada, pero después ni al caso. ¿Se supone que me tragué mi pasado y se quedó ahí, chiquita y fastidiosa como siempre? De mí en aquellos ayeres sólo guardo el recuerdo de la frágil niña melancólica, molona y mimada. Por nada del mundo querría volver a ti. ¿Por qué hay personas que idealizan la infancia? Ni siquiera fue una etapa dichosa para ellas.

Bajo ninguna circunstancia buscaría que supieras esto. Basta con que lo sepa yo. Me basta y, de hecho, me sobra. Así como me sobran los malos recuerdos, no sólo de los adultos que tanto te has quejado, también de ti. Envidiosa, mentirosa, sangrona, insegura hasta el hartazgo.

Si pudiera elegir te borraría de mis recuerdos, tal vez ni siquiera sería necesario rellenar esos años vacíos con alguna mentira. Sin embargo, es vergonzoso admitirlo, después de leer tu diario infantil me doy cuenta de que te sigo arrastrando: tan inconsistente, tan dramática, tan torpe para avanzar.

Me queda claro que no podría decirte nada de esto de frente. Si pudiera volver el tiempo –una de tus grandes fantasías– no te diría nada de esto. Porque sé que no lo soportarías. También sé que muchas personas a mi alrededor tampoco lo soportarían, ¿cómo?, ¿de verdad?, ¿por qué no ama a su “niña interior”? Niña interior, niña interior, ¿cómo le hago para abortarte? Ya que mi madre no tuvo esa opción, ¿cómo podría yo deshacerme de ti?

Me despido sin remordimientos de mis letras.

Amelia, ya grande.


Lunes, 21 de junio

Querido diario:

Estos últimos días han sido una montaña rusa emocional, nunca había sido tan feliz y nunca había podido mirar la tristeza tan de frente, abrazándola, recibiéndola el rato que decide chacharear en mi alma.
Ya llevamos más de un año desde que inició la pandemia. Sé que no es políticamente correcto decir que ha sido el mejor año de mi existencia, pero qué más da, de por sí no se me da eso de ser políticamente correcta y no se me antoja intentarlo ahora. Sí, me gusta mi vida así, lejos de casi todas las demás personas, me gusta tanto que no sé cómo podré volver a acercarme a las circunstancias de antes. A veces hay temas que me atormentan un poco, un par de temas, sí, sólo un par de temas. O debería decir: de personas.
Eleonora, como siempre, tan lúcida, tan divertida, tan ligera para resolver los enredos que le presento, me dijo que aproveche más este tiempo para quitarme las telarañas que tejo cada día. Tiene una manera tan dulce e inspiradora para decir las cosas que hicieron que se me olvidara hasta el dolor de hombros que me había fastidiado los últimos días. No estoy segura de si sus argumentos fueron la fuerza del convencimiento y la liberación de mis recientes angustias por las cartas, o me convencieron su mirada y su sonrisa.
Los últimos meses que nos encontramos en la cabaña comencé a sentir su cercanía diferente, todos estos años de amistad están convirtiéndose en un latido que no sé cuánto más podré contener antes de ser delatada.
No debería, lo sé, tengo “la vida perfecta, hoy más que nunca”; sin embargo, cada día es más difícil negarme esto que siento. De todas las mujeres en el mundo, ¿por qué ella? Tengo tanto miedo de perderla, pero al mismo tiempo quiero reventar de la emoción de enunciarle lo incontenible de mi deseo.

¿Qué hago?


Oaxaca, 25 de junio de 2021

Eleonora:

He fantaseado con encontrarte pronto para decirte algo muy importante. Estos últimos meses tuve tiempo para dejarme secar por dentro y resignarme a abandonar la pasión que me quemaba a todas horas. Ya sé que hablamos mucho de este tema, tengo que poner más de mi parte, ser creativa y entregarme a la misión de reavivar la llama, me das muchas ideas para arreglar algo que ya no sé si se me antoja solucionar. Creo que tus sugerencias sobre posibles soluciones están surtiendo un efecto muy particular en mí y no creo que se le parezca a nada de lo que esperas.

No sé cómo explicarte que se me antoja estar contigo y eso me revoluciona los ánimos. Un estar… distinto, no sé si logro explicarme. No es que ya no le ame, no se trata de eso, pero el tedio me está matando. El fuego que nos unió se convirtió en lava dura y seca que nos separa cada día más. Ya ni siquiera hablamos del tema, simplemente ocupa su tiempo fumando y pintando mujeres renacentistas con las que yo fantaseaba hasta hace medio año, cuando comenzamos a vernos tú y yo los fines de semana.

Cada vez se hacen más anhelados esos encuentros para mí. Cuando te pienso, siento el pecho vibrante y urgente de ti. Te ofrezco mi sonrisa contorneada y dispuesta, mis labios lúbricos y mis ganas, todas ellas para que las tomes y te sirvas a tu antojo. Sé que confesarte esto, tan inesperadamente, puede resultar perturbador, hemos sido amigas durante muchos años y sabes todo de mí, ¿acaso debí seguirme negando a esto que siento?

