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Por Dulce María Ramón

Ciudad de México, 26 de mayo de 2021 [00:01 GMT-6] (Neotraba)

Hace apenas unos días se anunció la publicación de las cartas de amor entre el escritor y poeta francés Antoine de Saint-Exupéry y la escritora y artista salvadoreña Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña. Tal noticia causó un gran revuelo en el mundo literario. Y no es para menos, hablamos del autor de uno de los libros más célebres de la literatura universal, El Principito, publicado por primera vez hace setenta y ocho años. Desde su publicación, se han vendido un aproximado de doscientos millones de ejemplares en el mundo y existen cerca de 450 traducciones.

Los primeros adelantos que se dieron a conocer y que vienen acompañados de fotografías y bosquejos hechos por ella, dejan ver la parte más íntima de los dos.

Antoine de Saint-Exupéry. Foto Archivo EFE.
Antoine de Saint-Exupéry. Foto Archivo EFE.

De él, su carácter intrigante. De ella, su evidente autonomía. Así, lo explicó su biógrafo Alain Vircondelet a medios de comunicación: “Consuelo tenía un carácter exuberante y él era muy depresivo. Sus amores múltiples no son una señal de donjuanismo sino de una errancia afectiva”.

A pesar de ello, los dos protagonistas, siempre se mantuvieron unidos. Y esto lo demuestran sesenta cartas y telegramas que la pareja intercambió durante catorce años.

“Consuelo, cariño, no sabes hasta qué punto me haces sufrir”, escribió él. “Lloro de emoción, tengo tanto miedo de exiliarme de tu corazón…”, redactó ella.

De pronto, nos percatamos con este tipo de noticias de que el legado de la escritura de cartas es sumamente importante, pues no deseamos que por ningún motivo desaparezca, queremos conservarlo. Porque de esta manera nos encontramos desnudos, individuales y auténticos.

Un ejemplo de ello fue lo que leí en el año de 2008 en una revista electrónica latinoamericana, donde se publicó una entrevista realizada a la periodista cubana Liudmila Quincose, quien narraba que un día del mes junio de 1994 decidió dedicarse a escribir cartas por encargo.

Se anunció con un singular cartel colocado en la puerta de su casa con la siguiente leyenda: Escribanía Dollz: se escriben cartas de amor a cualquier hora. Cartas de negocios y cartas de suicidas de 8.30 a.m. a 3.00 p.m.

Nunca imaginó que, a partir de ese día, su domicilio ubicado en el municipio Sancti Spíritus, se convertiría en un lugar de desahogo para muchas personas. Se apostaban por horas para que ella les escuchara y, con toda paciencia, en una hoja en blanco describiera las emociones y sentimientos de quienes se lo pedían.

Continuó con este singular oficio durante más de quince años donde, además, se hizo especialista en los diferentes tipos de papel y en ciertas plumas fuente, aunque también había quien prefería que se escribieran sus cartas en máquina. Al cuestionarla sobre si era rentable ser una escribana en tiempos modernos respondió: las personas requieren expresar sus sentimientos, hemos olvidado hacerlo, yo soy el primer vínculo para que ellos tomen el lápiz y el papel sin miedo a ver escrito lo que su alma les dicta. Lo de menos es el dinero.

Liudmila Quincose. Foto de Raidel Gallo.
Liudmila Quincose. Foto de Raidel Gallo.

Por otro lado, en Ciudad de México, en la Plaza de Santo Domingo, aún se pueden encontrar a los llamados evangelistas, los cuales se dedican a escribir cartasde todo tipo. Han hecho de este oficio un modo de vida por décadas. En los años sesenta, comenzaron a hacerlo en grandes máquinas de escribir, con cintas negras y rojas. Las mesas eran de madera gruesa con grandes gavetas, en cada una de ellas había papeles tamaño carta y tamaño oficio, blancos y de tonos beige para cartas especiales (Hola, mi amor, mi vida, mi rey, mi príncipe, ¿cómo estás, corazón?, mi muñeca, mi esposa).

Después, llegaron las máquinas eléctricas, con lo que lograron anular errores de manera inmediata y comenzaron a llamarse a sí mismos mecanógrafos.

