¿Te gustó? ¡Comparte!
La decapitada de Gabriela Mársico
La decapitada de Gabriela Mársico

Por Luis J. L. Chigo

Puebla, México, 1 de enero de 2020 (Neotraba)

Ciertos valores por su carga de dolor han sido desechados como pilares de la educación emocional del individuo. Guardar silencio es una exigencia para poder escuchar al maestro o al padre cuando habla, pero rara vez se le menciona a manera de vía para lograr la introspección. Lo mismo aplica si hablamos de la soledad o de la capacidad para sobrellevar un corazón roto.

Y ya no hablemos de las cargas transportadas en toda nuestra vida, “como caracol a su concha”. Justamente por la insistencia de vivir el instante –o instantáneamente–, porque buscamos con desesperación la felicidad o porque lo importante es lucir una sonrisa, vencer el dolor, logramos el olvido de nuestra pesadez. Dicho de otra manera, nos olvidamos del tiempo y de su configuración; la parte respectiva al pasado, “ya pasó”. Cuanto menos podamos nadar en aguas profundas, mejor.

Sin embargo, cuando más nos entrenamos para llegar a esas profundidades, ¿menos daño hará la presión? Deportivamente, la respuesta es sí. En lo respectivo al alma, llevamos toda nuestra existencia humana intentando ganarle una carrera al abismo encarnado en ella. ¿Cómo hacerla hablar sin recibir a cambio un revés que nos mande a la lona?

A este intento milenario por evitar el ensordecedor silencio o el colmo de la soledad, acude Gabriela Mársico con su obra La decapitada. La historia es sobre Lidia, argentina de provincia, llegada a Buenos Aires con la promesa de un trabajo de empleada doméstica en la casa de un aparente empresario, Roberto. Con tres principales pertenencias –un ekeko, una peculiar muñeca, un libro sobre la vida de los santos– Li descubrirá, a través de una serie de actos sospechosos en dicha casa, cómo del pasado nadie puede deshacerse, como tampoco podemos ignorar los acontecimientos de un mundo caótico por engañoso.

Gabriela Mársico foto tomada de su cuenta de Facebook
Gabriela Mársico foto tomada de su cuenta de Facebook

UN EKEKO

El ekeko, figura artesanal representante de un dios antropomorfo con numerosos objetos en su espalda, en la cosmología andina se le atribuye abundancia y buena suerte. Nuestra protagonista sigue un ritual con exactitud, a pesar de ser expulsada de un convento por razones desconocidas por el lector: enciende un cigarro y lo coloca en la boca del dios. Si se consume más de la mitad, se cumplirá la petición.

Realizado más por costumbre, por herencia, y no por creencia, ¿qué papel jugará la suerte para Lidia? Quien nada pide, nada espera y por lo tanto no sufrirá la demora, piensa. La resiliencia gana terreno en la construcción de un personaje callado y al cual nosotros mismos le negamos la voz. Para ellos desde luego la suerte no se da. Su existencia es la constante enunciación de lo ausente, de quien mira a la lejanía espiando al mundo.

Nuestra protagonista se encargará así de penetrar con indiferencia a la continuidad de momentos más simples de una casa común. Tendrá una llave para todo lo alcanzado con la mirada y esa sea quizá su suerte. Ahí donde parece una tarea sencilla de realizar, se ocultan nuestros secretos y ellos los conocen todos.

VIDA DE SANTOS

Esta cotidianidad traducida en las labores del hogar, comienza a elaborar situaciones relacionadas con la persecución de deseos. Precisamente por un pasado religioso, Li mantiene lejanía con el placer. Se concede pocas peticiones y casi siempre las lleva a cabo en la soledad.

El libro de Mársico se asemeja mucho a la obra religiosa leída por Lidia, no tanto por las continuas referencias a los santos y sus acciones, sino por la reiterada aparición del martirio. Cada página nos compromete a llevar la carga desesperante del tiempo, pensado como regularidades del tormento provocado al no acomodar los pensamientos, de no saber el origen de ciertos estados de sufrimiento, de observar imágenes de atrocidades construidas con poca claridad por la autora en este juego mental.

