Por Iván Farías
Hace no mucho una revista literaria en Inglaterra lanzó una encuesta en la que le pedía a los lectores dieran la lista de sus escritores más queridos. No, de ninguna manera punteó a la cabeza Oscar Wilde, ni Dickens, ni siquiera el ladrillazo somnoliento de Joyce, el ganador absoluto fue J.R.R. Tolkien. Quien hasta antes de de las increíbles películas realizadas por Peter Jackson era un autor de poca difusión masiva. Claro, los intelectuales de siempre se infartaron y se condolieron por lo “mal que leían sus compatriotas”. Pero, me pregunto, qué le verían de censurable que una novela tan compleja, llena de matices, profunda y a la vez divertida fuera la preferida de millones de lectores en el Reino Unido. Nada, solo que la trama era de fantasía épica, o de espada y hechicería, es decir un subgénero.
Para los intelectuales cuadrados el hecho de que se ubicara en un sitio utópico, como la Tierra Media, que hubiera enanos, elfos y orcos, demerita los planteamientos que mueven la novela en general y las películas que en ellas están basadas. En un principio El señor de los anillos habla sobre el poder como corruptor de todo, sobre la ambición, peor también sobre la amistad y la fraternidad. A caso el poder que confiere el anillo no deforma y propicia traiciones y asesinatos, incluso fraternos.
La fantasía, el terror, la ciencia ficción son denostados porque dicen los intelectuales (escritores enfadosos) que se produce mucha basura. ¿Pero acaso en la poesía, y el cuento “normal” no hay también mucha porquería? ¿O no mucho de lo que se publica en los fondos editoriales de los estados debería mejor irse directamente a la trituradora?
J.R.R. Tolkien tardó varios años para crear de la nada todo un mundo, incluyendo lenguajes y fiestas de cada raza del libro. A diferencia de él, Robert E. Howard retomó civilizaciones ancestrales para dar un complejo contexto a sus dos héroes más conocidos Kull de Atlantis y Conan el Cimeriano. Ambos son seres que viven en un mundo medieval idealizado, donde la magia es verdadera.
Conan, en especial, es el más recordado por las distintas aventuras que vive su personaje, lo mismo por su abrupta bienvenida a la madurez (un despiadado monarca asesina a toda su aldea), que por su recorrido como bucanero en los mares hasta llegar a ser uno de los reyes más recordados de su tiempo. Howard era un lector confeso de literatura medieval. Uno puede desvelar entre sus páginas como mezcla sus conocimientos históricos con el dramatismo sangriento de sus héroes.
Fafhrd y el Ratonero Gris es una pareja de aventureros creados por Fritz Leiber que, a diferencia de los otros dos escritores citados, permea más de humor a sus personajes. Ambos se meten en problemas en una especie de tierra medieval llamada Nehwon. Sus personajes luego fueron retomados para crear Calabozos y Dragones, el juego de rol que fue replicado de mil y un formas.
A fin de cuentas, la fantasía heroica habla sobre lo mismo que habla la literatura “alta”, de los problemas humanos, de sus sentimientos y quiebres. Solo que en lugar de ser personajes reconocibles, aquí se disfrazan para no tomarnos tan en serio.
Iván Farías también habita en: http://difamacion-y-conspiracion.blogspot.com/