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José Luis Prado. Foto de Alexis Salinas.
José Luis Prado. Foto de Alexis Salinas.

Por Adonai Castañeda / Luis J. L. Chigo (@NoSoyChigo)

Puebla, México, 22 de abril de 2020 (Neotraba)

Ya la Catedral se desdibujaba en el atardecer, eran aproximadamente las 7 de la noche. Lucía cansado, era el tercer día de la Fiesta Internacional del Libro en Puebla de la cual estaba a cargo. Después de una presentación en el punto central del Zócalo, le pregunté si podía entrevistarlo. Curiosamente mi objetivo era compartido por Adonai Casteñada, quien ya le había planteado la posibilidad de una charla.Intercambiamos números, acordamos un café y una visita al IMACP.

Después de ello, se llevó lentamente una mano a la cabeza y la dejó reposando en su frente. En voz baja nos daba la mala nueva: se cancelaba la Fiesta del Libro. La sociedad reclama constantemente el lento actuar de las autoridades frente a la pandemia. Antes de pedir el aislamiento voluntario por el brote de COVID-19, José Luis Prado recogía las carpas de uno de los pocos y más importantes eventos culturales de la ciudad.

Se desempeña como coordinador de fomento a la lectura y editorial del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla. En sus manos está dirigir uno de los proyectos más trascendentes de gestión cultural de la ciudad, pues en él recae combatir, por parte del Municipio, los estados actuales de lectura. Pero aunque su figura resuene en los ámbitos políticos-culturales de la zona metropolitana, José Luis Prado es autor de Si Algo Ligero, su primera novela, por accidente. Además, ha colaborado con Lado B y Círculo de Poesía.

La cita finalmente se dio un par de semanas después, en Complejo Cultural Universitario. Si no me equivoco, lo único abierto era el café donde se llevo a cabo la charla. La cultura pública dormitaba profundamente en el palaciego Complejo. Testigos de ello, Adonai y yo comentábamos lo solitaria que lucía la ciudad aquél día. El sol ya empezaba a dar muestras de su fuerza y las paredes blancas me hacían entrecerrar los ojos.

Salió del establecimiento con dos vasos desechables de americano y tomó asiento. La entrevista comenzó sin que nos percatáramos, pues el carácter afable de Prado tomó posesión del lugar. Retomamos el género de escritura media hora después de haber llegado. Creo que coincidimos en muchos puntos, empezando por las nuevas publicaciones del IMACP.

En mi caso, me firmó un ejemplar de su obra con tinta verde. Me vi impedido a poner en esta entrevista su respuesta sobre nuestra clásica pregunta del amor: Prado ya la había respondido hace tiempo.


José Luis Prado. Foto de Alexis Salinas.

Luis J. L. Chigo: Publicar con Nitro/Press habla de una renovación en el ámbito editorial del IMACP, ¿cómo es este nuevo semblante del Instituto respecto a sus ediciones?

José Luis Prado. Además de la parte de fomento, de gestión, es del Programa acercarnos y hacer comunidad con la lectura. También pensamos mucho en la parte editorial, que está en esa misma coordinación. Voy de la mano con Tatiana Vázquez, nuestra diseñadora editorial, una excelente diseñadora. Trabajó en la Universidad de las Américas mucho tiempo y estuvo haciendo cosas muy interesantes. Con ella justamente desarrollamos las ediciones del Instituto.

Tenemos una colección que existe desde hace años, que hemos recuperado en esta administración, se llama Los Antagónicos. Son cuadernillos de poesía en donde publicamos, hace un año, a César Bringas y después a J. A. Sánchez, un poeta de la ciudad de México que estuvo avecindado aquí en Puebla y anteriormente ha publicado un libro en Tierra Adentro.

Existe una de narrativa llamada Serie Los Urbanos, en donde están Gerardo Horacio Porcayo, escritor del cyberpunk en la ciudad de Puebla, así como un libro de cuentos de Federico Vite.

Desarrollamos una más que se titula Pedro Ángel Palou Pérez, en homenaje a este maestro. Es una serie que prácticamente va a editar libros de crónica. Después hicimos el libro de Salón Puebla, una colección gráfica. un catálogo de la exposición que se tuvo en la Galería del Palacio; está un cuadernillo más, Cuadernos de carnaval, sobre San Miguel Canoa, en coordinación con Ernesto Licona.