En el año 2015, como parte de una investigación sobre el significado del amor, la artista y ensayista Frida Robles decidió alquilar por quinientos pesos mensuales un escritorio en el portal número dos de esta plaza, con un horario de cuatro de la tarde a siete de la noche. Ahí, ofrecía el servicio de escribir cartas de amor gratis.

Cuando llegaba alguien interesado en el servicio, tomaba notas por un lapso de tiempo de quince minutos; con esa información, ella redactaba la misiva, después la entregaba y no volvía a saber más. Posiblemente su descubrimiento fue el hallar las distintas representaciones del amor en las palabras.

De alguna manera, leer lo que en tiempos modernos produce el escribir una carta nos deja ver el valor emocional que esto representa.

Porque escribir una misiva une de manera inevitable a dos personas, sin importar que pase por distintas manos o sea leída por distintas voces. La diferencia de lo que hoy vivimos es abismal, ya que escribimos en los muchos espacios de una red, donde la audiencia es muy amplia y, por lo tanto, hay un nulo compromiso de responder a cualquier mensaje.

Otra de las bondades de escribir una carta es que esta no reclama una atención inmediata, como un WhatsApp o un correo electrónico. Quien decide escribir una carta se toma su tiempo, porque requiere asimilar el entreteje de sus emociones, de la palabra correcta, con la intención debida. Y, si se trata de responder, sucede lo mismo, no existe prisa alguna, es todo con calma, con un poquito de reflexión y, por qué no, también con malicia.

La diferencia es que las palabras trazadas en una hoja de papel trasfieren algo que ha tocado una persona al tacto de quien la recibe. Esta es una de las mayores diferencias, definitivamente las palabras originadas en una pantalla no tienen el mismo ímpetu. Este hecho se deriva de que escribir cartas demanda usar toda nuestra mano y no sólo las yemas de los dedos. Algunos estudios científicos demuestran que utilizar únicamente el teclado para escribir trajo consigo un notable empobrecimiento de la capacidad de la construcción gramatical y comprensión lectora.

Por otro lado, hay quien supone que la nostalgia de escribir cartas a mano es solamente la añoranza las generaciones pasadas. Sin embargo, Sana Khader, joven hindú de veinte y cuatro años, es una fructífera escritora de cartas. Mientras la mayoría de sus amigos se comunican por su celular o reciben correos electrónicos, ella espera a que llegue el cartero para recibir las cartas de sus cincuenta y seis amigas, que radican en treinta y dos países del mundo.

Sana Khader.
Sana Khader.

Comenta que no ha podido viajar por el tema de la emergencia sanitaria pero que, al tener este tipo de comunicación donde puede ver el trazo de cómo sus amigas escriben y describen sus espacios, es como si estuvieran más cerca que nunca. Para ella, la diferencia de escribir cartas a mano es muy grande: Las cartas cuentan historias. Son reales. No ocultan los sentimientos. Anotar nuestros pensamientos sobre papel es una emoción. No siento lo mismo con los mensajes de texto que recibimos todos los días. Ninguna tecnología las supera.

Hay algo fundamental en este recuento de lo que significa la escritura de cartas. Las misivas, además de establecer y mejorar relaciones con las personas a quienes les escribimos, sin saberlo son un vínculo terapéutico a favor de sanarnos a nosotros mismos, porque manifestamos de forma libre lo que estamos viviendo.

Una de las ventajas principales de ello es que nos permite entrelazar momentos de la vida cotidiana, acrecentamos el valor del mensaje a través del poder de la palabra escrita. Las cartas persiguen objetivos muy distintos, estos pueden ser más o menos evidentes en el contenido de la carta, pero siempre se tiene un propósito táctico en la escritura.

Y esto se debe a que el pensamiento es más pausado que cualquier emoción; así como escribir es más parsimonioso que pensar. En este empalme de tiempos del sentir-pensar-escribir, la razón libera las palabras necesarias. Justamente es como la escritura, el cerebro y el sistema inmunológico se triangulan para nuestro bienestar emocional.

Así que, con o sin intenciones literarias, redactar cartas es una herramienta penetrante para entendernos y reconocernos con nuestro interior.

No importa cuál sea la profesión o el oficio que tengas, escribir cartas es como usar una podadora para dejar un jardín libre de matorrales que imposibilitan a los árboles y plantas ascender.

Escribamos con autonomía para que florezca nuestro espíritu creativo.


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