Oficialmente mi último adiós.
El viernes 30 de junio murió Malik Rubio, el perro escritor. Presentamos su carta de despedida y agradecimiento, en especial con Guillermo Rubio, su padre.
El viernes 30 de junio murió Malik Rubio, el perro escritor. Presentamos su carta de despedida y agradecimiento, en especial con Guillermo Rubio, su padre.
Por Malik Rubio. Perro escritor y poeta.
Cuando lean estas letras estaré muerto, bien muerto por inyección letal según mi peso, y después seré quemado como un vikingo guerrero como si fuera héroe para merecer las llamas eternas purificadoras de cuerpos terrenales.
Bueno, esto me contó mi padre y como es bien chorizo no le creo mucho, el caso que mis cenizas no serán regadas como me había prometido Memito por La Alameda, lugar donde aprendí a correr, saltar, coquetear y donde mucha gente se tomaba fotos conmigo y me hacían solicitudes de matrimonios exprés.
Después, habíamos quedado que reposarían las cenizas por las calles de Marroquí, Juárez, Independencia, Dolores, bueno para no irme de calle por calle, tres kilómetros a la redonda. Nada, batos, no hay cenizas de este ilustre perro donde tantas fotografías me tomaron, abrazado, saludado, apapachado, en fin, sin duda fui un perro tocado por la pata del Dios de los perros.
¿Dónde van a quedar mis cenizas? Me vale una perra madre. “Yo no soy ceniza, seré piedra de mármol” Mmmm ya extrañaba mis aforismos perros.
Lo que importa es que estoy dejando este mundo, y la verdad no se va a morir cualquier pinche perro, soy Malik Rubio, no en balde pasé quince años de mi vida con el más egocéntrico de los humanos, mi padre-amigo Memito, quien hasta mi último suspiro le escuché hablar de fama y viajes gracias a sus escritos y pura madre. Ya ven que hasta un libro escribí y nunca vi billete de sobra en mi casa…
Lo que sí, siempre repetía como loro huasteco que la muerte sería nuestra mejor promotora de nuestras Letras. Bueno pues si es así, espero que compren mi diario ahora que se edite en papel.
Me voy contento porque mi padre me prometió que no iba a sufrir mucho. La verdad es que ya no aguantaba el dolor, sus caricias en mi cabezota me hacían pasarlo pero no mucho. Mientras me decía que me iba a ir al cielo de los perros, me empezó a chorear que tramitaría mi reencarnación en humano y que llevaba mucha ventaja sobre los otros perros, porque soy escritor y poeta. En fin, no le creo ni madres a Memito.
Bueno, bueno, tengo permiso de mi padre para escribir más de 1500 palabras, de las cuales llevo cuatrocientas invertidas hasta ahora. Aprovechemos las Letras: “Quizás no sean las últimas, los escritores nunca mueren en papel”.
Creo que como perro racional debo ser agradecido y voy a recordar a quienes me cuidaron cuando Memito salía de viaje y a quienes quiero muchísimo… Mmmm empiezo con mi querido padre a quién llamé: papi, papito, Memo, Memito, ojete, culero, mal padre, hijo de mi abuela.
Fue el amigo más fiel que puede tener un perro. Durante toda mi vida no me cansé de mirarlo atento durante horas y horas, no sé qué atracción me movía a verlo. Dice mi padre que era medio puto pero no, la verdad nunca me cansé de verlo, olerlo, sentirlo, en mi vida pocas noches no dormí con él cerca, siempre a su lado por esto…
Gracias padre querido, nos quisimos de verdad. Te perdono las dos putizas que me diste, los ajos que me aventaste en la cocina engañándome y tus pedos malolientes… La mota; te la perdono, me hornié durante quince años y afortunadamente no se me hizo vicio. Espero que a donde voy fumen moronga celestial.
