Por Alberto Jorge Zárate Ramos.
¿La experiencia de la vida es aquella que solo llega con el pasar de los años? En alguna ocasión por los valles poblanos, mientras hacía un recorrido en compañía de amigos y amigos de los amigos. Un hombre de edad avanzada me decía que en ocasiones “hay viejos que no saben ni siquiera como han llegado a viejos y hay jóvenes que ni siquiera saben que son jóvenes” y cada uno va desperdiciando su vida sin darle sentido o dirección. Francamente creo que muchas veces el omitir escuchar a la gente que ha recabado sabiduría de vida entre las líneas de expresión de sus rostros es uno de nuestros más grandes errores generacionales.
¿Se trata de seguir una norma que algún sector establece por conveniencia (sin importar cual sea) y entonces nosotros decir ok? Ya sea por una televisora, un decreto oficial o religioso o el capricho de una gran empresa volvernos parte de un grupo que celebra lo que nos dicen que hay que celebrar y por lo tanto por mis convicciones de no sometimiento ignorar lo que vale la pena, solo por llevarle la contra a los que nos intentan dominar. ¡Porque no intentamos simplemente hacer las cosas como deberían de ser! Hoy día lo más extremista parase ser no serlo, pues ser extremista está de moda.
Se lee mucho que los ancianos entre diversos grupos han tenido un rostro dependiendo de las necesidades, estorbo entre cazadores que se mueven en busca de alimentos, estorbo entre los grandes capitalismos que no les encuentran un lugar para que desempeñen un oficio o trabajo, un estorbo entre familias pequeñas, pues las familias pequeñas viven mejor. Porque no intentamos escucharlos y aprender en lugar de solo verlos como agentes que no nos comprenden. Sea por descuido, por negligencia o por simple capricho, nosotros que muchas veces nos quejamos de las situaciones actuales de nuestra sociedad, analicemos como se encuentra nuestro hogar y descubriremos muchas fallas, si es que nos atrevemos a verlas y nos ser nosotros mismos los que mañana seamos expertos en algo, pero olvidados por no poder ocupar un lugar funcional de nuestra suciedad, perdón, sociedad.
Celebremos a nuestros ancianos, a nuestros testigos de la historia que tuvieron las agallas en su momento de hacer las cosas, no solo entre letras y respetos, también entre acciones y actuares. Y preparémonos que en estás fechas también celebramos nuestras raíces, aunque ni sepamos trabajar la tierra, ni trabajar como hermanos entre hermanos.