Las piedras derruidas se convirtieron en el sustento de muchas familias, en el crecimiento de un pueblo que se convirtió en icono de la Revolución Mexicana: la fonética que sugiere el camino incansable para el desarrollo de los sueños de muchos trabajadores que se empeñan en la labor. Y continúan.
Decir Cananea es pensar en la Mina, el ombligo de lo que los días conllevan a las familias: los proyectos siempre adheridos a ese cerro, al socavón, al movimiento consuetudinario de la urbe, los sueños cristalizados de cananenses y no.