Igual no importa.
Andamos por la vida pensando en que viviremos para siempre, ¿qué pasaría con los libros pendientes si muriésemos ahora? ¿Cuáles son las lecturas que dejaríamos?
Andamos por la vida pensando en que viviremos para siempre, ¿qué pasaría con los libros pendientes si muriésemos ahora? ¿Cuáles son las lecturas que dejaríamos?
Por Iván Gómez (@sanchessinz)
Son las dos de la madrugada, si mi mujer se despierta y se da cuenta que no estoy dormido se va enojar; no es mi culpa, en estos días cualquier ruido (por minúsculo que sea) me despierta. Hoy, por ejemplo, me despertó el sonido de los grillos y las ganas de ir al baño, cosa ridícula, lo sé.
Además, en días pasados la tos me ha despertado, ya desde hace varios días siento algo atravesado en el pecho que intenta salir, mañana probablemente vaya al doctor pero no creo que sea algo grave, una infección tal vez.
Por eso estoy en mi estudio, con la taza de café debajo de mi mentón, esperando a que los pocos tragos que le he dado me despabilen para leer un rato, al fin y al cabo el trabajo me ha quitado demasiado tiempo para leer este último mes. Si tan sólo tuviera un poco de talento no tendría este horroroso trabajo burocrático en el gobierno, sellando papeles, dando los buenos días a gente que no le importa tu amabilidad porque piensa que estás en su contra al pedirle que se forme y espere su lugar. Qué asco. Es tan aburrido que estoy seguro que nadie ha escrito nada sobre eso (no que yo sepa).
Ya me siento más despierto. Mi… Mi, ¡ah!, ¿qué es esto?, mi pecho me arde, siento como si alguien me abrazara muy fuerte. Estoy sudando, tengo nauseas, quiero vomitar. Es (no quiero decirlo), es mi corazón. Ya varias veces el doctor me ha explicado los síntomas previos, entonces, ¿moriré? Pero yo no quiero morir aún, mi esposa estará bien, no tengo hijos ni deudas, eso no importa, pero ¿qué hay de mis lecturas pendientes?, ¡son demasiadas!, desde los libros que compré hace ya varios años hasta el que me encontré esta semana en oferta, no quiero, no puedo morir aún. Por favor…
Sí, esto es un infarto, el dolor en el pecho se está agudizando, mi cuerpo, estoy casi inerte en el piso, hay silencio, no hay mucha luz y ni siquiera tengo la fuerza suficiente para gritar y tratar de que mi esposa despierte, en mi estudio no guardo más que libros, no hay aspirinas por aquí, el teléfono, muy lejos…
Dios, dame aunque sea otros cinco años, te juro que renuncio a mi trabajo y me dedico sólo a leer, sólo cinco años más.
Ah… hace dos años un francés, es, es… le llama Patrick Modiano, ganó el nobel, quiero leerlo, dicen que, ah… dicen que es muy bueno y… dios, no. ¿Qué hay de Xavier Velasco y su última novela?, o del que jamás gana, el japonés que tiene títulos muy largos… ¡Murakami se llama! Además no he leído la obra completa de Fuentes ni de Vargas Llosa, tampoco la novela…
Dios, mi garganta ya no siente el aire, ya no veo muy claro, y el pecho, lo siente todo muy caliente. Momo, así se llama la novela. También hay muchos jóvenes que quiero leer, está una chica, ¿se apellida, Xi, Xilonen? Igual me han hablado buenas cosas de Alberto Chimal y Andrés Acosta. Dios, moriré sin leer tanto. Por ahí escuché que Woody Allen tiene un libro de cuentos… el techo no se está cayendo, mis… mis ojos, ¿todavía estoy viendo?
Es cierto, tampoco leí a Francisco Tario y ahora que se puso de moda ya me dan ganas, ¡tonto, tonto! Siempre tuve ganas de leer la poesía del esposo de Mary Shelley, ¿se llamaba Percy?, y la del músico Leonard Cohen, dios, mi memoria… ¿de quién es Balas en los ojos? Ya leí a Alexiévich, ¿verdad?
No sé si tenga importancia repetirme todos estos títulos, si de cualquier manera jamás hubiera leído todos los libros del mundo, ni siquiera todos lo que me hubiera propuesto, eso lo sé desde hace mucho; aun así, duele pensarlo, pensar que soy apenas soy un niño en las lecturas, a pesar de que inicié desde los 7 años. Dios, mis pensamientos se están trabando, ¿qué sí leí?
Se ve devastada, ni siquiera se vistió de negro, ¿ni siquiera pudo eso? Bueno, igual debo tratar de ser empático, no sé qué decir pero al menos le daré un abrazo; lo hago.
-Señora, no sé si me recuerde, soy Carlos, compañero de trabajo de su esposo. Siento mucho su pérdida, créame que todos los que lo conocimos lo vamos a extrañar mucho, era un hombre muy conocedor, con ganas de vivir.
-Cumpliría años el próximo mes, ¿cierto? -se lo digo al no ver ninguna respuesta, como para romper el hielo-
-Ay, hijo claro que te recuerdo. Él siempre me hablaba de ti y de todo lo que le decías, me contó que te admira por querer hacer tantas cosas y decir todo el tiempo que sólo estabas de paso en ese horroroso trabajo, incluso, me llegó a confesar que si muriera te daría su biblioteca a ti.
Sinceramente todo es muy reciente, y no me quiero desprender aún de su más valioso tesoro, pero cuando el tiempo se vuelva menos ingrato conmigo te prometo que te daré esa biblioteca. ¡Hasta te pareces a él de joven!
Hizo una pausa, las gotitas de agua en sus ojos se iluminaron con la luz del cuarto. Una lágrima recorre su mejilla, pero ella sonríe:
-Y sí, hijo. Cumpliría 79 el próximo mes.
A Iván también lo puedes leer en: https://vertederocultural.wordpress.com/