Justo cuando la carga se hace muy pesada, aparecerá Samanta. Joven cuya apariencia podría ser la de una niña de hasta trece años, su inserción en la novela consolida una serie de pistas, involucrando al patrón con la trata de blancas. Sometida a la inercia de su fuente de ingresos, Samanta no puede rehacer su realidad sin pensar en el suplicio.

Acaso el martirio sea eso, sobrellevar el sufrimiento con una sonrisa en el rostro. Envuelta en una dinámica sexual atroz, nuestro segundo personaje le mostrará a Lidia la significancia de la iluminación cuando, al borde de una violación colectiva, la habitación se llene de una luz atemorizante.

Esta aparición de la iluminación se liga a una especie de recuerdo de una habitación consumida por el fuego. La empleada doméstica, víctima de abuso sexual en su infancia, sabrá mucho antes de leer las proezas de los santos, que el fuego y el agua son elementos purificadores del alma.

UNA MUÑECA PARTICULAR

Una de las imágenes más penetrantes será la de una Lidia niña llevando a todas partes una muñeca sin cabeza. Porque evocar una muñeca es evocar una infancia feliz, la singularidad del juguete en la historia transforma todo el sentido.

Atormentada por los cuentos de la abuela, por los recuerdos de la infancia, toda actualidad suya está ligada con el trauma, donde la violación, el abuso y el maltrato en múltiples facetas abordan cada recuerdo.

Con ello, la escritora da un paso más en el texto, evitando normalizar este tipo de actos. La aparición de este objeto nos recuerda la pérdida de la culpa, donde el abuso no es una decisión. Se da en el seno de la intimidad entre víctima y victimario, de la interacción cotidiana y no de la provocación. Estamos desnudos frente a ello y nuevamente el silencio nos vuelve a la carga. Si fuimos abusados, será “por nuestra culpa”.

Retrata así Mársico al individuo que día a día sobrelleva la existencia en los recuerdos. Avanzar en la novela significa avanzar en la recreación del sujeto atiborrado de traumas y decisiones desesperadas, poniéndonos a la vista cómo son desplazados más allá de ser comprendidos o asistidos.

UN DISCRETO HILO CONDUCTOR

La decapitada, nos lleva de la mano, por sus sobrias formas narrativas, elegantes y por sus ilustraciones, a una historia emparentada con la psique humana. Este logro, relacionado con la fijación en el pasado de la protagonista, se vuelve terror con facilidad porque nos lleva al borde de la profundidad.

Mársico demuestra maestría para llegar al pasado sin tener por intermediarias a complicadas metáforas. Ubicando ahí todas las llaves, la autora las busca todas para aclarar a una persona y no tanto a los sucesos. Quizá por ello también se engalana con pocos personajes y pocos lugares; nuestros temores, traumas o proyecciones ya son en sí mismas un precipicio.

Pero hay algo más. Una silenciosa sororidad también cubre sus páginas. Digo silenciosa por apenas perceptible. Las figuras masculinas son mudas para la vitalidad del libro, sus letras se forjan en el seno de una comunidad femenina dándose la mano entre sí: la protagonista, su abuela, Samanta, las mojas, las prostitutas. Todas ellas se reparten en las memorias de Lidia, elaborando una especie de denuncia disfrazada de maquillaje, explotación laboral y sexual, y de olvido social. Y hacia allá nos lleva la narrativa, cuando este remolino de sensaciones convertido en culpa estalla hacia al final –y quizá por intervención del ekeko– en el deseo cumplido de Lidia, el deseo de ser otra mujer.

Ganadora del premio “Córdoba Mata 2018”, La decapitada se edita ahora bajo el sello de Nitro/Press. Gabriela Mársico, cuya trayectoria está vinculada a la traducción y la crítica de cine, ganadora de menciones honoríficas y demás premios, nos presenta esta novela fácilmente inmiscuida con el terror psicológico.

Una lectura altamente recomendada por su estructura, su estilo y su capacidad de transmitir emociones con base en imágenes minimalistas de individuos y lugares. Un libro más que hace de la precaución su íntimo amigo. Sin duda nos dejará un sabor amargo de boca por el encuentro que provoca con el alma. No obstante encontraremos, literariamente, un disfrute enorme.

La decapitada de Gabriela Mársico. Nitro Press, México, 2019. 112 páginas.

¿Te gustó? ¡Comparte!