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Alejandro Jodorowsky, imagen cortesía de Leo Lobos, manipulación digital Óscar Alarcón
Alejandro Jodorowsky, imagen cortesía de Leo Lobos, manipulación digital Óscar Alarcón

Por Ignacio Íñiguez

Alejandro Jodorowsky regresó por primera vez después de 40 años a Chile era 1991. Desde el momento que en los 50 lanzó su pasaje de regreso al mar, este sudamericano había decidido salir a conquistar el mundo desde este extraño ombligo llamado Chile.

Hoy en 2011 Jodorowsky postula junto a las juventudes de todo el mundo que “la enseñanza racional hay que cambiarla toda, no sólo en la universidad, también las escuelas y las maternales. A los niños no hay que domarlos. En Francia por ejemplo no se educa a los niños se les doma. Y  luego hay que crear las escuelas de padres, esencial. Cuando la juventud entra en revolución es porque los padres no supieron darle lo que tenían que darle: una sociedad aceptable”. Por estos días presenta para Iberoamérica su más reciente libro de “poesofía”, denominado Poesía sin fin.

Su camino ha sido largo. En Francia fue donde cuatro décadas atrás escuchó a Roberto Matta tranquilizarlo al llegar porque no había nada que temer “¡no te preocupes, que aquí en París sólo los primeros 50 años son difíciles!”, le dijo el pintor. Eran los años ‘50 y Jodorowsky se unía a la fila de artistas inmigrantes mientras aplicaba el aprendizaje de haber forjando su carácter como mimo autodidacta en Chile; aprendiz de brujo y performista en México; cineasta de vanguardia en California; amigo de John Lennon en Nueva York; mimo profesional con Marcel Marceau en París, sin olvidar su escuela surrealista mexicana que había fundado con Topor, Arrabal y los campeones del Teatro Pánico. Sin embargo, secretamente seguía escribiendo silenciosa y celosamente esos textos que ni a los poetas chilenos Nicanor Parra ni a Enrique Lihn se había atrevido a mostrar.

“Yo siempre escribía poesía desde los 15 años pero recién me atreví a mostrarla a los ‘60, me daba vergüenza, porque sentía que era como mostrar lo que esta debajo de los pantalones. Yo tenía un ideal amoroso y me decía ‘existe o no existe el amor’. Y decía que el amor era como la guerra de Vietnam, con peleas y muertes y heridos…. y hace 7 años encontré a Pascale, y un día estaba firmando libros y leyendo el Tarot en París, y de repente levanto la cabeza y allí está ella, francesa de Vietnam. Hasta entonces no había conocido el amor, ni siquiera de mi madre. Y ya no pensé en la guerra sino en la paz”.

 

La primera vez que Jodorowsky visitó en 1991, Chile había vuelto ya la democracia y todo el proceso de la Unidad popular él lo había visto desde la distancia casi como un espectador.

“Yo no fui ni Allendista ni Pinochetista. Todo el mundo me pedía que hiciera declaraciones  yo dije: ‘yo no vivo eso, corté con mi familia, y en 1953 tiré mi libreta de direcciones al mar, me quedé huérfano y tengo una vida de huérfano, sin raíz’. Cometí un error, porque después me di cuenta de que no se puede cortar con la raíz, y por eso volví. Fue un error que duró 40 años. Para mi Chile es una isla mágica entre el cerro y el océano. Y siempre lo fue. Me fui de Chile cuando empezaba otro Chile, y cuando volví, ya se había acabado. Fue un salto nada más, el resto para mi es un sueño. Lo que es realidad para ti, para mi es un sueño. Entonces a mi se me unió el año 53 con el 88. Ese es el salto que dí. Soy como el tipo del cuento de Rip van Winkle, que se duerme y se despierta 400 años más tarde. Para Chile yo me dormí 40 años y después desperté y seguí normalmente. Yo me fui el 53 cuando era el gran apogeo del Buda, de “Nerbuda”, perdón de Neruda (risa). Y luego llegó Nicanor Parra a carcajearse: ‘De aquello que no se puede hablar no hay que hablar’ citando Wittgenstein… Esa poesía fue necesaria, aunque yo me eché 20 años para sacarme a Nicanor Parra de encima. Incluso el Loro de siete lenguas es (el título de) un poema de Parra. Pero luego dije ‘ya basta de crítica’, ahora viene la poesofía, un canto de amor al ser humano, una mezcla de poesía y filosofía, pero no crítica, sino un saludo al Todo. El Yo hay que disolverlo, qué daría yo por tener un ego como el de Vargas Llosa, pero ya no lo tengo. El ego es artificial, se forma delante de los otros, como el teatro: está el teatro de la Sociedad y el teatro del Ego, en que uno se pega a su nombre, como si fuera un perro: ¡Alejandro: guau!; Vargas Llosa: Grrrrr! Detrás del Ego recién te encuentras al ser esencial, sin límite, nacionalidad ni nombre”.