Ahora voy a pasar a las coediciones: a principios de este año, el primer libro de poesía en la colección de la Serie Los Urbanos, Hundimientos, de Yanira García, una poeta de Pachuca. Dicha colección me parece es muy cuidada.

Nitro/Press me parece una editorial muy interesante, siempre moviéndose en el borde, presentando otro tipo de narrativa. A finales del año pasado hablé con Lilia Barajas para ver la posibilidad de que hubiera una colaboración entre el Instituto y ellos. Me mostraron una serie de textos y decidimos publicar a Rowena Bali. No será la única coedición que haremos. Hace poco estuvimos en planes con Malpaís, de la Ciudad de México. La idea es que nos pongamos en contacto con las editoriales que trabajan una literatura distinta, no la literatura comercial, sino aquellas donde se recuperan voces.

Esto es parte de la identidad de la administración de Miguel Ángel Andrade, de fijarnos en aquello que existe en la literatura o en el espacio poblano. Estas editoriales, Nitro/Press y Malpaís, recuperan voces o géneros. Nitro/Press trabaja mucho con el género negro, que es esta literatura, como diría Piglia, marginada, vista de lado, pero que al final ha presentado estructuras y modos de entender la literatura de manera diferente. Ha sido un gran acierto haber trabajado con ellos.

LJLC. Ahora existe en el país una colindancia entre lo cultural y lo político. Un presidente que dice “hay que mirar a los pobres” a la par de un proyecto cultural posiblemente adecuado a ello, logrado a través de recortar fondos y redirigirlos. Desde tu puesto, ¿qué ves en la realidad cultural-social para permitir selecciones más marginales?

JLP. Tiene que ver con las formas lectoras, el modo en que estoy educado para leer y para entender mi contexto; con mi doble posición, de creador puesto como gestor.

No les negamos la entrada a escritores publicados en editoriales comerciales. Nos interesa, ya sea lo elitista o lo marginal, el modo que se tiene para entender el espacio, las reflexiones en torno al lugar. En este caso, el lugar que habitamos.

Estos dos libros, de Porcayo y Vite, tienen una forma diferente de mencionar a la ciudad de Puebla. Esta mirada que, de pronto, no veíamos y que ellos nos ayudan a entender, sobre todo porque es la mirada del extranjero, la mirada del que viene de fuera. Aquel que no es como nosotros y por ello tiene una mirada mordaz. Esa es una de las características que me interesa.

José Luis Prado. Foto de Alexis Salinas.

LJLC. Ser marginal en Puebla es un poco complicado, al público le es difícil voltear a las orillas. ¿Es la razón por la cual las corrientes literarias en Puebla son silenciosas?

JLP. También me parece que siempre ha sido complicado. Puebla es sólo un espectro teniendo al monstruo de la Ciudad de México muy cerca. Ha sido difícil generar. Antes se decía “para que lean a un escritor poblano se tiene que pasar a otra dimensión”, es decir, ser publicado a nivel nacional. Tenemos a los escritores que se publican únicamente en Puebla y lo complicado de la distribución de los libros. El hecho de llegar a un nivel de distribución como tal te pone en un panorama nacional.

Sin embargo, sí ha habido momentos importantes de la literatura: esos años en los que estaba Raúl Dorra generando espacios de creación con ciertos escritores; también Donoso, por ejemplo. Luego tuvimos otro momento importante con la Casa del Escritor; ahí estuvieron Daniel Sada y Guillermo Samperio.

Estoy pensando en narrativa únicamente. Pero también teníamos aquí a escritores como Alejandro Meneses, quien generó a muchísimos autores. Alejandro Badillo, Elías Dalva, Judith Castañeda, por decir algunos nombres. Había otra línea de autores como Rodrigo Durana y Ricardo Cartas, el movimiento Ultracostumbrista, a quienes recuerdo haber visto en los talleres de Samperio. De esa época era El Almuerzo Desnudo, con una propuesta distinta, medio marginal: Yussel Dardón, Memo Garay, Guillermo Carrera.

Los espacios en Puebla han existido, y me parece que las posibilidades de la parte editorial también. La BUAP editó a muchos autores; algunos que no tuvieron cabida, como Yussel: no tiene un libro en la BUAP pero sí en Tierra Adentro. No sé hasta dónde llega la posibilidad de ser marginal o no en Puebla. Uno no puede acercarse, hacer sus instituciones y llevar la propuesta editorial que tiene.

El trabajo en la periferia es más bien una posibilidad que tiene ahora el Instituto de manera central. Descentralizar e ir, recuperar espacios y trabajar con esa gente con la que no se había trabajado antes. Es una necesidad que tenemos: no solamente se trata de recuperar bibliotecas sino trabajar en ellas, dejar esta semilla que impulse a la propia gente para que se apodere de sus espacios. Abrir una biblioteca pero también hacer que la comunidad pida más cosas, no solamente a nosotros, sino a todas las instancias culturales.

Adonai Castañeda. ¿Consideras que Puebla es un lugar idóneo para la escritura y la lectura?

JLP. Cualquier espacio, en realidad. Puebla no tiene algo distinto a Xalapa o la Ciudad de México, en ese sentido. Puebla tiene una historia, eso sí, reconocible. Además, lo digo desde mis recuerdos; seguramente alguien mayor a mí diría que existió, por supuesto, el maestro Palou, que ahí también se formó la gente. Considero que cualquier espacio en las ciudades tiene esta historia.

El tema es cómo podemos expandirlo, que no solamente el Centro de la ciudad sea el lugar de las librerías, de la cultura, de las presentaciones, sino que podamos llegar un poco más a las actividades como recorridos en las bibliotecas o acercarnos a las escuelas en las juntas auxiliares. Difícilmente sus habitantes vienen a las actividades que tenemos en el centro, sobre todo porque centralizamos todo. La idea es escaparle un poco hacia afuera.

LJLC. El objetivo esencial es que la gente lea. Sin embargo, año con año vemos cómo las estadísticas siguen siendo desalentadoras. Entonces, ¿cuál es la estrategia básica, más allá del apropiarse del espacio?

JLP. Hay ciertos mecanismos. Nosotros trabajamos con muchas personas que se dedican a la mediación. En el Instituto, Meredith Rivera, egresada de Letras, es quien hace mediación con niños y jóvenes. Es necesaria su aportación porque pensamos casi siempre desde los adultos, desde la gente de nuestra edad.

José Luis Prado. Foto de Alexis Salinas.

Las actividades de fomento que hemos estado llevando a las juntas auxiliares, son para quitarnos un poco la idea de que las bibliotecas sólo son espacios para hacer la tarea, donde te encuentras al bibliotecario mal encarado que, si no sabes qué libro estás buscando, no te va a ayudar y por supuesto nunca más vas a regresar.

Lo que estamos intentando hacer es, en esta recuperación de las bibliotecas como la de San Jerónimo y San Miguel Canoa, poner los libros a ras de suelo, para que sean alcanzables, para que los niños lleguen y los tomen, sin ningún problema. Quitando del esquema argumentos que siempre te ponen en un standby, regaños que impiden podamos acercarnos al libro. “Chin, no, entonces, ¿para qué vengo si aquí sólo me van a regañar?” Es abrir este esquema de que son espacios, justamente, para sentirte bien. El trabajo de mediación consiste en que haya una persona que reconoce ese espacio, y que puede sentarse con ocho niños para acercarlos a estos mundos literarios.

Pensamos desde las novísimas generaciones y para los jóvenes de preparatorias y secundarias. Trabajamos con la idea de llevarles a los escritores, para formar charlas amenas con ellos. Yo me he sorprendido porque, en algunas secundarias o preparatorias, me veo reflejado. Reflexiono en cuáles eran las actividades que me hacían sentir bien o que me hicieron caminar hacia donde estoy ahora. Recuerdo a chicos queriendo escribir, que tienen inquietud por la escritura, y que en esas charlas pierden toda inhibición, porque están viendo a otro par, a otro como ellos. Dicen “este cuate se ve joven, escribe, mira tiene un libro y tiene otro, ha ganado premios y se dedica a esto”. Esta idea de compartir la experiencia literaria y de la escritura es riquísima, para que puedan decir “yo también voy por ahí”.

