El viernes 6 de diciembre de 2019 se entregó el Premio Internacional de Poesía Ramón López Velarde 2019 a Alberto Blanco, galardón otorgado por la Universidad Autónoma de Zacatecas, dentro del Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde.
Por Pascual Borzelli/Óscar Alarcón (@metaoscar)
Zacatecas, México, 7 de diciembre de 2019 (Neotraba)
El viernes 6 de diciembre de 2019 se entregó el Premio Internacional de Poesía Ramón López Velarde 2019 a Alberto Blanco, galardón otorgado por la Universidad Autónoma de Zacatecas, dentro del Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde.
Durante la entrega del Premio, se dijo que Alberto Blanco es reconocido por “poseer una obra de inigualable calidad e innegable influencia dentro de nuestra moderna tradición poética”.
Entre los poetas que han recibido el premio se encuentran Ernesto Cardenal, Juan Manuel Roca y Óscar Oliva. El festival, históricamente es organizado por el poeta José de Jesús Sampedro, a través de la Universidad Autónoma de Zacatecas, con la colaboración del Instituto Zacatecano de Cultura (IZC) y el Sindicato del Personal Académico (Spauaz).
Entre otros libros, ha publicado Giros de faros (1979), El largo camino hacia ti (1980), Cromos (1987), El libro de los pájaros (1990), Materia prima (1992), Este silencio (1998), La hora y la neblina (2005), Paisajes en el oído (2012), Medio cine (2014) y La raíz cuadrada del cielo (2016).
También cuenta con una carrera como pintor y artista visual. En 2015, el Centro Cultural de Tijuana (CECUT) presentó una exposición retrospectiva de su obra. Además, formó parte de algunos grupos de rock en donde se desarrolló como letrista y cantante.
Presentamos un poema que aluden a su trabajo en el rock:
Lágrimas de cocodrilo
Oh You Pretty Things
Don’t you know you’re driving your
Mamas and Papas insane
David Bowie
Desde el tardío amanecer
después de que las sombras
borrasen el mediodía, hasta
las últimas horas de la mañana,
al final de una prolongada cacería
de sirenas y patrullas dormidas,
sin nada más para mantenerte en pie
que un poco de café y un poco de blanco
entre ceja y ceja la sublime obsesión
de no llegar a ser jamás otro del montón…
Para eso están los avioncitos de plata
sobrevolando el terciopelo negro
que se extiende entre la charretera
inexistente, pero alguna vez soñada,
y el brazo delgadísimo que se cubre
de las exigencias del mundo en forma
de un viaducto de humo que remata
redondamente en una burbuja de jabón…
Volar, huir, viajar, salir, escapar al fin
de esta cárcel de huesos transparentes
y sepulcros blanqueados; de esta guerra
que llamamos sociedad porque no hay
otra forma de llamarla… y que el dolor
quede atrás: ha sido engañado al menos
por una noche más, por una extraña
armada de estrafalarios desertores.
Que el mundo encuentre sus colores
en la cinta sin fin de pensamientos
que aparecen y desaparecen lentos
a veces, veloces las más, de la pantalla
de la mente que no consigue quedarse
serenamente en blanco. Sirenas, sirenas
en la rosada noche citadina se dan cita
delante de tu puerta a recoger las cenizas
de un mundo que llegó a imaginarse mejor
y a llorar unas cuantas lágrimas de cocodrilo.
