Memoria bufa de un festival poético
El poeta Edgard Cardoza asistió al Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde 2021 y de su experiencia nacieron estos sonetos.
El poeta Edgard Cardoza asistió al Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde 2021 y de su experiencia nacieron estos sonetos.
Por Edgard Cardoza Bravo
Ciudad de México, 16 de diciembre de 2021 [02:27 GMT-5] (Neotraba)
En la mesa que todos curiosean, de cúpula y bombín del tiempo aciago, el notable santón degusta un trago manso de whisky para que lo vean. En el siguiente estrado, sedicente, desde su vanagloria de granito, a punto de urdir nieblas de garlito un poeta chimuelo tira el diente: acaba de salir del reconcomio donde ha ido a purgar sangre de orate presto a cumplir su próximo dislate. Le ha dado vacaciones al demonio. Sobre una adormidera de cristal pernocta en vanidad el festival.
Con una falda llega el más diverso a plantar sombras sobre el macho menos, armado con el hacha que los truenos han hincado en la entraña de su verso. Su indumentaria es sólo el distractor de una antigua y paciente alegoría que ha venido vistiéndose de hombría para esconder la luz de su dolor. Revela algunas fechas de vergüenza mientras que voz adentro se disfraza de agudo filo como ardiente brasa. Escuchemos las torres de la iglesia. Hoy cantan gregoriano las campanas en honor a la reina de las damas.
Los lóbulos abiertos como platos de luna sosteniendo los abrazos, nos arrojan al centro de los trazos de este rudo artesano de retratos. Sus tatuajes son eso: el desacato de la vida y del eco de sus pasos en las sienes golpeando como mazos (yo escuchaba en solemne caricato). La voz plena en los labios del muchacho nos conduce a la plaza de la aldea donde sigue rondando la pelea entre los liberales y los fachos. Una niña de ocho años, al descuadre, firma los alegatos de su padre.
Con rumor de apoteósis, de Aguinaga está ante unos señores muy trajeados, los discursos son lights, la noche vaga y parece que falta Pérez Prado con su mambo jodón y algún pujido, pues nadie habla del varo ya ganado. Todas las fuerzas vivas del estado se derriten en más de algún cumplido, pero el filete grill y la sustancia niéganse a presentarse en el estrado. ¿Será que ya le habrán depositado? ¿Cuál será esa sutil extravagancia que hace que la melcocha esté tan rancia? –Ya hasta me lo gasté, dice el laureado.
¿Y los doctores, pues, en dónde están con su charla de lejos tan virtual? –Con su flor mirasol en el ojal, envueltos en gamuza y celofán. Nadie los vio, señores de teflón, porque no fue avisado el respetable que había que jalarlos con un cable desde los paraísos del renglón. El organizador se fue al averno a atender su negocio de gestión, ¿crees tú que al poeta tajuarón podría interesarle el zoom eterno? Así son los poetas, de ojizarcos: nunca saben en dónde atraca el barco.
Ya se van los poetas, ya se van,
ya se van las cervezas de la tarde,
el gentil patrocinio y el alarde,
el versículo chic del vate Juan.
El aire que aromó López Velarde,
el sableador emérito, el farsante,
las mujeres echadas pa'delante,
el verso gemebundo y el que arde,
la pose y su garlito, ya se van.
Se van los invitados de Macías,
y los que no invitó también se van
con un ardor patético, sin áscua.
Antes que llegue el parto de María
lanzo mis navidades a la pascua.
Cable de última hora: ¡paren prensas! La poesía está triste, triste va, y siente que la jalan de las trenzas porque la flor de un día ya no está. Organicémosle otro festival en donde lo importante no sea el tris de la jaculatoria y el barniz. Desde ayer ya lloró un titipuchal. Los suspiros se escapan por su boca, tiembla de sólo ver un micifuz que transita rebelde por la luz. ¿Requerirá quizá un esnif de coca? La poesía está triste y hasta escuálida, aferrada a su valva de crisálida.