Aparte, no solamente decir “aquí están los libros, aquí está el espacio bonito” sino regresar y tener esta empatía, que considero debemos tener como gente que se dedica al fomento. Es decir, si a ti no te interesan los libros, no habría nada que hacer. Pero si tú, al contrario, los disfrutas y lo compartes, vamos abriendo camino.

AC. En ese sentido, ¿cómo podríamos romper la extranjería entre la lectura y la sociedad?

JLP. Hemos hecho algunos experimentos que involucran salir a los barrios, con el programa de fomento a la lectura. Tenemos una biblioteca móvil que lleva el programa de cambalache de libros. Movemos un poco el chip y nos acercamos a los parques.

Por ejemplo, el proyecto de Los susurradores. Ves a una serie de gente que está susurrando textos y uno se pregunta qué está sucediendo ahí, así se van acercando poco a poco. De eso se trata, de acercar la literatura. Es hacer comunidad. Si la gente no viene al libro, entonces tú acércate con un poema, un fragmento, un relato. Ha habido cosas maravillosas. Yo he visto gente adulta intrigándose con la actividad y terminan susurrándole un poema a su pareja. Ahí estás haciendo un click impresionante.

LJLC. ¿Qué espacios tiene ganados el IMACP, aparte de los parques, cuya posibilidad sea abrirlos al público general?

JLP. El ayuntamiento en realidad no tiene muchos espacios. El IMACP tiene únicamente el Teatro de la Ciudad, la Galería del Palacio, justo al lado… necesitamos forzosamente trabajar de la mano con otras instituciones: existe la posibilidad de hacer lecturas o presentaciones en el Museo Nacional de los Ferrocarriles. Ellos tienen un vagón, El vagón de la poesía. El año pasado hicimos ahí tres lecturas. La idea es que podamos trabajar en concordancia con otras instancias, porque nos faltan recintos. Ahí sí está complicado.

Debemos ir a la contra. Sí hay una Casa de la Cultura, ahora una Casa de los Azulejos, con este perfil, pero pertenecen a la Secretaria de Cultural del Estado. Ellos están trabajando en el Centro, con espacios ya ganados en cierto sentido porque la gente se encuentra ahí todo el tiempo. Me parece que la preocupación del Instituto es salir. Decimos “entonces apoderémonos de los espacios como los barrios, como las unidades habitacionales y empezar a hacer cosas ahí.” En donde, insisto, no vamos normalmente.

LJLC. Efectivamente, los INFONAVIT como el de Bosques de San Sebastián, el de San Ramón o La Margarita son espacios culturalmente inactivos.

JLP. En La Margarita ya hicimos algo. Pilotamos ahí dos cosas: tuvimos un recorrido el año pasado, La muerte es un sueño, similar al del Centro Histórico. Había muchísima gente y fue en la tarde-noche, lamentablemente llovió. Fue un punto medular para voltear y decir “oye, vamos a seguir por estos espacios”. Nosotros, tendrán noticias pronto, en este año queremos proyectar una Fiesta del libro en una unidad habitacional.

LJLC. Llegados a estas zonas de la ciudad, ¿la cultura es capaz de anular la delincuencia cotidiana que viven sus habitantes?

JLP. Lo dudo, es una utopía. La cultura nos pone en el lugar del otro, pongo de ejemplo a la literatura: al leer te descoloca de ti mismo. Entonces, depende de lo que estés leyendo, te dará una posibilidad de reflexión. En ese sentido me parece muy importante leer. No creo que sea como tal un antídoto pero siempre será una posibilidad.

LJLC. ¿Se impone en el IMACP una visión complaciente con las esferas del poder político? Creo que lo ideal sería no volver a sacralizar al gobernante desde la cultura, como sucedió con la pintura sobre la muerte de los exgobernadores.