HÉROES, ARTE E INDUSTRIA

Cuando en los ’80 Jodorowsky estrenaba su nuevo traje de guionista de comics, y para su primer regreso al terruño en 1991, el comic era otro de los disfraces de su maleta de mago, que incluía sus trabajos con Moebius y otros grandes dibujantes, los que inundaron las mentes adolescentes francófilas con historias de fantasía épica del Metabarón y el Incal, residuos casi indelebles de la verdadera y original saga de Duna, su mayor fracaso ante el gran negocio del Entertainment corporativo.

“Yo te voy a decir cómo es el comic. Cada página de un comic cuesta US$ 1000, entre lo  que se le paga al escritor, al autor y al impresor. Y el comic tiene un mínimo de 46 páginas. Son US$ 46 mil que se invierten en cada número. Equivale a 40 millones de pesos chilenos aproximadamente. Entonces tienes que hacer un comic que se venda. Si no se vende, automáticamente hay una pérdida de 40 millones en 15 días, porque si el editor publica tres o cuatro comics por mes, tienes que hacer un comic que le guste al público. Entonces tienes que ver a que público te diriges, pensando que vas a entregar tu arte y que éste los va a entretener y que se va a vender, porque el comic es un arte industrial”.

Con la industria editorial enganchó mucho mejor que con el cine hollywoodense, hasta entonces sus cintas como “Santa Sangre” y otras lo hacían parecer una especie mago surrealista del cine alternativo estadounidense. Pero con Hollywood topamos, y su genio plasmado en los caracteres e historias de Duna, nunca vería realizarse dichas fantásticas visiones. Sin embargo lo que en la práctica fue un fracaso absoluto en términos industriales pues no pudo rodar la cinta, para él sigue siendo un gran logro artístico interior ya que le significó fundar sin querer una nueva era en el cine fantástico con superproducciones como “Star Wars” y “Blade Runner”, de las que -a su juicio- su proyecto “Duna” fue precursor.

“De Duna quedó la historia, el comic, los paisajes, todo. Fue un trabajo de preparación de dos años que no se hizo pero en cierta manera, La Guerra de las Estrellas, Blade Runner y todo el cine de ciencia ficción posterior fue marcado por el proyecto de Duna porque usaron todo mi equipo en el espectáculo del cine americano. En su momento ese fracaso me apenó, ahora no, en  el momento sí, fue como un duelo, como una muerte, es decir, dura lo  que tiene que durar y después uno se conforma y vuelve a vivir”.

Alejandro Jodorowsky, imagen cortesía de Leo Lobos, manipulación digital Óscar Alarcón
Alejandro Jodorowsky, imagen cortesía de Leo Lobos, manipulación digital Óscar Alarcón

Pero no siente rencor contra los grandes productores de Hollywood, por el haber anulado su aporte europeo al cine de ciencia ficción. “No fue querella con los productores. En esa época yo tenía como US$30 millones para hacer Duna que es como ahora tener US$60 o US$100 millones. Iba a ser “la” superproducción europea, el primer espectáculo de ciencia ficción. Hicimos un enorme script, imagen por imagen. Como 3 mil dibujos, pero cuando haces cine a ese precio, si no lo vendes en EE.UU. y sale en 2 mil cines no recuperas los US$ 30 millones. Entonces el productor francés fue a EE.UU. a conseguir la distribución norteamericana. Como no era una película norteamericana, los distribuidores no quisieron dar la distribución y EE.UU. mató el proyecto. Vieron que podían hacerlo ellos mismos. Después, picando mi equipo y mis ideas hicieron La guerra de las estrellas, Blade Runner y todo eso. Si tú ves el script de Duna veras que está todo eso y lo que hicieron después. Por eso yo no pude hacerlo.  Hubiera sido otro destino nada más, porque fracasar significa cambiar de camino”.

Aclara que la que hoy conocemos como la película Duna de Dino de Laurentis, fue un suceso colateral y posterior a esa primera y última puerta en las narices de parte de Hollywood.

“Después pasó que Dino de Laurentis compró el proyecto ocultándose detrás  de un pequeño productor italiano. Eso lo hizo después. Nunca choqué con él, digo nada más que es un mediocre pero no por lo que hizo, simplemente creo que es un gánster mediocre. Pero a mi no me cambió la vida. Si hubiera triunfado allí ahora sería un Zar en Hollywood, una especie de Spielberg. Yo no sé si habría sido bueno para mi vida, ¿qué se yo?, ¿en qué me habría convertido? Habría tal vez perdido la simplicidad… Tampoco quiero decir que soy como la zorra de las uvas cuando están verdes, pero habría sido otra vida”.

Para él, el cine es “el placer de la obra nada más”. Dice hacer cine para que sus hijos actúen. Como en la película de gángsters “Juan Solo”, que rodó en México. Es la historia de un guardaespaldas de un ministro que comienza chiquito. El problema es que tiene una cola de gato, es un monstruo y es sufrido y asesino. Llega a ser el jefe de los guardaespaldas del ministro que por equis circunstancia lo empiezan a perseguir para matarlo y se refugia entre los indios, se hace poeta y como tiene una cola lo confunden con un santo que ellos tienen con cola y se hace pasar por santo, empieza a jugar y después el juego lo agarra y da la vida por los indios para salvarlos de una sequía.

