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Miyavi, metrosexual japonés. Imagen cortesía de Luis León Barreto.
Miyavi, metrosexual japonés. Imagen cortesía de Luis León Barreto.

Por Luis León Barreto.

Con esto de la depilación integral, la zona nudista de Maspalomas brillaba que era un primor: turistas, pijos locales. El hombre tiene la edad de la mujer que ama, dijo Confucio. Y el amor no mira con los ojos sino con el alma, añadió Shakespeare. Pero si no te adaptas a los tiempos, no te comes una rosca. Hoy las chicas los prefieren radiantes, inmaculados, con musculitos bien formados, sin pelo en pecho. Ellas se masculinizan, y nosotros nos hacemos más delicados. Sutil cambio de papeles que es alentado en los medios de comunicación, porque todo lo novedoso y efímero es lindo de veras. En este panorama, en Japón han aparecido los “kireos”, jóvenes urbanitas de cejas depiladas, cutis tratado, peinado milimétrico y mucho perfume francés.

En occidente son los actores y cantantes quienes marcan estas tendencias, allá los hombres buscan la belleza que los distingan de los demás. Todos acaban cuidando meticulosamente la imagen, como lo hace el cantante Miyavi, ejemplar típico de “kireo” que se aleja de la estética uniforme y apagada del ejecutivo. Las sociedades industriales de occidente y oriente cultivan la soledad y el individualismo, y tal vez algunos necesiten reafirmarse en medio de un panorama tan gris como el presente, con tanta crisis, con tantas dudas. El incremento de esta tendencia hace que los hombres gasten tanto o más que las mujeres en productos de estética, pues aparecen salones de belleza especializados, cremas para la cara y el pelo, afeitadoras para el vello del cuerpo y mascarillas reafirmantes. Incluso en Tokyo las tiendas 24 horas ofrecen paquetes con cremas, lociones y toallitas para hombres que se venden bastante. En 2011 los japoneses de hasta 34 años gastaron un 33 por ciento más que en el año anterior en productos de belleza, y la tendencia sigue.

Hoy lo que mola es sentirse aniñado y afeminado. En el resto del mundo también los hombres se arreglan las uñas, se hacen tratamientos faciales, se ponen mechas en el pelo, usan cremas antiarrugas. Quieren ser admirados por las mujeres y los propios hombres, y si reciben un piropo de otro hombre al punto lo aclaran: “No soy gay, pero gracias.” Oscar Wilde y los dandys del XIX ya eran así, narcisistas y provocadores, ahora -en esta cultura de pasarela- lo importante es que te vean. 

Contacto con Luis León Barreto.

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