A continuación a mi mamá Adriana y mi hermana Nish que fueron las que me compraron en Xochimilco. Fueron mis primeros amores, gracias a ellas llegué a manos de Memito. Y cómo trabajaba en un Café Internet, todo el tiempo recibí cariño de muchas, muchas mujeres recordando hasta el momento a dos: a Kim de Estados Unidos y a Esmeralda de Chile. La primera era muy, muy bonita, cuando me conoció me daba caricias y besos y me regaló mi primer juguete, la segunda por olorosa, mis primeros deseos sexuales olfativos bien perros me los desató Esmeralda, ese olor nunca se me olvidó.
Mmmm, después mi mamá María Rosa y mi hermana Toti que viven en Toluca, con ellas pasé momentos felices y amargos también, sin olvidarme de mi hermana Bibis que me dio mucho amor, compró medicinas y muchas cosas más, a mis sobrinas: Sofía, María José e Isabel, ellas siempre me quisieron mucho y yo también. Mi tía Alejandra creo que después de Memito es a quién más quiero, me gustaba mucho estar cerca de ella, sin contar los besos y abrazos.
También hay muchos humanos que quiero y la lista es larga nada más nombraré a unos cuantos será de los que me acuerdo de momento, soy perro, no intelectual, pero los que me van a faltar que son muchos, sobre todo los que me veían a diario en nuestros recorridos matutinos y vespertinos, a todos ellos -perros y humanos- los llevo conmigo y a mis esposas: Nani, Canela, Bamby, Sascha, Baby, Niurka, Bombón… Se me olvidan los nombres de dos, tres, más pero no de sus nalguitas. Mis novias de toda la vida de las que me voy todavía enamorado: Primero que todas ¡Bella! Mi vecina de ojos tristes y hermosos de andar salerosa y mal genio.
Segunda o como si fuera la uno bis ¡Kenia! Mi querida Kenia siempre de mal humor conmigo y también vecina, estuvo a punto de ser mi mujer. Si no me hubiera dado el ataque en plena faena hubiéramos tenido perritos. Y ¡Lola! La cosa más preciosa de perrita de este mundo, ¿mmmm, a lo mejor me la encuentro al rato? Mejor le paro de recordar. “El pasado para que valga, hay que dejar huella perra”.
Mejor invierto mis Letras en quien las pueda leer y empezaré la lista con: Susy mmm, Susy mi amor otoñal, ella y mi tío Margarito Cuéllar, los quiero mucho; a mi tío Gustavo Monroy lo quiero chido, gracias a él tengo un óleo chiquito, soy yo de perro surrealista. Esta despedida será publicada gracias a mi tío Óscar Alarcón que tiene la Revista Neotraba de circulación mundial gracias a la Web, todavía siento sus caricias con esas manotas que daban ganas de comérselas. También me voy recordando a mi tío Emilio Payán, a mí no me quería nada, pero sí a Memito, comí varias veces gracias a su bondad.
Hay muchas personas, muchas las que desfilaron por mi casa, conocí escritores, poetas, mujeres, asesinos, asaltantes de bancos, narcos y todos me acariciaron chido, ¿Si supieran a quién conozco? Nada. Por este perro hocico no sale nada, ¡Soy machín, batos!
Creo o más bien estoy seguro que regresaré en papel. Mi diario será restaurado y ampliado con mi autorización, espero que no sea censurado como suele hacerlo Memito.
Las Letras se acaban, me quiero despedir como escritor que soy, quiero contarles una micro historia de humor negro perruno y mexicano. Pocas Letras pero bien negras o como dijo mi tía Ana María Jaramillo: Negrísimas.
Érase una vez un perro senil de quince años de edad que vivía en el Barrrio Chino, en un edificio Art Decó, en el segundo piso. Como su padre no estaba al tanto de las cuotas de mantenimiento, no tenía derecho a usar el elevador y penosamente el viejo y cansado perro subía los escalones con gran esfuerzo, mientras su padre lo arengaba que subiera los empinados peldaños, amenazándolo con que él no lo iba a cargar y que cuando ya no pudiera subir… Iba a morir.
Un día no pudo subir. Al siguiente, era cadáver. ¡¡¡¡Puta madre!!!!
“Lo más bueno de mi vida, es que tú fuiste mi padre, gracias Memito”
Adiós a todos los que quieran a los perros.
Malik Rubio, perro escritor.