Por Rosario Valcárcel.
La Palma no es soledad.
Es la cabeza de puente
que sobre los océanos
tendieron los continentes.
Pedro García Cabrera
La Naturaleza y el paisaje, por contener un número infinito de colores, son los registros que más se acercan al arte de la pintura, al hombre.
En esta exposición Fran de Miguel compite con la Naturaleza y nos descubre la cotidianidad de la isla de La Palma y nos trasmite pinceladas hechas de vegetación, de brezos, de pinares y volcanes. Del destino de las islas: del mar, de un mar que ha sido escenario de acontecimientos tristes y alegres, de viajes, de aventuras. De un mar donde quizás nuestro pintor entabla historias secretas porque conoce su lenguaje, de un mar que estalla, lleno de tanta fuerza visual que me ha hecho recordar al amor que el narrador y poeta inglés Laurence Durrel tenía a otro mar, al Mediterráneo y que reflejó con frases como: Estallido prismático de olas contra el cielo azul, de olas que exprimen sus estremecidos paquetes de colores y luego la sibilante y negra succión del agua que retrocede…
En esta exposición Fran de Miguel nos ofrece una pintura moderna, racional, sensible y original en las proporciones de sus lienzos, en sus imágenes, en su gran capacidad como colorista cuando juega con los tonos cálidos y con los fríos, en su extraordinario sentido plástico a la hora de captar el añil del universo submarino, las sombras fugaces, el cielo limpio y la tierra húmeda. Porque nuestro pintor consigue reflejar la atmósfera que se respira en la isla de La Palma, los contrastes de los celajes y de los azules que se juntan en el mar.
Fran se acerca a la realidad, a la interpretación sensible de lo que sucede todos los días en las orillas del mar. A los barcos y a los peces que culebrean en los jardines de agua salada. Se acerca al interior de la tierra y nos muestra una isla que luce su fuerza telúrica, una naturaleza engendrada por los fuegos, moldeada por el mar y por la potente naturaleza de su tierra y de sus volcanes.
Y recrea el volcán de Teneguía, con su cono volcánico, sus emulsiones, sus olores, su cráter negro y sus fauces tan abiertas que parece que quieren morder el cielo, porque Fran ha sabido captar el ímpetu de un volcán que brotó desde lo profundo, desde las entrañas de la Tierra, ha sabido captar la explosión, los fogonazos de luz, los flujos de lavas llenos de color, los matices cambiantes que realiza a lo largo de su recorrido, el imponente silencio, el trémulo fluir de una lengua de fuego que nuestro pintor desplaza fuera del cuadro, creando la ilusión de movimiento. Su espectacularidad.
Ha sabido captar los mundos celestes, las fantásticas escenas astrales por donde chapotean veleros. Y el volcán y la lava, que parece recién enfriada, con unas imágenes que podríamos pensar que son ajenas a este planeta.
La pintura de Fran tiene vocación universal y ha sido premiada dentro y fuera de España, en numerosos museos. Se ha colgado tanto en Tenerife como en Navarra, en la Habana como en el Museo municipal de Berlín, en Gran Canaria como en Méjico. Y ahora en la sala O´Daly del Cabildo esta exposición convoca el paisaje canario, el palmero, con una muestra que está impregnada de efectos, de hechizos y de poesía, de los destinos de esta isla. De sus montañas y de sus barrancos, del océano y de la calima, del mar de nubes y de volcán, y sobre todo de los misterios y de la belleza grandiosa que encierra la isla de La Palma.
Nota: La exposición se llevó acabo en Abril, en la Sala O’Daly (Cabildo de La Palma) de Santa Cruz de La Palma.