Entrevista a Aldo Rosales Velázquez.
Iván Gómez entrevistó a Aldo Rosales sobre su libro más reciente Tiempo arrasado, publicado por Revarena Ediciones.
Iván Gómez entrevistó a Aldo Rosales sobre su libro más reciente Tiempo arrasado, publicado por Revarena Ediciones.
Por Iván Gómez (@sanchessinz)
Morelia, Michoacán, 27 de marzo de 2020. (Neotraba)
He entrevistado sólo a las y los autores que admiro. Las tareas en las que nos embarcamos son legado de los diferentes maestros que tenemos a lo largo de nuestra vida, es por Óscar Alarcón que aprendí a ver la entrevista como otra manera de dialogar con los textos; por ello, antes que divulgar la obra por medio de este género busco responderme preguntas que surgieron en mis lecturas, atar cabos, debatir las ideas que el libro plantea o hablar de los personajes, que de lo bien construidos tienen tanta o más vida que yo, que cada vez siento que traiciono más a la vida encerrándome en mi cuarto a publicar los textos para mi sitio o escribiendo mis cuentos en vez de salir a recorrer el mundo.
Pitol se preguntaba en “La lucha con el Ángel” si “¿no implica ya una tradición a la escritura permanecer encerrado en una habitación hojeando diccionarios, eliminando o añadiendo aquí y allá una palabra?” Pero al menos, cuando tengo en mis manos libros tan bien escritos –y honestos, algo en lo que Aldo Rosales Velázquez (Ciudad de México, 1986) hará mucho hincapié a lo largo de la charla– puedo sentir que vivo en ellos.
Con la entrevista he entendido más su obra y su forma de ver la escritura. Y eso último es la lección que he han dejado sus palabras: la manera en la que habitamos la escritura es tan amplia y compleja como escritores hay en el orbe. No hay, ni habrá, un parámetro que te diga si tu obra vale o no la pena, o si la forma en la que concibes la escritura es la correcta, acaso el tiempo; pero, como se ve en su libro, quizá este no exista, y si sí, es engañoso.
Los personajes que habitan Tiempo arrasado (Revarena Ediciones, 2019) son la muestra de que el pasado puede ser un infierno para quienes no aprender a dejar ir, la melancolía no es por lo vivido, escribe Óscar de la Borbolla, y la esperanza, con toda su ambigüedad, puede ser el peor de los males.
Sus libros son un intento por responderse preguntas que tienen más de universal que de personales, pero los intentos de respuesta, reflejados en este y otros libros, sí son producto del trabajo de interiorización, de encarar los infiernos personales y del mundo para extraer de ellos, en el caso de la escritura, prodigios del lenguaje que nos hagan sentir menos solos. No hay nada como leer un libro y encontrar las mismas dudas e inquietudes, y entonces sentir que esa carga que llevamos ya es más llevadera.
La charla se llevó a cabo en el Hall de la Biblioteca Central de la BUAP el 22 de enero de 2020.
Iván Gómez. ¿Cómo influye el tiempo en los cuentos de Tiempo arrasado? ¿Se trata del eje central del libro?
Aldo Rosales Velázquez. Platicaba hace unas semanas con un amigo que es de Tlaxcala –ahí comprobé que los tlaxcaltecas son malos–, y me decía que por momentos le parecía que los cuentos son una extensión de otros libros como La luz de las tres de la tarde o Ciudad Nostalgia. Le respondía que en realidad la gestión de Tiempo arrasado fue muy orgánica; lo escribí más o menos en un mes, lo dejé reposar y regresé a él dos o tres meses después ya con ojos más frescos, y el proceso de revisión me tomó de tres a cuatro semanas.
El producto final mucho tiene que ver con Alejandro del Castillo, mi editor. Creo que tiene más tiempo con Alejandro que conmigo, porque –y uso una expresión que tomo prestada de José Emilio Pacheco en “La fiesta brava”– escribí este cuento en una noche pero lo pensé una vida. Tampoco puedo decir que llevo pensando una vida Tiempo arrasado, porque sería pretencioso y triste decir eso, sino más bien me parece que es un libro que, más que pensarlo –y espero que esta expresión llegue a buen puerto– fue sentirlo.
