“El muñeco diabólico”, ¿un refrito innecesario?
Chucky versión 2019 hace una velada crítica al lado oscuro del Internet de las cosas.
Chucky versión 2019 hace una velada crítica al lado oscuro del Internet de las cosas.
Por Jaime López
Aguascalientes, Aguascalientes, 15 de marzo de 2021 [00:01 GMT-5] (Revista Sputnik)
La octava cinta sobre el juguete más terrorífico del celuloide mundial, Chucky, no es una decepción, a pesar de su convencional trailer y de no tener la bendición de su creador y guionista original, el estadounidense Don Mancini.
Cabe recordar que el también productor del seriado, Hannibal, manifestó su molestia al enterarse de que la casa productora del primer filme sobre el muñeco diabólico (la Metro-Goldwyn-Mayer) preparaba un reboot del mismo, sin importarle que los estudios Universal ya dieron luz verde a una miniserie que también tendrá como protagonista al villano de cabello rojizo y overol azul.
Ahora sin la pluma de Mancini, la Child’s Play 2019 (por su título en inglés) revitaliza el tratamiento del origen de Chucky, otorgándole una narrativa muy al estilo de la nueva versión cinematográfica de Eso o el programa estrella de Netflix, Stranger Things, es decir, con un equipo de adolescentes al rescate.
¿El resultado? Un vehículo de entretenimiento aceptable que, si bien no destaca por su originalidad, logra enganchar a las nuevas generaciones gracias a su buen ritmo, así como por su velada crítica al lado oscuro del Internet de las cosas. Además, rinde un digno tributo a varios de los elementos exhibidos en la primera cinta.
De manera más detallada, Child’s Play 2019 respeta varias de las reglas del subgénero slasher, ese que tiene como protagonista a un asesino serial, el cual comete sus crímenes con cuchillos o artefactos similares. En este sentido, la aparición de los adultos es mínima y las acciones de Chucky obedecen a la humillación o rechazo de los que ha sido objeto.
Por su parte, las dosis de sangre mostradas a lo largo de la historia son las adecuadas para los amantes del género, pues no se sienten excesivas o metidas a calzador.
Igualmente, el humor irónico exhibido en las secuelas de Chucky también es preservado, aunque de manera más mesurada (ojo a la secuencia en la que una sexagenaria afroestadounidense recibe un peculiar regalo).
Finalmente, los efectos especiales generados con un bajo presupuesto y mediante animatronics también son dignos de resaltarse, pues evidencian el profesionalismo vertido por el equipo de trabajo comandado por el realizador noruego, Lars Klevberg.
Y qué decir del doblaje en inglés de Mark Hamill, el Luke Skywalker de Star Wars, que se encarga de interpretar a Chucky. Sus matices de voz dan cuenta de lo divertido que se la pasó en el rodaje, sobre todo cuando canta la melodía característica de su personaje, un plus a un producto que no tiene otra intención más que la de hacer pasar a la audiencia un rato divertido.
Este artículo apareció originalmente en Revista Sputnik, con quienes esperamos tomarnos muy pronto un pulque: