Por José Luis Dávila.
Desde la primera vez que escuché esta palabra, me atrapó. Define muchas cosas que pasan en la vida diaria, define incluso a la vida diaria: una variación es una misma cosa pero quebrada. El día a día, por aburrido que nos llegue a parecer, siempre es una variación. Todas las fiestas a las que asistimos, aunque dependiendo del tipo de fiesta, son una variación de la primera en la que estuvimos.
Las variaciones se suceden y de vez en cuando parecerían una evolución, un cambio, un giro de tuerca que muestra algo distinto. Y sí, es distinto pero es igual a lo que había antes. Una de las aplicaciones más comercializadas de la variación como principio son, por ejemplo, los dispositivos móviles de Apple.
Las variaciones me suelen encantar o decepcionar, porque así son de polarizadas.
En música, hay una variación que no puede pasar desapercibida: Foals.
Desde el debut con Antidotes (2007), tres años después con Total Life Forever (2010) y ahora, este 2013, con el nuevo Holy Fire, los de Oxford han demostrado el culto a la variación. La música, pese a los cambios de registro en cada disco –de lo explosivo a la sobriedad de los ritmos y la meticulosidad de los crescendos, hasta el ahora constante contraste interno de la placa– es sólida en lo que busca: mantenerse en el fondo no como un estilo rígido, como es el caso de The National [aunque con ellos la variación es pertinente en tanto que no reside en la concepción de estructura de sus composiciones sino en lo que provocan al escucha, su materia sensible, y para jugar con esa variación hay que también estar consciente de lo que se quiere, no como técnica del efectismo sino como trabajo estético], ni uno demasiado distante que termine por carecer de núcleo, simplemente se ramifica pero su tronco permanece y sus frutos nunca dejan de ser de calidad.
Holy Fire por sí solo reúne las particularidades de sus predecesores, pero nunca es igual a ellos. Es distinto escucharlo a escuchar los otros dos discos, pero queda el remanente de saber que, sea como sea, hay una sola madeja de la que se desprenden y mucho de estas paradojas, si se me permite llamarles así, reside en la singularidad del sonido que Foals logra hacer que trascienda.
Foals, en fin, es variación de sí, un texto autoreferencial que se describe desde diversos espejos.