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Ciudad de México, 6 de abril de 2025 (Neotraba)

Insensatos lectores: hoy es domingo, momento en el que usted, adorable damita, inigualable caballero estará leyendo estas líneas. He de confesar que normalmente escribo la columna dominical durante la semana y siempre la tengo lista mucho antes de enviarla. Soy un tipo un tanto maniático, fantasioso, metafísico y perfeccionista, por lo que me doy chingos de tiempo para leer, releer y corregir cada texto, pero me parece que hoy eso no será posible.

La verdad es que podría alegar que tuve chingos de trabajo, que estuve ocupadisimísimo siete días con sus siete noches, que se escapó de mi casa un cocodrilo que tengo como mascota, que tuve que salir de viaje a Nepal, que me enfermé de tuberculosis, que me atropelló un patín del diablo, que fui al doctor y me dijo que no podía pensar por algún tiempo (eso ya lo sé, ya llevo mucho tiempo así), que me alisté en la marina o que me fracturé las dos muñecas y los dos metatarsos y poner cuanto pretexto se le ocurra a usted, pero honestamente me estuve haciendo bien uei toda la semana.

Si me preguntan el motivo de esta extraña forma de proceder les diré simplemente que no sé. No tengo ni la menor idea de cómo es que llegué a este soleado sábado sin saber de qué debería tratar la muy mentada columna, pero el caso es que aquí estoy, haciéndole al Dostoyevsky de la colonia Álamos.

Hace un momento le comentaba lo anterior a una amiga y me decía que sucedieron chingos de cosas de las que podría escribir: comenzando por El Día del Taco y pasando por la temeraria agüelita vengadora, ¿la vieron? Cada vez me sorprenden más las cosas que ocurren en este país. No sé si a la doñita la entrenó el Ejército Mexicano o la KGB pero, con 74 años y una pistola, les puso en su madre a los individuos que pretendían despojarla de su propiedad. ¿Será que tendremos que llegar a estos extremos?

Analizando esta situación, me vi orillado a recordar otra noticia que leí recientemente. Esto sucedió en Guerrero. Resulta que un sujeto tuvo la ingenua ocurrencia de secuestrar al esposo de cierta mujer. Horas después la damita graba un video donde explica que ella tiene a la mamá del secuestrador y que pretende intercambiarla por su esposo. Ella hace esta declaración ante la cámara: “así como me entregue a mi marido, así devolveré a la señora”. La neta es que creo que no debería aplaudir este tipo de decisiones, pero al final del final dio resultado: la mujer recuperó a su marido y el secuestrador a su mamá. Qué cosa, ¿no?

Si alguien se dedica al cine creo que acá hay un buen argumento para rifarse una película de esas de putazos y balazos interpretada por Salma Hayek y Liam Neeson.

De lo anterior me surge una duda: ¿será que tendríamos que designar a esta doña para Secretaria de Seguridad Pública? (Cuídate, García Harfuch, te apendejas y te dan vajilla con la chamba).

En cuanto al Día del Taco la verdad es que no lo he celebrado y justo pensaba que hoy, por la noche, bien podría lanzarme por unos poderosos takeshis de suadero. Hay unos que no conozco, al parecer son muy famosos y están es San Cosme. Iré a su encuentro. Creo que con unos cuatro campechanos podré decirles si valen la pena. Ya les informaré.

Por otra parte, les diré que el día de hoy me vi obligado a despertar de madrugada. Para mí el sueño es sagrado y debo confesar que desde siempre he tenido problemas a la hora de dormir. Por más que lo intento me cuesta trabajo alcanzar un sueño profundo y poder descansar como es debido.

Tuve la brillante idea de inscribirme a un curso de novela corta, pues este año me propuse escribir otro libro. Quiero hacer una novela de unas 90 cuartillas, sólo que quisiera darle un poco de estructura y no lanzarme tan a lo pendejo como lo hice cuando escribí mi primera novela.

En aquella ocasión estaba tomando un taller de esos de escritura creativa. Debo decir que valió mucho la pena. Durante la semana teníamos que leer algún libro. La primera hora de la clase la dedicábamos a analizar la obra en cuestión y la siguiente hora nos enfocábamos en revisar los avances de los distintos proyectos que cada estudiante estaba realizando.

