De catorce y riendo, tres
Tres poemas de Edgard Cardoza Bravo. Festivos, nos ponen a bailar entre versos cuya música se compone a la luz del individuo.
Tres poemas de Edgard Cardoza Bravo. Festivos, nos ponen a bailar entre versos cuya música se compone a la luz del individuo.
Por Edgard Cardoza Bravo
Ciudad de México, 09 de octubre de 2021 [08:07 GMT-5] (Neotraba)
De los muchos rostros que Alejandra tenía, aquel era el que
Ernesto Sabato
más le pertenecía a Martín (…): expresión de desdén contra Dios
o la humanidad entera o, más probablemente, contra ella misma.
Martín, Bruno, Alejandra: gregarios de esta trama que revive ahora al son de los compases de la aurora y el trino en distorsión de mil canarios. Fernando y su obsesión por la ceguera, una historia de incesto: degollado jinete que Escolástica porta en el marbete de una senil y abyecta borrachera. Entre cuervos y albugíneos egos todos danzan la sombra a su manera. Cual islas infectadas de ceguera aguardan el clic mágico del fuego. Alejandra, libérate, hay vislumbre haciendo de la vida una costumbre.
De lejos divisando las glorias de la tarde la obsidiana devuelve el brillo de la espada que los conquistadores dejaron olvidada bajo los taquezales, desnuda y sin alarde. El brillo de los siglos se muestra ufano y arde por entre las baldosas de tierra confinada. Es un silencio eterno lo que hace que la nada se convierta en la historia valiosa de la tarde. PIEDRA DE SOL, profunda y octaviana: "Un sauce de cristal, un chopo" etéreo como el rayo entre Dios y el idioma de las constelaciones. Extática en el ritmo de las viejas canciones, y el "caminar del río" que en su trínico cauce avanza, se alebresta demás, y da un Moncayo.
Señalaba la lúnula la luna, el aire acarició la columela y pasó de las caries de una muela a esa mosca que yace sin fortuna extinguiendo sus claves una a una, pues de un zape torció la escarapela. Fue cuando hasta la piel de la glabela ascendieron rozándome la jeta estas líneas nombrables por rasceta, que equivocadamente sangradoras quieren actuar con golpe de raqueta, tal fuera ya magnífica la hora para bogar con ánimo de treta un proceloso mar de ardiente vela.