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Ciudad de México, 8 de marzo de 2025 (Neotraba)

Hace varios años conocí a tu mamá. Pálida, apagada, con una dulce sonrisa que le daba un brillo melancólico a sus ojos. Cuando nos habló de ti, se le quebró la voz.

Raúl Osiel Tovar Sosa, ¿dónde estás? ¿Hay algo que podamos hacer para ayudarte a volver? ¿Tienes un teléfono cerca? ¿Podrías intentar llamar? ¿Será que uno puede entrar a los sueños de la gente a voluntad? ¿Podrías meterte a los sueños de tu mamá para darle alguna pista de dónde puede encontrarte? ¿Supiste quiénes te levantaron? ¿A dónde te llevaron? Los testigos le dijeron a tu mamá que corriste pero que, aun así, te atraparon. Osiel, ¿cómo regresar en el tiempo? Para que te quedes dormido, con fiebre, gripe, flojera, algo que te impida salir de tu casa.

Tú mamá, Genoveva Sosa Ramírez, desapareció aquel 9 de marzo de 2011, cuando en Ciudad Victoria, Tamaulipas, te desaparecieron. Su alegría se fue contigo y le nació el desprecio hacia su existencia. Como si fuera indigna a partir de tu ausencia, tambaleó su fe en Dios, intentó arrancarse la vida, se enfermó, comenzó a pellizcarse para sentir que seguía viva y a tener miedo de volverse loca.

–Es tanto dolor, Genoveva. Eso es lo que te pasa. Te gana la espera, la suspensión del tiempo–, fue lo que le dijimos la última vez que la vimos.

Así, ausente, conserva las ganas de abrazarte. Tu mamá se quedó lejos en su mente, pero de cuerpo presente y como puede acompaña a tu hijo, El Chino, le dicen. Va en secundaria, se parece a ti. A veces juega a vestirse como tú. Tal vez sea su manera de encontrarte.

Osiel, así van juntos, tu mamá y tu hijo, salvándose la vida, aprendiendo a quedarse mientras que te vuelven a ver.

Osiel, no te culpes, sólo intenta volver y si no lo logras, lucha por sostenerte como puedas, mientras que tu mamá hace todo lo posible por encontrarte.

Fabiola


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