Confieso que yo sólo quería aprender a hacer un cuento bien hecho y terminé escribiendo un libro con 132 cuartillas. Al final creo que no estuvo tan mal, hice una novela. Pero fue como si me hubiera acercado al borde del precipicio, cerrara los ojos y me lanzara a escribir. Quizás no haya otra manera de hacer las cosas, pero me parece que un poco de orden y estructura me vendrían bastante bien.

El caso es que me desperté a las 8 am (eso para mí es una majadería), me metí a bañar, me rifé un café con pan tostado y tomé la sesión. Antes de seguir escribiendo debo decirles que, tan sólo una hora después de que finalizó la clase, me vi forzado a refugiarme en un lugar que se encuentra justo en la esquina de mi casa. Estaba temblando, pero en este sitio venden una birria espectacular y era exactamente lo que necesitaba para que me regresara el cerebro y el espíritu a su lugar de origen.

El asunto es que el día de hoy en la clase hablamos sobre el conflicto de los personajes. Algo esencial para escribir un buen libro. Y creo que, por ahora, es un buen comienzo. Ya les iré relatando qué tal va la cosa con el curso.

Pero si de verdad deseamos hablar de conflictos, por más que intenté patear el tema, el día de hoy no puedo pasar por alto este asunto de los aranceles. Aún recuerdo esa noche de elecciones en Estados Unidos. Me fui a dormir con la tranquilidad de que iba perdiendo Trump. A la mañana siguiente: ¡Oh, mi Dios! Había un monstruo color naranja sentado en la silla presidencial y entonces pensé: es-to-ya-va-li-ó-har-ta-ma-dre. Y no me equivoqué.

Debo decir que yo suponía que el enemigo de Trump sólo era nuestro país, luego me enteré de que, al parecer, odia más a Canadá, pues los quiere comprar o ya de jodido anexar a Estados Unidos. A nosotros sólo nos exigía que tratáramos con mayor rigor nuestros asuntos migratorios y que detuviéramos el contrabando de fentanilo. En caso contrario, pensaba imponernos un arancel de su puta madre y siendo EUA nuestro mayor socio comercial estábamos en un verdadero embrollo.

Por aquellos días todos pensaban: ¿cómo puede ensañarse Trump con sus vecinos de ese modo? Pues no sé si fue la Sheinbaum (mi mamá le dice Chombol), Marcelo Ebrard o el espíritu de Paquita la del Barrio, pero nos dispensaron los aranceles, sin embargo, como el caso era echar madrazos le dio una putiza al mundo entero (¡incluyendo a los Estados Unidos!).

Pinchis aranceles desmesurados. China, Vietnam, Japón, Taiwán, India, Corea del Sur, Brasil, Chile, Australia, le valió dos tamales oaxaqueños y un atole de guayaba, a todos les metió sendos impuestos a las exportaciones. Y ya sabrán: las bolsas se fueron a la mierda. A los dos días China le devuelve el madrazo: aranceles para Estados Unidos: resultado final, las bolsas a la remierda.

Lo que más me sorprende de todo este desmadre es que ahora resulta que nos veremos beneficiados. México sin aranceles. Volvo ya anunció una mega inversión en su planta de Nuevo León y tal vez algunos otros países se animen a instalar sus fábricas e industrias en nuestro país, por motivos de cercanía y por la cuota arancelaria tan favorable.

Hasta donde entiendo entra en juego ese asunto de las reglas de origen. Si no me equivoco: si el 75% de algún artículo es confeccionado con materia prima y mano de obra mexicana queda exento de aranceles y podrá ingresar al país del Tío Sam sin gravamen.

Por supuesto que hay reacciones alrededor del mundo: la gente en los supermercados de Canadá está girando los productos hechos en EUA de cabeza, sobre los anaqueles, para que los consumidores no los compren. También hay una fuerte campaña para consumir productos fabricados en ese país.