Es absolutamente incierto lo que pasará de ahora en adelante, pero comprenderás que no puedo resistir un fin de semana más con esta distancia, la única distancia que no me parece sana ni amorosa. Requiero de ti, pero estoy dispuesta a recibir tu rechazo. No te pido nada, ni mínimamente, sólo quiero que sepas lo que siento, de cualquier modo, conoces mi situación, me arrepiento tanto de no poderme ir y de tener tantos motivos para quedarme.

Guardaré esta carta hasta el final de nuestro encuentro, lo disfrutaré con la claridad de que podría ser el último. ¡Ah, Leo! Ya quiero que den las seis de la tarde para llegar a ti, tan solo pensarlo hace que pueda imaginar el perfume sobre tu piel, ese olor a pera y una tarde mar en invierno. Caminar hacia ti será dar los pasos más sagrados que haya caminado nunca. Te voy a sonreír justo como lo estoy haciendo ahora, húmeda toda.

Sueño con deslizar las llamas de mis dedos para rodearte, hasta que nuestros cuerpos enteros se fundan como dos galaxias ardientes y expansivas.

Con mucho amor, Amelia.

P.D. Si decides alejarte de mí por favor cuida mucho nuestras plantas o envíamelas, pero por lo que más quieras no las vayas a dejar morir.


Ciudad de México, 28 de junio de 2021.

Amelia:

Deseo con todo mi ser que te encuentres lo mejor posible. Me imagino que estás muy impaciente por la respuesta. Apenas han pasado unas horas desde que nos despedimos en el aeropuerto. No imagino cuánto tiempo has tenido que callar y no imaginas cuánto tiempo he querido pensar que eso que percibo no es lo que imaginaba.

Ahora mismo me siento muy confundida. Han sido tantos años de confidencias y cercanía que no sé cómo recibir tus palabras. Sé también que no tienes intención de disolver la relación que tanto te pesa y te marchita, lo dejaste claro una y otra vez durante los últimos meses.

No sé qué quieres de mí, pero tampoco sé qué quiero de ti. Por lo pronto requiero un poco de tiempo para poner en perspectiva esto. Sé que estarás sola en tu casa por unas semanas, eso seguramente te ayudará también a ti para aterrizar un poco la avalancha que me lanzaste.

Siempre hablamos de amor entre tú y yo, pero ahora será muy extraño poder firmarte una carta así. Espero que lo comprendas y sepas que no dejé de sentir absolutamente nada por ti, pero tampoco sé si estoy sintiendo algo más.

Eleonora.


Ciudad de México, 31 de julio de 2021

Eleonora:

Estoy agotada. Han sido noches de desvelo y miedo. Temo que llegue el atardecer y avance, ahora estoy sola en la casa, tan solo por un par de semanas, pero parecen un par de eternidades. Y apenas llevo la mitad.

Ya no logro distinguir entre lo real y mis tormentosas mentiras. Esto ya me había pasado antes, de niña. Pero pensé que había quedado atrás, que mi fantasiosa mente había inventado todo para tener un poco de calidez y atención, sin gritos ni manifestaciones de desprecio.

Lo recuerdo y tengo una certeza: no podré continuar con esto. No de la misma forma que lo hice hace más de 25 años. Sabes bien a lo que me refiero porque ya lo había pensado antes e incluso lo platicamos, ¿lo recuerdas?

Apenas cae el alba y el escalofrío me anuncia la presencia de las sombras. Ellas aparecen con más contundencia apenas cierro los ojos, las siento, merodeando por cada rincón de la sala, del patio, de la terraza, en el baño, la cocina, el dormitorio. No tengo a dónde huir. La pandemia lo dejó más que claro, no hay rincón en el que me pueda esconder. Lo sé porque ya lo viví, no importa si visitaba a mi tía María o a mi otra abuela, las noches tortuosas me persiguieron por años. La doctora dijo que tenía un trastorno del sueño y se quedó conforme con su glorioso diagnóstico. Y yo me quedé más aterrorizada, sola, sin nada ni nadie que lograra consolarme, ni siquiera los brazos de mi bondadosa madre que hizo todo lo que pudo para librarme de esta maldición. Así me sentía, sin un posible consuelo aquí, pero ¿qué tal más allá? Recordé de pronto los planes para mi muerte.

Ahora todo cambió, ya no soy aquella niña indefensa y frágil. Eso que llaman “éxito” se me escurre entre las manos como miel rancia. Conseguí todo lo que me había propuesto y, aun así, no logro quitarme la sensación de sobrevivir desabridamente. Estoy cansada de perseguir y perseguir, huir y huir; de casa, de la familia, de la carrera, de los empleos miserables, de las amistades vacías, del sexo sin sentido, de la maternidad, de la cama helada pero compartida, del deseo de ti, de la melancolía de mí. ¡Ya basta!

Hoy lo decidí. No estoy dispuesta a seguir presa de esta locura. No son las sombras, Amada mía, no es la oscuridad que me envuelve, ni las voces que cantan entre ecos mientras intento dormir, no es tu ausencia ni la imposibilidad de tenerte. No, Madame, soy yo. Que estoy harta y necesito liberarme de una vez por todas.