Partía de una premisa en torno a un término que se acuñó en la guerra, sobre todo en Centroamérica: de la tierra arrasada, que es cuando barrían con una población pero encima de matar a todos y de derribar todas las edificaciones quemaban la tierra para que nada naciera ahí en años, un acto inaudito de violencia dosificada, es decir: no voy a ser violento ahora sino en el futuro.
A raíz de eso pensé cómo sería algo arrasado pero no tangible, en este caso el tiempo: ¿Cómo sería el tiempo arrasado? Sería uno en el que no crece nada, en el que nada florece ni hecha frutos, a partir de esta concepción del tiempo nace el libro. Temporalmente me costó poco pero el tiempo desde que lo he pensado es el resultado de años, de una obsesión con el pasado.
IG. Pero aun cuando lo pensaste durante varios años no deja de sorprender que lo escribieras en un mes, ¿cómo es el proceso de escritura en Aldo?
ARV. Yo no creo tener ni oficio ni proceso. En un viaje platicaba con un autor, Omar Sánchez Carvajal, y me decía que él se sienta siete horas diarias a escribir, decía: así esté crudo o desvelado, lo hago; yo le dije: qué hueva. ¿Cómo puedes sentarte a escribir cuando no quieres hacerlo? Trato de escribir de la manera más honesta y orgánica posible, cuando no quiero escribir no escribo, creo que la escritura, en mi caso, es algo que no puedes hacer a medias, sino que va más allá de un horario establecido, no me gustan tanto las horas nalga.
Creo que escribir se asemeja en mucho al ejercicio fotográfico: sales, disparas, observas, y ya cuando llegas a tu casa revelas, trato de trabajar de esa misma forma: siempre estoy observando, siempre escucho a la gente… ya he dicho que me robo las historias, las anécdotas, siempre me digo: ese diálogo me gusta, esa anécdota, eso que acabas de decir… trato de vivir, por vago que suene, y cuando hay necesidad de escribir, me siento a escribir, por eso, cuando está tan contenido, me tardo muy poco, relativamente.
Tiempo arrasado, como muchos otros libros, me ha tomado tres, cuatro semanas de obra negra, y ya luego regreso. No lo hago constantemente, y cuando lo hago trato de que sea algo que ya no puedo contener.
IG. Eso requiere de una visión aguda, en tus cuentos, de momento las narraciones se pausan para que el protagonista diga lo que ve o lo que siente, eso me llama la atención porque deja entrever tus influencias literarias. Cuéntame un poco sobre ello, ¿cuáles son los autores que más te han influido?
ARV. Soy un fan a muerte de José Revueltas. Quizá no haya nadie mejor que él para ralentizar el tiempo e irse en el recuerdo, en el flashback. Varias de sus obras son cortísimas en un espacio temporal, pero dan para todo un libro porque los personajes siempre están recordando qué los llevó a tal punto, hay una serie de disertaciones de carácter humano que curiosamente dotan de grosor al libro. Creo que Revueltas fue el que más me ha influido.
También los norteamericanos. De Raymond Carver proviene este efecto de ralentizar el tiempo para explicar o plasmar algo.
Me preguntaban hace unos días, en Querétaro, cuál era el plan que había trazado para este libro, pero, ¿cuál plan? Yo no funciono así, quizá por ello me es muy difícil entender mis influencias en mis textos, leo con gozo y siempre apelo a la teoría de la milanesa: untas el bistec en huevo y leche y luego lo colocas en el pan: se le pegará lo que se le tenga que pegar.
IG. También usas el tiempo para evidenciar el absurdo, ¿para ti qué representa el absurdo? Tanto en los cuentos como en tu vida.
ARV. Pienso que no sé qué es el tiempo, y me lo he estado preguntando en más de diez libros. De repente me parece que es el combustible que te hace andar, de repente hay quien dice que el tiempo no existe, que es una percepción, hay quien dice que el tiempo se experimenta, que se vive, en fin.