En otras partes del mundo, las personas están dejando de comprar marcas como Pepsi, Ford o Nike. Me pregunto qué estará pasando en cualquier McDonald’s instalado en China en estos momentos.

Por lo pronto me parece que no es tiempo de celebrar. Hay que ver qué sucede más adelante porque este individuo llamado Trump parece rinoceronte bipolar, actúa con una torpeza indescriptible, y tal vez mañana se despierte con el calzón al revés y se le ocurra que nos odia de nuevo. De verdad no comprendo que no sea capaz de ver que desde la semana pasada Estados Unidos pagará entre un 10 y un 30 por ciento más por muchos productos que se consumen en su país. Entiendo que pretenda reactivar la industria en su nación, pero esto es una locura. En fin, veamos qué sucede.

En cuanto a mis lecturas me estoy rifando una novela de Maggie O’Farrell denominada Hamnet, en teoría va de Shakespeare. Él tenía un hijo con ese nombre y lo que entiendo es que escribió Hamlet con base en algunas vivencias personales. La autora está recreando ese mundo del antiguo Reino Unido. La cosa no pinta mal, ya les diré si vale la pena tan pronto termine de leer. Por ahora la trama se está poniendo de ambiente.

Para finalizar les hablaré de otro libro. Me refiero a aquel que Anagrama decidió retirar de circulación. Y precisamente esto me hace recordar a Henry Miller. Hasta donde sé Trópico de Cáncer estuvo prohibido durante varios años y la primera edición se hizo en Francia. Esto generó una fascinación terrible (creo que morbo es un mejor adjetivo) y mucha gente deseaba leer el texto. Si me preguntan, creo que va a suceder algo muy similar (por cierto, si no han leído al gran Henry Miller no dejen de hacerlo. Tiene una novela muy poco conocida titulada Primavera negra es una joya).

Según leo en el Reforma del viernes 28 de marzo: tras varias críticas públicas en diversos medios especializados, la editorial Anagrama en España ha decidido retirar de sus planes de circulación de manera indefinida el libro El odio, de Luisgé Martín (Madrid 1962).

Acá viene la parte escabrosa: la novela cuenta la historia de un filicidio real que conmocionó España. El crimen retratado es el caso de un asesino español, conocido por acabar con la vida de sus dos hijos de 2 y 6 años, José Bretón, quien fue condenado a 40 años de cárcel. Tras negarlo, y reportar a sus hijos como desaparecidos, confesó su crimen.

La madre de los niños solicitó la paralización de la publicación por intromisión ilegítima del derecho de honor, la intimidad y la propia imagen de los menores fallecidos. Según los primeros resúmenes del libro, El odio,buscaba indagar en la mente de un criminal.

En un ejercicio literario similar al que hace Emmanuel Carrère en El adversario. El autor, que durante más de tres años estuvo en contacto con José Bretón, transita en esta crónica por el filo oscuro de la vileza humana, esa que hace saltar en pedazos la vida entera.

El asesino culpó a su mujer de su propia desdicha sentimental y mató a sus hijos para que el daño fuera duradero y la acompañara siempre: “Si yo no puedo tenerlos ella tampoco los tendrá”.

¿Y qué se creen? El odio no ha llegado a México, aunque puede encontrarse en algunas tiendas virtuales. La verdad no sé si lo quiero leer. ¿Ustedes?

En fin, que entre Trump y este tipo me quedo con Judas. Hay veces que creo que el mundo se está desbaratando a pedazos y ya no tarda en despedorrarse por completo.

Creo que mejor me paso a retirar porque, antes de que nos trague la tierra, me pienso rifar unos tacos de suadero y con este pinchi calor ya me dio sed, de esa sed malévola que alegra el espíritu y que destruye las entrañas. Se me portan bien, no quiero quejas.

Cualquier duda o sugerencia con esta columna sin aranceles y que odia despertarse temprano, favor de mandarnos sus comentarios, extraordinaria damita, sensacional caballero.


Gabriel Duarte. Ciudad de México 1972. Es Licenciado en Mercadotecnia por la Universidad Tecnológica de México. Estudió literatura en SOGEM. Está por publicar su primera novela.


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