El pasado 14 de septiembre se inauguró la muestra del artista japonés, Takashi Murakami, en el palacio de Versalles.
Por Blanca Edna Alonso
El universo creativo de Takashi Murakami es el resultado de la mezcla entre el arte tradicional japonés, las corrientes contemporáneas niponas —como el anime o el manga— y movimientos artísticos como el pop art americano y el surrealismo europeo.
En sus primeros trabajos de la década de los noventa, Murakami, explora su propia identidad. En 1995 funda Hiropon Factory, que bajo su dirección crea imágenes y figuras perfectamente elaboradas y ordenadas, y de la cual surge un estilo propio: Superflat, que se caracteriza por imágenes basadas en la animación, colores planos y un fuerte contenido sexual fetichista, lo que acaba produciendo un efecto de superficialidad como el del mundo pop: de mercancías e íconos.
No resulta prosaico para los confines traslúcidos del arte contemporáneo superponer la colorida obra de Murakami —que nos remite a la producción industrial de los objetos merchandising—, a la fastuosidad de las formas clásicas y barrocas del Palacio de Versalles.
Muy por el contrario basándose en las reglas no escritas de dicho arte, la muestra entera cae en la re-utilización, la re-interpretación y la descontextualización, del espacio mismo.
Muy por el contrario basándose en las reglas no escritas de dicho arte, la muestra entera cae en la re-utilización, la re-interpretación y la descontextualización, del espacio mismo.
Sin embargo eso no es propiamente un atrevimiento del artista japonés. El año pasado el turno de “trasgredir” el hermoso palacio, fue del artista Jeff Koons —autor del simpatiquísimo “Michel Jackson y su mono Bubbles”—; lo que nos lleva a preguntarnos, ¿el acercamiento de Versalles con el arte contemporáneo propone una trasgresión suprema de contextos y épocas distantes? O simplemente ¿la creciente demanda de las subastas de arte encabezadas por Christie’s y Sotheby’s, que acarrean fortunas de millones de dólares, han convertido para sus fines ostentosos un escenario igualmente imponente en una galería más?
La monstruosa industria del arte contemporáneo tiene la respuesta.
A nosotros, simples mortales, no nos queda más que deleitarnos en la pecaminosa fiesta de colores y texturas que se entremezclan en la obra del artista japonés; en temas que sugieren al mismo tiempo ternura y perversión, reflexión y banalidad, industrialización e hiper-consumismo.
Apenas puedo contener la emoción.
Diseño y edición: Óscar Alarcón para abartraba