Por Gilberto González.
Aún recuerdo aquella tanda de penaltis contra los búlgaros en donde la selección mexicana entregó el pase cuartos de final del mundial del 94. Muchos analistas coinciden en que lo penaltis son un volado para ambos equipos, sin embargo, en este caso se pudo observar la personalidad de los jugadores, que de alguna forma representaron la personalidad de una gran, gran mayoría de los mexicanos, cómo olvidar la falla del Beto García Aspe nuestro mejor tirador o bien del gran Marcelino Bernal, dotado de un cañón en las piernas, quien sólo entregó el balón al portero.
Las nuevas generaciones fueron cambiando esta idea de conquistados para culminar y construir la medalla de oro que la selección mexicana ganó. Podemos decir que este equipo no es el mejor que se ha formado, sin embargo, la mentalidad de todos los jugadores es digan de reconocerse en estos tiempos de incertidumbre política, cómo no celebrar el triunfo de estos chavos en medio de una generación de mexicanos que empeñó y empeñaron su futuro por unas ridículas despensas y unas tarjetas de teléfono, cómo no reconocer el triunfo de este equipo si de sobra sabemos lo difícil que es salir adelante en un país emergente como nos ha calificado las organizaciones internacionales, por no decirnos jodidos.
El fútbol no puede limpiar elecciones ni mucho menos borrar los más de sesenta mil muertos que según los datos oficiales han resultado del combate al crimen organizado, pero si puede dar testimonio de lo mejor que podemos hacer en estos tiempos: organizarnos hacia un mismo fin colectivo.