Por Gilberto González
Tenía muchos años que no visitaba la Plaza de Angelópolis, el motivo de este recorrido fue la necesidad de comprar música. Y como no hay otra tienda más grande como la que está ahí, pues ni modo, tuve que recorrer casi toda la plaza.
La variedad de personas que ahí se reúnen es inmensa, de todos los estratos sociales, de todas las edades – aunque en su mayoría son jóvenes. He de confesar que mi parámetro comparativo es el centro histórico, en donde la diversidad de las personas impregna la atmósfera. Bueno el caso es que estos dos lugares tienen muchas cosas en común sólo que hay una gran diferencia, por un lado está la plaza privada y por el otro, la pública.
Muchos obviaron este punto y aunque pareciera que no tiene ninguna repercusión, el problema está en que dentro de la plaza privada no somos ciudadanos sino posibles consumidores, por ello cuando visitamos estas plazas difícilmente se puede salir con las manos vacías. Sin embargo en las plazas públicas somos ciudadanos y esto redimensiona nuestra identidad.
Por ello, es importante no perder de vista la importancia de la plaza pública por encima de la privada. Somos parte de un sistema económico y social determinado por el libre mercado, no permitamos que nuestra identidad esté construida por un sistema económico. Lo importante no es dejar de ir a las plazas privadas sino más bien estar consciente de la función que tiene estos centros de reunión.
Creo que la palabra privada al referirse a angelopolis no esta adecuadamente utilizada debido al argumento antes puesto al referir que “Las personas que se reunen ahi es inmensa, de todos los estratos sociales …” puesto que creo la palabra Privado da enfasis a la seleccion de cierto tipo, en este caso de personas.