Por Raúl Picazo.
Cuando leo la contraportada de un libro, me percato que sin la reseña que indica que estamos ante la obra que todo mundo espera, dicho libro no vendería lo propuesto por la casa editorial.
Muchas veces los escritores realizan su trabajo sin mirar el futuro de su obra, no saben cuántos lectores tendrán, y menos si el libro aguantará el paso de los años.
Los temas que un escritor desentraña nacen de sus motivaciones más intimas, aunque algunos ya posean las formas y tópicos que desencadenarán las ventas.
Ante la disyuntiva de los libros impresos y digitales, instalados en los albores de un siglo destinado a la abulia, así como el sacrifico del humanismo por los medios digitales, las obras que muestran la sustancia más intima del escritor, son los que nos hacen tener esperanzas sobre el mundo libresco.
Un libro sobre la experiencia de las drogas tiene que decirnos sin remilgos todo lo que sabe, sin espejismos ni mentiras, nos tiene que mostrar el cuerpo que recibe el producto, la mente que se nubla y la razón que habla.
¿Para qué las drogas? ¿Para qué la otredad de la realidad? ¿Por qué no aguantar la sentencia de vivir sin recurrir a sustancias que nos alteren? Preguntas a las que recurro cuando leo Cocaína Manual de usuario, de Julián Herbert.
Las drogas son un catalizador que hace de la realidad un conjunto de nuevas expectativas. Rompe las reglas establecidas y nos cambia el rostro con el cual enfrentamos el mundo.
Julián Herbert parece haber vivido con dolor y amargura, con gozo y pasión, todo aquello que nos narra. Pues es un libro que nos invita a una realidad personalísima, para decirnos que la vida sigue su curso con o sin cocaína, y que si hubiera decidido no escribir la experiencia, su vida como consumidor hubiese sido otra.
Todo aquel que narra la experiencia de las drogas nos hace pensar que está tratando de hacer algo con el vicio.
Cuando la droga se convierte en fin determinado, no hay nada que pueda detener al sujeto. Los efectos de la drogas son el placer del consumidor, pero cuando se tiene que estar colocado porque el cuerpo lo necesita, nos convertimos en contenedor de sustancias, ya no en cuerpos experimentales del placer.
Cocaína (Manual de usuario) es un libro de cuentos donde cada personaje se encuentra en la cima de la desesperación.
Julián sabe que atrás de él hay una pléyade de consumidores, de personajes inteligentes con vicios peculiares. Los utiliza como referencia para hacernos saber que la droga sirve como aliciente.
Julián, Carlos, Santiago, Alberto, tú, yo, nosotros, todos aquellos que buscan una grapa, están destinados a perderse en su historia, porque son experiencias consumadas, se pierden porque han dado todo de sí.
Cuando uno ha consumido drogas no le queda más que estar de lado del autor, no le queda más que sentirse parte de ese libro. Sentí la narración porque de alguna forma conocía las palabras, los hechos, leí en retrospectiva.
Este manual no tiene que pasar desapercibido, ya que son pocos los que pueden narrar con la suficiencia que otorga ser maestro.
Hace años la revista Generación hizo un número especial sobre la Cocaína. Los textos narraban la existencia de la coca como sustancia redimida. La edición me hizo reflexionar sobre el oficio del escritor ante las drogas. El desenfado al abordar del tema, hace que el lector encuentre en dichas publicaciones otro panorama de la literatura.
Es punzante la acción de meterse cocaína al cuerpo, es desastroso no poder tener a la mano un poco de polvo para salir de esta realidad.
En el cuento “Sentado en Baker Street”, Herbert hace desfilar a personajes que tuvieron una amistad muy cercana con la cocaína, imaginarios como Mr. Sherlock Holmes, o reales como Georg Trakl, Antonio Escohotado y Freud.
Es interesante en cuanto lanza un gesto de complicidad hacía aquellos que han dejado a un lado moral para emprender un camino donde los vicios no son lastres, sino vivencias fundamentales.
La buena o mala salud del consumidor mide los lapsos de consumo. Por otro lado, hay sujetos que no piensan en abandonar las drogas y se tiran al río del caos para morir sin sobresaltos.
Las drogas no son para cualquier hijo de vecino, dicen los arrogantes, pero siguiéndoles el juego, lo veo posible, no por el valor de la cocaína en el mercado, sino por el sinsentido que se atraviesa: la consciencia.
El escritor Guillermo Fadanelli es un apologeta de la cocaína. En su libro Clarisa ya tiene un muerto divide los capítulos en línea uno, línea dos, etc. en clara intención al polvo, de hecho la portada del libro se ilustra con cuatro rayas bien dotadas, listas para ser esnifadas.
En su libro “La polémica de los pájaros” dedica un articulo a la cocaína, no como un manual, como lo hace Herbert, sino como una introducción a su experiencia.
Eso nos hace pensar que justificar por medio de la palabra un vicio, es muestra de mesura, aunque en la acción sea lo contrario.
Radio Morir, es un cuento que nos muestra una de las formas de introducirse cocaína al cuerpo, así como parte de sus efectos.
Fuera del contexto que nos muestra una atmosfera densa, es la acción que realiza el personaje la que llama la atención.
“Ella extendió mi brazo y clavó parte de la aguja, murmurando con euforia:
-¡Speedball!
Sentí que mis músculos se ensanchaban con un picor desconocido, como si un caldo de sebo se adhiriera a la sangre.
El pulso comenzó a rebotarme en las sienes, detrás de las orejas, en la coronilla, por toda la cabeza, mientras la voz de Mina era como un carro de la montaña rusa, que resbalaba sobre los rieles de mi cuerpo: No pasa nada, chiquito; ahorita se acomoda.”
El libro me apasiona porque se esfuerza en su cometido. Si miramos cada cuento por separado, nos encontramos en realidad con verdadero manual que sirve para adentrarnos al mundo de la cocaína; que parafraseando a Guillermo Espinosa se puede decir: “Algo tienen los manuales que me tranquilizan”.
Vive sin drogas (I y II) son cuentos que nos narran una historia con moraleja oculta, claro que Julián no la muestra, y me parece que no existe, pero veladamente nos enfrentamos a ella. Es la historia del enganche, la vida del personaje que sufre y goza la cocaína, que contempla el acontecer con desengaño, y que desea modificar sus actos para subsistir en sus realidades.
Cocaína (Manual de usuario), es un libro instrucción para una vida no común, el cual no abandona el hilo conductor con toda la obra de Julián Herbert, pues existe una pulsión que nos expresa la existencia de personajes más reales que ficticios, aunque trate de mostrarnos lo contrario.