También hay muchas cuestiones científicas que no me atañen porque no tengo esas herramientas; como sea, trato de seguir siempre en duda, si supiera qué es el tiempo real no existiría el tiempo arrasado, trato de explicar qué es el tiempo a partir de rodearlo, de no hablar de él hasta cierto punto.
Una forma menos estricta y mucho menos confusa de definirlo sería como un lastre, ese es más o menos el tono del libro: para alguien que se la vive recordando, el tiempo es una carga eterna que aumenta con cada minuto que pase. Alguna vez un autor decía que las palabras son etiquetas que le pones a las cosas adrede, tenemos una palabra para esto que estamos viendo: biblioteca, libro, amigo, persona, sillón, tenemos palabras para el futuro, para lo que va a pasar, y también para lo que ya pasó, ¿y por qué carajos existe el “hubiera”? No nos sirve, no es algo que pasó ni que vaya a pasar.
Me parece que todos los personajes de tiempo arrasado están cargando esta cruz del tiempo y del hubiera: ¿y si no hubiera dicho eso?, ¿y si hubiera hecho esto otro? Es curioso porque es algo muy mío, y se me hace una de las cosas más inútiles porque ya no lo vas a hacer. Creo que ese tiempo es un lastre, y un escudo para los que no sabemos vivir hacia adelante. Te repites a ti mismo una mentira hasta que te la acabas por creer.
IG. Y al mismo tiempo parecen muy resignados a que su presente es horroroso y ya no puede cambiarse, ¿tus personajes son un fracaso?
ARV. Sí, en la medida en la que yo soy un fracaso. Me parece que uno llega a cierta edad en la que de repente pareciera que los mejores tiempos quedaron atrás, al menos queda esa obsesión de decirlo, es este mal revueltiano, el decir: todo tiempo pasado fue mejor. Pero a lo mejor esos tiempos ni siquiera existieron. Estos personajes tienen mucho de mí, por eso se la pasan torturándose por cosas que pasaron o no pasaron, no sé si aceptarse como son es un fracaso o un triunfo, tal vez eso lo deba resolver a través de otra serie de cuentos.
¿Qué tanto de fracaso hay en decir esto soy y así avanzo? O en el decir: pude haber sido otra cosa. Creo que estos personajes, al igual que yo, se preguntan: ¿qué soy ahora?, ¿qué sigue?, ¿es momento de cerrar esta cicatriz o seguimos sangrando otro rato?
Los personajes de Tiempo arrasado tratan de no ver al futuro y voltear hacia el pasado, porque el presente parece no ser tan estable en muchos sentidos.
IG. Pero no todo es pesimismo, en “Un gato que se llame porvenir” los personajes ven hacia el futuro con cierta esperanza a partir de que rescatan a unos gatitos, ¿qué hay del futuro en los personajes?
ARV. Tal vez es porque el presente es demasiado aciago y el pasado demasiado doloroso. Está este otro grupo de personas que han pasado por sucesos terribles y en vez de refugiarse en lo que fue piensan en lo que será, a eso quería apelar, podría decirse que son personajes fracasados, pero entonces no sé qué tan fracasado es decir: lo que está atrás no me sirve, mejor veo hacia adelante, no sé si es una postura mucho más firme que los que ven hacia el pasado. Este tipo de personajes, que creo que no hay muchos en este libro, ven en el futuro una nueva oportunidad.
Me gusta pensar que lo que había en la caja de Pandora es la esperanza; pero me parece algo muy ambivalente: ¿la esperanza es el peor de los males o al final es un bálsamo para todo lo malo que haya pasado? Este tipo de personajes se queda pensando qué es lo que viene.
