Sophia, Asimov y la Inteligencia Artificial.
Ubaldo Cuahuey Tlahuel escribe sobre Sophia, la robot que estuvo en México, con lo que nos lleva a recordar algunos de los postulados de Asimov y de paso recuerda la inteligencia artificial.
Ubaldo Cuahuey Tlahuel escribe sobre Sophia, la robot que estuvo en México, con lo que nos lleva a recordar algunos de los postulados de Asimov y de paso recuerda la inteligencia artificial.
Por Ubaldo Cuahuey Tlahuel
Hace poco más de medio año vino a México la robot más famosa del mundo y recientemente añadida a la ciudadanía árabe, Sophia. Desde entonces no he dejado de pensar en cosas como algunas profecías que dictan que la humanidad pronto será esclavizada por robots.
La primera pregunta que vino a mi mente fue ¿si un teléfono móvil inteligente es capaz de atraer la atención de los usuarios por muchas horas al grado de llegar a tener accidentes graves, qué podría hacer una robot cuya inteligencia es superior a la de un smartphone?
Por mis recuerdos también pasó la imagen de la película Yo robot dónde Will Smith dice: “Nosotros hemos creado muchas obras de arte, hermosas sinfonías” y el robot le responde “¿Tú lo has hecho?”
Ahora bien dejemos a un lado las profecías filosóficas y religiosas y centrémonos en el aspecto científico. Los robots creados por el hombre han llegado incluso más lejos que el mismo hombre. No olvidemos al Opportunity y otros objetos robotizados.
Las preguntas se multiplican, Sophia ¿se considerará mujer? Y de ser así, ¿podría estar del lado feminista? ¿Cómo podría un hombre debatir con un robot?
También cabría recordar las tres leyes de la robótica de Isaac Asimov:
Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.
Un robot debe de obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la primera ley.
Un robot debe proteger su propia existencia hasta donde esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.
Recordemos que actualmente los robots poseen cámaras de reconocimiento facial y fácilmente pueden “percibir” si estamos tristes, alegres o enojados, pero ¿qué nos garantiza que no puedan penetrar en nuestras mentes? Fácilmente podrían detectar nuestro instinto animal, que aunque algunos religiosos nieguen, todos poseemos.
Las preguntas se siguen multiplicando pero solo tu querido lector sabrás que hacer, sólo puedo invitarte a reflexionar un poco sobre el tema. ¿Será posible volver atrás o será posible depender menos de la inteligencia artificial?
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Siempre es un gusto leerte Ubaldo, un artículo muy interesante.