Por Juan Nicolás Becerra
Supe del trabajo de Rafa Saavedra —Rafa Dro para los amigos— cuando en la Biblioteca que coordino presentamos Veintiuno: Charlas con 20 escritores de Óscar Alarcón en julio de 2013. En esa gran tarde, Mauricio Bares tuvo la gentileza de obsequiarme Esto no es una salida. Postcards de ocio y odio, editado por Nitro/Press, un libro del sub mundo de la nostálgica de la Tijuana nocturna y que inauguraba la colección Punto de Quiebre con una edición y un trabajo editorial impecable.
El texto es una joya de culto de la literatura contemporánea que solo Saavedra le supo imprimir. Hay crónicas en verdad desgarradoras y de difícil digestión—hablo por mí—, aunque sus letras son como el prozac o el alcohol: totalmente adictivos.
Pasaron pocos días para ir documentando a través de las redes sociales el respeto y la infinidad de lectores con los que cuenta Rafa. Mi sorpresa fue enterarme que hasta los lectores más ácidos e impetuosos le guardan admiración y respeto.
En ese 2013, Rafa murió dejando un vacío en esa literatura sin fisuras como se le ha catalogado. Un escritor tan sencillo y consagrado no podía dejar a sus lectores desprovistos y sin una despedida. Dios me persigue su libro póstumo logra ese propósito.
Editado en Moho es un punto de referencia y un lugar común para la infinidad de lectores de Saavedra. Un texto contundente donde se percibe la madurez y honradez de un escritor sin réplicas y sin posturas más que las de dejar en manifiesto que su zona de vivir y confort era mediante sus textos.
Los 17 pasajes a modo de crónica son los testigos de Dios me persigue, memorables de inicio a fin, historias, recuerdos, anécdotas que ponen en claro que lo único que queda es seguir luchando y escribiendo, dejan al ojo del lector ese gran apego por la amistad y por vivir la vida intensamente. En “aiem”, con ese juego de palabras a modo de testamento, relata lo que en verdad aspiró en la vida: “Soy el terapeuta que ya dejó el nihilismo”.
Hay cabida para sus Raforismos donde muchos coincidimos y pocos escapamos: “En una relación, el respeto casi siempre es el primero en caer. El amor se puede fingir”.
Después de leer Dios me persigue, no me queda más que decir: largas letras y buenos tragos en nombre de Rafa Saavedra.
Dios me persigue (2013) de Rafa Saavedra
Editorial Moho.
112 páginas