JLP. Se trazan unas líneas. En ese sentido nosotros pensamos en la idea de la descentralización y en generar comunidades. A partir de ellas tenemos que trabajar, pero no tenemos la obligación de hacerlo como activistas. Eso no existe en el Instituto, lo cual agradezco porque nos da la posibilidad de trabajar con muchísima gente que está aquí, muchísimos de los creadores que habitan la ciudad. No necesariamente poblanos, sino gente que hace su trabajo acá.

Lo que sucedió en la Secretaría de Cultura de esa administración fue bastante triste: que tuvieras ahí a un pintor haciendo un homenaje extraño; sin embargo, nosotros trabajamos con los artistas y, sobre todo, nos interesa la comunidad, la ciudadanía, estos espacios lejanos. No podríamos estar en el mismo chip, de estarnos haciendo homenajes propios. No, me parece que esto no ha sucedido en toda la administración.

José Luis Prado. Foto de Alexis Salinas.

LJLC. Ahora quisiera acercarnos a tu obra. Tu libro Si Algo Ligero está publicado en Tierra Adentro. Estuve en la presentación de Sonámbulos de Alejandro Espinosa Fuentes en el Puente de Bubas, ganador del Premio Nacional de Cuento Breve Julio Torri, donde fuiste moderador. ¿Cómo es el vínculo de tu trabajo como gestor cultural del IMACP y como escritor?

JLP. Conocí a Claudia Zepeda y a mi parecer realiza un buen trabajo. Cuando entré al Instituto quise recurrir a ellos. No sólo con el FETA sino también, por ejemplo, con el INBAL; el año pasado estuvimos transmitiendo por Internet el seminario que impartieron sobre lenguas indígenas. Tuvimos una colaboración con el poeta y editor Carlos López.

Hace muchos años el IMACP tenía esta cercanía con otras instituciones, tratamos de replicar ese modelo. Escuchabas que alguien importante daba un seminario en la Ciudad de México y se veía cómo traerlo a Puebla. En el caso de Tierra Adentro procuramos traer a los premios nacionales, sobre todo para llevarlos a los más jóvenes los conozcan, los inspiren a tomar la palabra. Es uno de nuestras colaboraciones más importantes porque a la larga muchos de ellos pueden volverse agentes importantes de la literatura.

AC. En tu obra predomina el pensamiento del viaje. “Al paseante solitario le incomodan de sobre manera los encuentros. El trato con la gente lo vuelve reflexivo”, así lo mencionas en tu libro. ¿Podríamos decir entonces que el viaje, el paseo, son actos solitarios?

JLP. Hay una distinción. La idea del paseo, recordando a Stevenson o al mismo William Hasley, es la posibilidad de caminar a solas. La posibilidad de caminar, pensar, observar en soledad. El viaje sí se puede compartir, con amigos, con pareja. El paseo, además, es corto mientras te planteas un pensamiento, llevado a cabo por un ritmo en específico. No podría suceder en el acompañamiento, te interrumpe.

AC. La lectura de Si Algo Ligero remite a otros autores, tales como Robert Walser, Winfried Sebald e incluso existe una referencia a Germán List Arzubide. ¿Cuáles son tus influencias literarias?

JLP. Para escribir este libro una suerte trazada que en ese momento me interesaba. Como ya lo mencionamos, se trata del tema del paseante. Recurrí entonces no solo a autores literarios como Hasley, Stevenson, Walser, Sebald, que tienen esta misma línea, sino también quería buscar otros creadores con esta temática. Cuando trabajas con algo las creaciones de distintas personas se empiezan a sumar, como si se tratara de un diálogo. Encontré a Luigi Amara y su libro A pie. A Le Breton, Elogio del Caminar. Lo hallé todo de manera gratuita.

Me interesa la textura que se presenta e lo mínimo y esa fue una gran lección de Walser. Cómo aprehender los instantes, como estas cosas que no vemos. Lo pensé mucho porque el libro es una suerte de homenaje silencioso a su figura. Para lograrlo lo primero que tuve que hacer es descolocarlo, entonces el cuaderno es un descolocamiento del sujeto. No aparece como tal pero sí aparece. Era la punta de hierro de mi escritura.

AC. Y a propósito de Sergio Pitol, a quien mencionas en el primer capítulo, ¿cómo lo recuerdas en tu escritura?

