Días antes de que Milton Friedman muriera, declaró en plena tragedia ambiental en los Estados Unidos, que era el momento de privatizar la educación, pues se debía de aprovechar la catástrofe del huracán “Catrina”. Parece que unos años más tarde el gobierno mexicano ha escuchado esto.
En semanas pasadas el Gobierno Federal puso en marcha el “Programa de Financiamiento a la Educación Superior” en el que ha invertido dos mil 500 millones de pesos con la finalidad de otorgar créditos a los jóvenes que quieran estudiar una licenciatura o posgrado dentro de las universidades privadas.
¿Cuál es la ayuda?, ¿endeudar a los jóvenes?
La deuda podrá liquidarse en diez o quince años, con interés anual de 12.5%. Con esto ganan los bancos y las universidades privadas, mientras que los estudiantes prospectos sólo estarán trabajando —si es que encuentran empleo— para las instituciones antes mencionadas.
En contraste, la inversión del Estado en Universidades públicas es del 5.7% del producto interno bruto, según lo OECDE; por ello éstas tienen que someterse a políticas de organismos como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional para la obtención de recursos y de las tan renombradas certificaciones, hipotecando con ello su calidad.
La tarea del Estado es reforzar la educación pública mediante una mayor inversión. No hay nada de que alegarse con éstas políticas emanadas de un sistema económico en crisis. Que no ocurra lo que en Chile, en donde la deuda que adquirieron los jóvenes con un programa similar, ha provocado grandes disturbios.
Felipe Calderón, no somos imbéciles.
Por una educación pública.
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Gilberto González