Lamento en lo profundo la aflicción que te pueda causar. Discúlpame por no haber logrado el valor suficiente para amarte más allá de la clandestinidad. Te libero de mí y me libero del martirio de no tenerte ni tenerme.

Quizá será en nuestra próxima vida.

Con devoción, Amelia.

Foto de Alexis Salinas.
Foto de Alexis Salinas.

Ciudad de México, 8 de agosto de 2021.

Amelia:

Espero que puedas recibir esta carta. Hola. Me voy a permitir no preguntarte cómo estás, porque ya lo has dejado más que claro. Te dedico estas líneas esperando estar a tiempo, si por algún motivo no lo consigo, ojalá que mis palabras lleguen a ti en la inmensidad en la que te encuentres.

¿Quién soy yo para decirte qué es lo mejor para ti? No tengo nada que reclamarte porque no quiero sumarme a las voces que te han chicoteado con lo que “tienes” o no qué hacer y deshacer con tus días, con tu vida o con tu muerte. Sólo te escribo para hablarte de renuncias. Primero la mía: me niego a intentar colonizarte para convencerte de cualquier cosa, incluso aunque eso me cause un profundo dolor.

¡Ay, Amelia! Estos últimos meses fuiste tan feliz y yo contigo. ¡Cuántos retos tuviste que enfrentar desde siempre para lograr disfrutar la vida! ¡Cuántos pesos has cargado!

Suéltalos, renuncia a ellos, así como yo renuncio a ti y tú a mí. Suelta todo antes de irte a no sé dónde. No les des el gusto, libérate antes de seguir adelante o detenerte, no sé cómo nombrar tu elección.

A la gran distancia te acompaño en tu libertad de decidir, un privilegio negado para para nosotras en muchos sentidos. Ahora mismo me apresuro a ti, pero no sé si lograré llegar. Eres libre Amelia.

Con todo mi amor, Eleonora.

P.D. Haz que valga la gloria la pena de haber vivido.


Ciudad de México, 9 de agosto de 2021

Querida Leo:

La magia de la tecnología me permitió leer tu carta mucho antes de que llegues. Es lo único que esperaba. Llevarme tus palabras dulces. Gracias, gracias, gracias.

Lamento hablar de esto, pero no habrá otro momento. Dejé un sobre con indicaciones para todo tipo de cosas importantes de las que tendrán que encargarse. Hay cosas que ya están resueltas. Me di el lujo de escoger mi urna, te va a encantar, es violeta.

Voy camino a nuestra cabaña. Búsquenme allá, todo está arreglado tal como lo imaginé. Nunca me cansaré de agradecerte tanto querida mía. Lamento la brevedad, esta vez llevo más prisa que antes.

Hasta siempre, Amelia.


Lunes, 9 de agosto de 2021

Querido diario:

Me despido de ti para perdonarme por todo.
Me quiero soltar de la relación más difícil que he tenido: conmigo, con mi historia, con mi origen. Me invito a soltarme de los confinamientos de seguridad que me han tenido estacionada.
Estaría bien si me diera el tiempo de pintar, leer, escribir, bordar, hacer mi huerto… parar. Estaría bien seguir luchando, pero está mejor elegir parar.
Ya no tengo tiempo de escribir más cartas, es momento de partir. Aquí mismo agradeceré (como siempre, el tiempo se me pasó volando).
Gracias, gracias, gracias a toda la magia de la vida por permitirme experimentar una forma distinta de existir, más allá de todo aquel sufrimiento y dolor que tenía acumulado.
Me agradezco a mí y les agradezco a cada una de las personas que tocaron mi camino.
Les tengo un lugar muy especial en mi corazón.
Con amor del mero bueno.

Amelia


3 de noviembre de 2021

Amelia:

Abrí la cajita de Olinalá que me dio tu abuelita, tenía mucha curiosidad por saber qué había dentro. Estoy segura de que me hubieras dejado echar un vistazo, ¿verdad que sí? Grande fue mi sorpresa. Aquí te dejo esta carta, quiero imaginar que te habría hecho mucha ilusión leerla antes de irte. ¡Te abrazo mientras la lees!

Con amor,
tu Leo.


Marzo, 1994.

Amelia la grande:

¡Te he escrito con tanta ilusión durante mucho tiempo! Bueno, bueno…. ¿Cómo estás? Yo tengo una alegría desenfrenada. ¿Cómo pudo pasar esto de la respuesta? ¡Recibí una carta tuya! Está precioooooooosa!!!!!!!

Comienzo a creer que esto de la magia sí existe. ¿Verdad que sí? Yo digo que sí. ¿De qué otro modo te lo explicarías? Estoy más convencida que nunca de que es real.

Entonces no tienen razón, nadie aquí tiene la razón sobre la magia. ¡Esto suena como si tú pudieras hacer cosas sorprendentes! Imagínate, ¿Qué clase de magia podríamos hacer juntas? Por favor cuéntame más…

Atentamente Ame

P.D. Por favor, dime que sigues caminando entre nubes con los espejos.


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