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Puebla, México, 23 de enero de 2025 (Neotraba)

Fotografías de Daniel Bernal Moreno

Antes de comenzar el concierto me atacó un dolor de estómago que, quizá, lo provocó el hecho de quedarme encerrado en el baño del hotel en donde me hospedé. No es la primera vez que me quedo encerrado, podría hacer una crónica de los lugares más extraños en los que la ayuda de alguien más viene a abrirme la puerta. Aunque también es posible que, ese dolor de estómago, pudiera atribuírselo a la emoción de ver nuevamente a un cantante que pisó el Auditorio Nacional en 2010. En aquel concierto, Fito Páez se quedó afónico. Tuvo como invitados a Meme de Café Tacvba, Armando Manzanero y Susana Zabaleta.

Catorce años después de ese primer Auditorio Nacional, el recinto parece intacto, señal que le han dado buen mantenimiento y que han incorporado tecnología que se puede observar en las pantallas gigantes al interior.

Las continuas visitas al baño estaban por fastidiarme la noche. Antes de entrar, me tomé un naproxeno con Coca-Cola y una Bohemia oscura, con el deseo de que le diera solución al conflicto estomacal. El bar tender vio la combinación y esbozó una sonrisa debajo del cubrebocas. No me queda de otra, le dije.

Los asientos que me tocaron se ubicaban en la última fila (Puerta 28, sección Z) de un auditorio al que le caben diez mil personas y que estuvo a punto de llenarse, salvo por algunos lugares del segundo piso. Hecho curioso pues parecía que cerca de cinco filas estaban reservadas para algún invitado especial. Idea que descarté pues no creo que algún invitado especial le tocara asiento de gayola.

Fotografía de Daniel Bernal Moreno
Fotografía de Daniel Bernal Moreno

El concierto del 21 de enero de 2025, anunciado para las 8:30 de la noche de 2025, arrancó a las 9:10. Entre la Coca Cola y la cerveza, pasó por mi mente echarme un mezcal para ver si así disminuía el dolor, sin embargo, decidí esperar a que el naproxeno hiciera su trabajo.

El Auditorio Nacional se iluminó de rojo y Fito Páez abrió el concierto en donde festejó los 30 años de la aparición de su disco con más copias vendidas: El amor después del amor.

Páez también dio un concierto el 18 de enero donde apareció ataviado con dos ponchos: uno rojo y otro amarillo. Pareciera ser que esto se debió al frío que hacía en la capital mexica y que su concierto fue al aire libre, a pesar de ello, también conmovió al público asistente, a decir de Mónica Maristain: “El Zócalo lleno, recontra lleno, me voy a poner a llorar”.

Confieso que yo sí lloré al encenderse las luces y ver las letras enormes que anunciaban: El amor 30 años después. Porque ese Fito Páez, aunque suene cursi, les ha salvado la vida a muchas personas con su música. Incluyéndome.

Fotografía de Daniel Bernal Moreno
Fotografía de Daniel Bernal Moreno

Para la noche del 21 de enero, Fito apareció enfundado en un traje gris perla –algunos medios reportaron que era un traje blanco, pero qué más da– cantó todo el LP, desde la mítica “El amor después del amor” hasta “A rodar mi vida”, sin dejar fuera ni un solo tema de los 14 que integran el disco. Para ese momento la euforia era tal que el dolor de estómago se aplacó. Aunque más bien pensé que el agua carbonatada de la Coca Cola hizo su función.

Cuando “Brillante sobre el mic” comenzó a sonar me pregunté si solo faltaban dos temas para terminar el concierto. Y, cuando el disco terminó, vino el primer encore en donde “Al lado del camino” –del disco Abre– y “Ciudad de pobres corazones” –del disco homónimo– fueron los temas que más me emocionaron.

Una máscara de calavera y traje negro fue el vestuario que Páez, de 61 años y de una energía vocal que impresiona a cualquiera, eligió para rendirle un homenaje a sus abuelas asesinadas, en una versión furiosa y oscura: el juego de luces y tonos negros y rojos, por momentos, me hizo recordar a Frank Miller: “en esta puta ciudad, todo se incendia y se va, matan a pobres corazones…”

En el segundo encore, Fito se encendió de rojo para interpretar “Cadáver exquisito” –del disco Euforia–, “Dar es dar” –también del Euforia– “Mariposa Teknicolor” –del disco Circo Beat– “Y dale alegría a mi corazón” –del disco Tercer mundo. Para ese momento el dolor de estómago era cosa del pasado y las manos sudorosas continuaban.

Fito Páez logró reunir a cerca de 10 mil espectadores en una noche; días antes se dice que en el zócalo hubo más de 80 mil. Lo cierto es que final del concierto fue prácticamente a capela, pues “Y dale alegría a mi corazón” se repitió hasta que todos los asistentes nos cansamos de cantar y de aplaudir a un Fito Páez que nos traspasó con su música. Todas las canciones del disco El amor después del amor, tuvieron nuevos arreglos –nada similares al disco EADDA9223– tanto en las cuerdas como en los metales, hecho que hizo acercarnos a la música de cámara.

Ante los gritos de “Olé, olé, Fito, Fito”, el rosarino dijo al micrófono: “¿Quieren que toque de espaldas? Me ponen loco porque soy re pudoroso. No sé si alguien se merece tanto amor.”

Fotografía de Daniel Bernal Moreno
Fotografía de Daniel Bernal Moreno

Conforme fuimos abandonando el Auditorio Nacional se fue revelando un hecho: el promedio de edades de los asistentes iba de los 30 a los 50 años –este cálculo no es mío y fue a ojo de buena cubera.

En una de mis idas al baño, me encontré con un papá y su hijo de, aproximadamente, 16 años quienes dialogaban:

–Escuché sus canciones y no me convence.

–Hoy lo verás en vivo y te darás cuenta de que es otra cosa.

–No lo creo, papá.

La música de Fito Páez salvó alguna vez mi vida:

Hay secretos en el fondo del mar. Personas que me quiero llevar. Aromas que no voy a olvidar. Silencios que prefiero callar…


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