Óscar Alarcón. En la película Mad Max, se dice que la esperanza es un error…
ARV. Sí, y es terrible Mad Max. El Estado de México cada vez se parece a la película. Quizá la esperanza puede ser lo más terrible que le puedas dar a alguien, me remito a este cuento de Revueltas: “Verde es el color de la esperanza”, en el que un funcionario de gobierno está esperando a que lo vuelvan a contratar, y toda esta esperanza reside en que cuando lo despiden lo ven tan cabizbajo, que una persona por caridad le dice: un día lo van a volver a llamar, ya lo verá; eso lo mantiene anclado al pasado. No creo que la esperanza sea lo más benéfico, personajes como estos que ya lo perdieron todo pueden conocer algo más, pero cuando tienen esperanza… eso sólo los que se siguen atorando.
IG. Decías que los temas que abordas en Tiempo arrasado son temas que has tenido durante mucho tiempo, ¿cómo le haces para mantenerte fresco con el pasar de los libros?
ARV. Pues esa sería la pregunta: si sigo fresco. Es lo que mi amigo de Tlaxcala me decía: que hasta cierto punto Tiempo arrasado se siente como una exégesis de La luz de las tres de la tarde, no sé qué tan benéfico sea eso, yo le decía –y no es un afán de defenderme porque me parece que los libros se deben defender solos– que no sé si me sigo manteniendo fresco, en realidad; hasta cierta parte, estos libros han sido un intento para contestarme preguntas, quizá no llegue a respuestas y hasta ahí llegue mi escritura. Por otra parte, ya basta de hablar de eso, no quiero hacerlo por un tiempo, a menos que sea de forma consciente.
Por ello el siguiente libro, Foley, cierra esa obsesión por el tiempo. Y precisamente ahorita estoy en un periodo de silencio extenso, no sé hasta cuándo vaya a durar. Le comentaba a unos amigos que puede que no vaya a escribir nunca, yo no soy de esos que dicen que si no escribe se muere o cosas así. O puede que siga escribiendo pero no publicando, no son actos que deban ir unos con otros.
Ahora lo que quiero es profundizar en mi silencio y pensar si puedo seguir hablando sobre otras cosas, y creo que ahora quiero hacer cuentos que no se parezcan a estos, crear otros personajes, igual y salen libros peores que los anteriores… quién sabe, con este libro dije lo que tenía que decir.
Alguien me decía: si quieres a alguien que interprete el papel de un viejito amargado, pues llamas a Clint Eastwood y le va a salir poca madre, pero si quieres otra cosa, no, pues tiene un registro limitado. No estoy diciendo que yo sea muy bueno en este registro, más bien quiero ver si tengo la capacidad de moverme en distintas áreas y escribir cuentos que nada tengan que ver con esto.
IG. Muchos dicen que en Pedro Páramo vale más el silencio que lo que se dice. Y en general creo que en la literatura vale más el silencio, porque representarlo es todo un reto del lenguaje. Me llama la atención el último cuento, “Un árbol al fondo de la piscina”, donde los personajes acaban de perder algo y se van a un pueblo que nadie conoce… en su viaje, hablan muy poco, predomina el silencio. Ahora que hablabas de silencios, ¿cómo funciona en tu literatura?
ARV. Hay un cuento de mi siguiente libro que se llama “Terapia grupal”, que consta de dos amigos, una chica y un chico, que se conocieron en terapia, la muchacha es hija de una señora que se dedica a los efectos foley, que consta en producir los efectos de sonido para películas cuando los sonidos reales no pueden ser capturados.
En el cuento se dan cuenta de que cada sonido en este mundo puede ser producido de dos o tres formas: el sonido de una fogata, el sonido de un animal devorando a otro, el de las piedras cayendo, pero el silencio solo es uno, y no se puede reproducir.
Tiempo arrasado tiene un tamiz de mis experiencias en la escritura de guion cinematográfico, algo que me dijeron fue que no puedes poner cosas subjetivas ni analogías, deben ser cosas que se vean o se oigan, cosas audiovisuales, me parece que si alguien sabe producir silencios son quienes hacen guion o dramaturgia.