JLP. Fue un gran embajador de la cultura. Podríamos usar el cliché del gran lector, pero prefiero mi idea. Pitol me acercó a muchas obras y escrituras. Si no fuera por sus traducciones, probablemente jamás hubiera leído a Gombrowicz o a Jerzy Andrzejewski. ¿Cómo los leería en polaco? A Tibor Déry, a Boris Pilniak y a muchísimos más. Todos ellos también son parte de mi obra.

AC. Estos instantes que mencionaste remiten también a la fotografía.

JLP. Metaforiza la mirada y consecuentemente la creación. Pienso que la particularidad de un escritor es esa: mirar de otra manera las cosas, a la gente, las características. Es un aprendizaje del ver y del observar.

AC. ¿El viaje da cabida para el amor?

JLP. Tristemente, a los personajes de mi libro no les sucede. Me gustaría pensar que sí sucede, pero se vuelve un lugar común. Justamente el leitmotiv de las historias es lo contrario: los grandes fracasos que le suceden al personaje. Nunca se culmina nada. Siempre un “casi pero ya no”.

Además, el viaje y el destino son dos líneas paralelas; el viaje se concluye. Me interesa más el cómo llegas. La ciudad destino, la que sea, me tiene sin cuidado, no así lo sucedido antes, durante.

Alguien decía que mi libro es un homenaje al no-lugar. Lugares a los que nunca llegas.

AC. Uno de los grandes fracasos de Latinoamérica es la migración. Para quienes no pueden confinarse también existe este no-lugar todo el tiempo. ¿Qué pasa cuando el viaje es obligado?

JLP. Siempre tendrá que ver con las condiciones, más teniendo cerca a los Estados Unidos. En el ’86 viví en una frontera, la de Reynosa y en el ’89 en Tijuana. Esa parte del libro apela a la memoria.

Era obligado ver la posibilidad del borde. La frontera como un no-lugar. Perteneces a los dos lados, hablas dos lenguas al mismo tiempo. Se vuelve una necesidad creada por el sistema. En Reynosa había mucha gente trabajando del otro lado de la frontera pero vivía en México. No se iban totalmente, al final del día regresaban a su casa.

Sin embargo, no sabemos si se concreta. Puede incluso ser una experiencia fallida. Ellos regresan a México, no se vuelven inmigrantes.

AC. En cierto punto mencionas también que “perderse en el camino implica un diálogo críptico entre Dios y el universo”. ¿Qué significado tiene perderse?

JLP. Es la posibilidad del azar en el espacio. Esta cita refiere a que el azar es tan grande que uno puede moverse por donde se quiera.

AC. ¿Y qué hay del silencio? ¿Es inherente al viaje?

JLP. Esa fue una de mis preocupaciones más grandes. ¿En dónde está? Es como el pase, es un no-lugar o un no-tema que existen y arrojan la posibilidad de la reflexión. En el paseo y en el silencio eres capaz de escucharte.

LJLC. Y en un contexto como el nuestro, ¿cómo se logra ser un paseante?

JLP. Está romantizada la idea del paseo. Mencionas el verbo e inmediatamente el pensamiento remite a lugares bonitos, con árboles y sombra. Para mí eso es lo menos en una ciudad como esta. El paseo no requiere un lugar ideal. Se puede incluso escribir caminando, en cualquier espacio.

LJLC. Entonces pasear y caminar son condiciones ontológicas.

JLP. Desde la historia clásica: ahí están los grandes mitos donde hay que moverse

AC. ¿Qué sigue para José Luis Prado?

JLP. Espero el dictamen de una novela, a propósito de Si Algo Ligero, que sucedió casi como un juego. Era un libro de cuentos unificado y terminó apareciendo como novela. No me molesta una novela fragmentaria, se trata de una lectura interesante.

Realizo ahora mismo una novela donde el objetivo es descolocarme a mí mismo, quitando la idea de la metaficción. Hacer algo más realista. Trabajo con una historia que implica parte de la violencia que vivimos en la ciudad.

Se trata de arriesgar, abandonar un lugar seguro. Trato de hacer cosas distintas. A veces no sé a qué género pertenecen mis escritos.

José Luis Prado. Foto de Alexis Salinas.

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