“Me gusta el libro de Fernández y dije ahí en la prensa que es de mal gusto, idiota y me encanta. Porque en el mal gusto hay un gran arte, cuando se es consciente. Por eso es que me encanta Bigas Luna porque es de un mal gusto consciente maravilloso. Las mujeres, su mundo sus gigoló son de un mal gusto que da escalofríos y es bello. En mi película me inspiré mucho en el mal gusto mexicano. El mal gusto consciente se convierte en belleza”.

CIUDADANO DEL MUNDO

Su trabajo como maestro multidisciplinario lo llevó a retornar a comienzos de los 90 a reparar su error con la tierra de su amigo Nicanor Parra. Empezaba recién con la locura del Tarot. Y de ahí a la sicomagia no serían ni diez años y otros diez hasta sus cabarets místicos y la psicomagia social que hace hoy día. La hiperkinesis de su naturaleza no lo dejaba tranquilo, pero su hábito de escribir poemas y relatos seguía siempre acompañándolo, aunque todavía inédito. Sus libros desde entonces los presenta primero en Chile. ¿Por qué?

“Yo siempre guardo los derechos literarios para Chile. Escribo desde los 15 años, siempre me consideré escritor, pero como vi a mis amigos escribir, lo mío lo guardé. El loro de siete lenguas lo guardé 30 años. Pero mis ideales literarios eran chilenos y todos los ambientes pasan allí. Yo tenía una locura, creé el teatro de mimos, con el que me mostré y ponía mis retratos en Ahumada. Luego convencí a Nicanor Parra y Enrique Lihn de que hiciéramos el “Quebrantahuesos”[i], yo lo pegoteaba, es decir hacía la parte gráfica y luego lo ponía en la calle una vez por semana. En ese tiempo yo quería que todo el mundo me conociera porque era la manera de ser visto. Claro que tenía talento también. Y el deseo de que me conocieran en Chile también era un deseo adolescente.

No haber entrado a Hollywood no fue sin embargo un obstáculo que le impidiera ser una estrella. “Si me dicen que soy estrella no es mi culpa. Acabo de ir a un Festival de Portland, Oregón y Seattle, donde daban mis películas “El topo”, “La montaña sagrada” y “La santa sangre”. El teatro estaba lleno, como mil norteamericanos. Cuando llegué se pusieron de pie a aplaudirme, soy leyenda en EE.UU. en el cine alternativo. En Francia soy star total del comic, yo llego a los salones y todo el mundo se para, en los círculos esotéricos soy conocido por el Tarot. Soy fragmentos de diferentes cosas. En otros lugares de la historia de la cultura soy el creador del Teatro Pánico, con Arrabal y  Topor.  En México soy conocido por el teatro. En cada lugar he sido leyenda por otra cosa, pero es no es mi culpa  eso se hace solo…

Traté de ser ciudadano del mundo, el mundo me aceptó y lo fui. Hice lo que tenía que hacer, sólo para darme cuenta que no era eso lo que buscaba. En México dicen que soy director de teatro mexicano, en Estados Unidos cineasta de vanguardia, en Francia star del comic, en Italia fue “La montaña sagrada” la que marcó el arco… En cada país que llego sale gente que me dice: “bueno, me marcaste la vida. De acuerdo, fui aceptado artísticamente. Pero humana y emocionalmente, flotas en el aire. Se necesita un lugar en el planeta.

Mis abuelos llegaron en 1901 a Tocopilla, en Chile hace más de un siglo. Cuando fui lo encontré igualito, es la ciudad más bonita del norte. Nadie habla de Tocopilla -y qué bueno que no hablen- porque es un pequeño paraíso. Yo tenía  unos amigos y se habían muerto todos, pero quedaba la hermana de un amigo. Fui a verla y le dije soy Jodorowsky y me recibió con un gran abrazo. Empezamos a hacer recuerdos. Mi casa estaba intacta frente a la plaza, el cuartel de bomberos al lado del cual viví estaba intacto. Lo único que había cambiado es que hay más automóviles, no se por qué si son tan chicos e inútiles. Las mujeres más bonitas de Chile están en Tocopilla, se lo digo a los aficionados, las más sexys. Y eso que Tocopilla son tres calles inclinadas. Recorrí todo el desierto y es telúrico, bello, árido”.

Jorge Teillier,  Leo Lobos, Ignacio Iñiguez, imagen cortesía de Leo Lobos, manipulación digital Óscar Alarcón
Jorge Teillier, Leo Lobos, Ignacio Iñiguez, imagen cortesía de Leo Lobos, manipulación digital Óscar Alarcón

[i] Quebrantahuesos es el nombre de un artefacto gráfico de cuño surrealista, que se traducía en periódicos de ediciones únicas, con noticias imaginarias, generalmente absurdas que resultaban de recortar y pegar palabras, columnas, letras fotos y lecturas de foto de diversos periódicos y fabricar así un periódico surreal, que se exhibía cómo él cuenta frente a un popular restaurant santiaguino en el Chile de los años 40 y 50, con las mas extravagantes noticias que el azar y el ingenio podían inventar.

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