El librotrata de replicar esas técnicas, así, construyo silencios por medio de lo que hacen y no dicen los personajes. En una escena donde no vayan a hablar, todo debe ser por medio de las gestualidades, en el caso específico de “Un árbol…” ocurre así, por ello está más inclinado hacia lo espacial y lo que no se dicen, traté de que ese cuento fuera muy audiovisual.
IG. Ahora que hablabas de los silencios describías un poco la construcción de tus personajes, ¿a cuál le guardas más cariño?
ARV. El protagonista del primer cuento, “Mundo magia”, por ser de los más honestos, es muy torpe y tierno, se parece mucho a mí –sin lo tierno pero sí con lo torpe. Pero también se acerca mucho a lo que me gustaría ser: aventarme a hablarle a alguien, o a buscar un fragmento de mi pasado y ver hasta dónde llego.
IG. ¿Cuáles son los infiernos a los que Aldo se enfrentó para crear esos mundos?
ARV. Al del hubiera. Este fue un libro de experimentación con historias que no he tratado.
Intenté que este libro se diera de la forma más natural, trato de que así sea con todos, pero con este fue de: tengo una idea, me siento y a ver a dónde me lleva; de todos, el que se dio de forma más natural fue “Infierno número dos”.
Alguna vez en El faro Indios Verdes mostraron un documental que mostraba pinturas hechas por mujeres en prisión, en Santa Martha Acatitla, me pareció muy interesante porque sabía que detrás de esas pinturas había muchas historias, a partir de ese documental me pregunté cómo sería un cuadro que se llame infierno número dos, y así bajé a ese infierno, al de los personajes, pero no fue mío.
Del resto, representan todos mis infiernos: la esperanza, estar recordando. Tiempo arrasado es muy autobiográfico en muchos puntos. El cuento que se llama “Vacaciones de verano”, lo escribí luego de una ocasión en que fui a beber, y al siguiente día tenía un borrón de casete, y me decía: ¿por qué se me borró el casete si no siquiera me emborraché?
Otro cuento muy personal es “Pero tú no te olvidaras de mí, ¿o sí?”, ese es muy autobiográfico, porque nació de mi infancia, cuando tenía seis años me ponía a chillar y decía que no me quería morir… más que descender a un infierno fue revisar algo en lo que no había pensado desde hace mucho: ¿por qué lloraba cuando tenía seis años diciendo que no me quería morir? A través de la ficción traté de subsanar ese hueco.
IG. ¿La melancolía será el infierno personal de Aldo Rosales?
ARV. Sí, definitivamente. Lo curioso es que también es donde me refugio.
ÓA. Cuando presentamos Linde Faz te preguntaba si ya te sentías escritor, y tú decías que aún no, que quizá para llegar a ese nivel se necesita otra cosa. Pero si no eres escritor, ¿cómo te catalogas?
ARV. Sigo sin sentirme escritor y creo que me siento más lejos que antes, cada libro que publico me hace sentir un paso más lejos. Hace un montón que me dejó de preocupar si soy o no escritor. Creo que cada quien es escritor en la medida en que lo desea. Tengo conocidos que con un cuento ya se sienten escritores. Pero para mí lo que representa ser escritor es mucho más grande que eso y por ello siento que no estoy ni a la mitad.
Creo que tiene que ver mucho con necedad: ¿si no eres escritor por qué escribes? Pues quien sabe, a lo mejor ya estoy muy grande para ponerme a hacer otra cosa.
Podría decir que soy autor, pero para ser escritor debes avanzar todavía más. Otra opción es que este miedo o respeto al título es una forma de evadir quien soy, tal vez, y lo digo con toda sinceridad, soy un escritor mediocre. No lo había dicho por miedo, pero conforme pasan los libros me da menos miedo.
ÓA. Pero son once libros…
ARV. Bueno, es como en la lucha, hay gente que tira miles de golpes y no le atina a su oponente, hay otros que llegan, dan un golpe y con ese noquea al rival. No sé si vaya tanto en la cantidad, eso puede hablar de necedad y obsesión por querer decir cosas, a mí me gustan mucho las historias, soy muy chismoso.