Una relectura de Diderot.
Juan Manuel Aguilar Antonio escribe sobre uno de los libros de Diderot: Pensamientos filosóficos, y sobre las nuevas interpretaciones a este filósofo.
Juan Manuel Aguilar Antonio escribe sobre uno de los libros de Diderot: Pensamientos filosóficos, y sobre las nuevas interpretaciones a este filósofo.
Por Juan Manuel Aguilar Antonio (@travelerjm)
Dennis Diderot es uno de los pensadores más apasionantes de la modernidad, y sin duda, el más trascendental de la ilustración. Desde la arena del ensayo, la novela, o en su labor de enciclopedista, deslumbra al lector con la agilidad de su estilo, la agudeza de sus argumentos y la fuerza en cada palabra de su escritura.
Mi primera lectura de Diderot se dio con su novela Jacques, el Fatalista, contranovela que viola todas las leyes y reglas de este género de la narrativa en pleno siglo XVIII y es una de las pocas obras herederas directas del Quijote. Al estilo de una escritura cervantina, en la que parecen decirse muchas locuras -todas fundamentadas con elegancia, por supuesto-, el francés se ha transformado en uno de los pensadores más subversivos de todos los tiempos.
La semana pasada releí su libro Pensamientos filosóficos, y a pesar de que me siguen pareciendo un escritor genial, esta relectura me ha dado nuevas interpretaciones sobre este pensador:
Pronto, toda esa gran sabiduría teológica es utilizada como un recurso para satirizar la fe y las creencias católicas de su país y sociedad. La ironía de Diderot es excelsa en el sentido de saberse un perfecto conocedor de las escrituras bíblicas y detectar cuáles son los puntos endebles de la fe cristiana. No obstante, en el primer apartado de los Pensamientos Filosóficos, cuando él posiciona a la ciencia y la razón como recursos por encima de la fe, se pueden detectar síntomas pasionales hacía este nuevo dogma. Al final, Diderot es un precursor de los valores de la modernidad, un pensador que tiene una fe ciega en el conocimiento positivista (síntoma que crítica de los católicos) y que promueve una ideologización y creación de un nuevo credo y dogma: la ciencia.
El método de pensamiento crítico de Diderot se refleja en su misión enclopédica dentro la ilustración, que permea en la incipiente nueva ciencia que se gesta en su siglo. Las ciencias aplicadas o duras, como la física y la química, adoptaran con el pasó del tiempo la utilización del error como el fin más efectivo para encontrar respuestas certeras a los problemas que atienden.
“Pascal mostraba rectitud, pero era miedoso y crédulo. Elegante escritor y razonador profundo, habría esclarecido sin duda el universo, si la Providencia no le hubiese abandonado entre gentes que sacrificaron sus talentos a sus odios. ¡Qué deseable habría sido que hubiera abandonado a los teólogos de su tiempo y se hubiera entregado a la búsqueda de la verdad, sin reservas y sin miedo a ofender a Dios…!”
En mi nueva lectura, el párrafo anterior se ha presentado como una discusión de carácter metaliterario o metaescritura. A través del tiempo, la expresión de nuestras ideas o lo que en verdad pensamos ha sido uno de los debates más fuertes en torno a los límites de la libertad de expresión. Hoy en día, en la era de los opinólogos de las redes sociales y los influencers, la gente se siente con la libertad de expresarlo todo. Estas manifestaciones, con mucha regularidad, exaltan el odio, la segregación o discriminación, y se da el escenario de que muchos individuos piensen que sus opiniones son valiosas – cuando no lo son – y simplemente son válidas en el contexto de una sociedad liberal.
De forma paradójica, las personas que contemplan a la escritura como una parte esencial de su vida, son quienes más temor tienen de plasmar con sinceridad muchas de sus ideas y opiniones.
El texto de Diderot nos revela una realidad tangible en la escritura, que no es otra cosa, que el escribir las cosas desde nuestra subjetividad o visión de la realidad. Nuestro miedo a expresar lo que en verdad sentimos y pensamos, porque reconocemos a la escritura como un acto político, como un acto en el que van inmersas nuestras emociones, orígenes y aspiraciones sociales.
Ernest Hemingway utilizó anécdotas de su vida para escribir The Sun Also Rises, su primera novela, con cambios en los nombres de los verdaderos protagonistas de esos relatos, pero sin modificar los hechos. Por esto, fue recriminado por muchos de sus amigos a tal grado que ellos nunca volvieron a dirigirle la palabra.
Gabriel García Márquez decía que la vida no sé asemejaba a lo que vivimos, sino a cómo recordábamos lo que vivimos, idea que abre una puerta para modificar las historias que utilizan los autores de ficción a la hora de escribir.
Sin embargo, algo que señala Diderot en ese fragmento es el miedo que experimentamos quienes escribimos. Porque a diferencia de la palabra oral, la escritura es algo que permanece en el tiempo, y la expresión de cualquier idea o emoción en el presente puede volverse contra nosotros en el futuro, cuando por una circunstancia o evento de la vida, entremos en contradicción con lo que alguna vez expresamos en nuestros escritos.
Ante ese dilema, Diderot propone el pensamiento y la escritura sin miedo, un pensamiento crítico que no tema las recriminaciones – e incluso, persecuciones – de expresar nuestras ideas ante el tiempo y la sociedad.
Ahí está una de las máximas cumbres de este pensador: el razonamiento y la crítica real, sin miedo, como máximos instrumentos de subversión y libertad. Decir lo que en verdad creemos y pensamos, aunque tengamos rendirle cuentas, incluso, a un Dios.