¿Te gustó? ¡Comparte!

Hermosillo, Sonora, 10 de mayo de 2024 (Neotraba)

Todas las fotos son de Carlos Sánchez y aparecen aquí por cortesía del autor

Descendimos del tren. El plan era pasarnos al gabacho, levantar unas monedas, quizá. Visitar a los primos y tíos, pasarla suave y disfrutar del paisaje. En ese tiempo aún existía el Yayo, el más atrabancado de la dinastía Sánchez.

Antes urdimos el proyecto, después de lavar carros y armarnos de pesos tiramos la moneda y su cara cayó pa’l norte. Anduvimos hacia la estación, mercamos dos boletos y nos voló la greña. En tiempos de adolescencia, en los ochenta, la vida se resolvía sin pensarla.

Llegamos a Nogales de madrugada, un fríazo en el espinazo. Nos acurrucamos entre unos periódicos, tirados en el piso y desde allí veíamos las aventuras de El chavo. Al guardia, un doño de boina y chaleco de ferrocarrilero, le perturbó nuestra comodidad: antes de alzarse el sol tuvimos que abandonar la estación.

Es el primer recuerdo sobre la frontera, los años de felicidad cuando solo se posee el deseo de ser y hacer.

Hoy he vuelto, en calidad de tallerista de literatura, porque las palabras un día me tomaron por sorpresa y me he creído el cuento. Inevitable verme en el reflejo de mi primo el Yayo, quien ya no está, pero con quien conviví por estas calles que descienden siempre de los cerros.

En el recorrido hacia la Universidad Pedagógica Nacional me he topado con los días aquellos, y la evolución de la vida. Muchos edificios nuevos, carros al por mayor y la alegría inmensa que me genera el sonido del tren y sus vías. La imagen más poética es la de familias en espera de que los furgones crucen la ciudad para poder reiniciar ellos su marcha. Postal cotidiana.

¿Para qué tomas esa foto?, me preguntó una vez el Eliseo Gaxiola, eso aquí es algo común. No respondí, solo disparé unas cuántas veces más la cámara. Eliseo es un master de la fotografía, y su acto cumbre en el oficio fue la vez aquella en la que asesinaron a un candidato presidencial, sus fotografías rolaron en las más prestigiadas revistas.

El Eliseo también significa la vagancia, una moneda en la rokola de cantina, la conversación lúdica con Javier Suárez El cachora, el impresor genial por antonomasia, la vida que se ejerce desde la óptica del divertimiento. Ausente seriedad.

En este reencuentro con la frontera aflora el recuerdo de un día cuando el cuadro de una bici aterrizó en el proyecto del mejor vehículo, el Frank me roló el esqueleto cromado que luego me llevaría a la capital en un aventón que nos dio un trailero. La baica más ligera. Volaba.

Ahora la vagancia desencadena en la construcción de historias, en la exposición ante alumnos, la literatura como una encomienda para desplazarse hacia las aulas. Los alumnos que en un futuro serán maestros y compartirán el mensaje de que las palabras son la vía más potente para aprender y comprender, ponernos en los zapatos de los otros y vernos el alma con la lupa que son los libros.

Fiestas de las flores

Hay una rola con toques de acordeón. Antes hubo un cuarteto de cuerdas, el tokín de rock al más puro estilo de la agrupación Tohono O’odam: Hamac Caziim. Previamente una charla sobre literatura, el lenguaje fronterizo que contiene Ciudad nocturna, ese libro de cuentos de la autoría de Luis Enrique García; la tertulia en el interior del Museo de Arte de Nogales. Ulises Lavenant Brau con la lectura de una reseña que es un poema, que es un ensayo, que es la pasión en la lectura y escritura.

El recinto que dirige el artista plástico Guadalupe Serrano, alberga la exposición Nogales Skateboardin, autoría del fotógrafo Adrián Castillo Jiménez. La destreza del cuerpo, el estoicismo sobre una tabla con ruedas, la imaginación y el deseo de volar que se materializa. Un disparo o dos y la crónica se adhiere a la galería: la ciudad, los parques, las calles. Todo cabe en la creación.

Fiestas de las flores, la celebración de antaño, como una extensión de lo que fueran las perradas (¿siguen siendo?). El cumbión loco que saluda al respetable, a quienes viven detrás de la línea, en el país vecino, a los gabachos asiduos que se brincan las trancas y también beben cerveza en el Regis bar.

Nogales es la fiesta, muchachas y muchachos que afinan sus pasos antes de trepar a escena, son estudiantes de la Universidad de Sonora, la expresión que se extiende hacia espectadores antes de ponerse el sol. Sé que es tarde ya / para pedir perdón. Inspector es el desvelo y una cerveza banquetera.

La pasión de enseñar

En el reflejo de los cristales se mira su mirada. Despierta temprano y proyecta los próximos pasos. Gael Moroyoqui desayuna machaca con verdura, un café y jugo de naranja. Antes de las ocho de la mañana salió de su casa para ir a dar el rol por la ciudad. A las catorce horas ingresará al aula, en la escuela secundaria General No. 5 José Humberto González Godoy, frente al fraccionamiento Sabinos; aulas enquistadas en la falda del cerrito, al oriente de la city.

Gael creció en el campo, trabajando la tierra. Su padre fue maestro, congruente en su búsqueda de la formación de una mejor sociedad. Sergio Moroyoqui lleva el nombre de una escuela en el Poblado Miguel Alemán de la calle 12, municipio de Hermosillo.

Dice Gael que sus alumnos de primer grado de secundaria leen con entereza los libros que les pone a su alcance. La educación es vocación, quizá acatando aquella consigan de Salvador Dalí al aseverar que, desde el primer cromosoma en el ser, todo lo demás es genético.

El maestro en su primer encuentro con un empleo, dentro del aula, va con frecuencia a la literatura, porque la materia de español le apasiona, también el arte. Por eso la noche previa a esta visita al centro de Nogales conversó sobre tonos y ritmos, sobre marcas y maderas, las guitarras con Leonel Paco, su camarada, quien es integrante de cuartero de guitarras, y quienes momentos antes a la plática dieran un concierto allá en el callejón detrás de la parroquia, casi frente al Museo.

Gael luego levantó algunos libros que ya luego compartirá con sus alumnos, el proyecto más enfático en estos días, aunque dice también que pronto irá a la sierra de Yécora, a sembrar maíz, “nomás para saber qué se siente verlo crecer y regalarlo después”.

El master que está allí, quien egresó de la Escuela Normal Superior, plantel Hermosillo, a tiro de piedra, vecino de sus alumnos, amigos de los padres, el perseguidor de sueños. Gael anoche puso cuerdas a una guitarra, afinó y se trepó a la emoción del canto. En su casa las puertas se abren, un colchón y una almohada servirá para que los proyectos permanezcan in crescendo.

Si soy un poco extremoso / no es por mi culpa amor mío / desde pequeño a lo loco / voy del calor a lo frío.

Jaime López reseña la existencia del tren en la frontera. Nogales otra vez.


¿Te gustó? ¡Comparte!