Por Rosario Valcárcel.
A Eduardo Sanguinetti.
Yo conocí a Luis Aguilé cuando era una adolescente y aún me peinaba con trenzas. Lo conocí uno de esos días que mi padre inspirado salió a la calle, y no tuvo otra ocurrencia que comprar un gran mueble tocadisco y muchos discos, muchos. No sé cómo lo hacía, pero de vez en cuando nos sorprendía con una de sus ilusiones, con un regalo que más que un regalo parecía un milagro por los tiempos que corrían. Entonces mi madre, una mujer práctica, con los pies en la tierra, ponía el grito en el cielo y decía:
-¡Por Dios, viejo, cómo se te ha ocurrido comprar todo ese capital! ¿Cómo vamos a pagarlo?
Cierto que eran tiempos duros pero él supo rodearlos del misterio de la literatura, del secreto de la música, del arte en general. Por eso aquel día, compró música clásica, óperas que tanto le gustaban, otros eran conciertos de Johann Strauss, los famosos valses del compositor, y mezclados con ellos estaban también canciones de Jeanette, de Mocedades, de Nino Bravo, Joan Manuel Serrat y de los cantantes favoritos de mi madre Julio Iglesias y Frank Sinatra, entre otros.
Después mi padre con los ojos desorbitados de la emoción, empezó a desenvolver las decenas de cajas, a probar los discos, a alejarse de la habitación, de la casa, de la Tierra.
Con profunda sabiduría no le contestó a mi madre.
Entre esos discos había dos muy especiales, uno era aquel entrañable que comenzaba: Nunca podré morirme, mi corazón no lo tengo aquí, aquella grabación de “Cuando salí de Cuba” ¡Qué bien la entonaba el cantante bonaerense con corbatas multicolores! Pero la canción preferida de mi padre era “Camarero Champán” la escuchaba una y otra vez. Se ponía serio como si pensara en temas importantes como la vida y la muerte, el amor y el desamor. Pero con una alegría tan infantil que parecía que le sonaba dentro del pecho.
Pero lo peor era cuando llegaban aquellos versos que decían: NO CONSIGO OLVIDAR ESTA MELANCOLÍA/ NO ME QUIERO RESGINAR A VERME SOLO/ NO CONSIGO VIVIR SIN TU COMPAÑÍA…
Entonces con una cierta tristeza apretaba los labios, al mismo tiempo que sorbía alguna lágrima que estaba a punto de derramarse. Era como si estuviese evocando el oleaje de la juventud, ese canto de pureza y contento que pasa tan pronto…
Y para darle rienda suelta a sus emociones, a sus sueños que no podía contener, algunas veces me cogía por el brazo y bailábamos y bailábamos y yo cantaba junto con mi madre, que se había olvidado del gasto, y cantaba también en voz muy alta y desafinando. Al final solo se escuchaban las voces que cantaban, las voces, las voces.
Y el repiquetear de las burbujas. Reinaba la opulencia y en mi imaginación me veía en un amplio salón reluciente con grandes pantallas que tintineaban al compás de la música. E igual que si fuese una princesa de cuentos tomábamos champán y mi falda se balanceaba de un lado para otro, mientras sonaba:
CAMARERO CHAMPÁN/ CAMARERO CHAMPÁN/ PORQUE VOY A BRINDAR/ POR SU VIDA Y LA MÍA/ YO RECUERDO SU VOZ/ ESTA AQUÍ TODAVÍA/ HOY LA QUIERO EVOCAR/ CAMARERO CHAMPÁN…
Ahora, que mi amigo Eduardo Sanguinetti me ha enviado un enlace de una grabación de Luis Águilé, con el ruego de que no dejara de escucharla, de que no tenía desperdicio.
Y añadía ¿Quién iba a decir que Luis Aguilé escribiera esta canción? La letra y la música fueron creadas en el año 2007, es decir 2 años antes de su fallecimiento. Aunque la cantó en Buenos Aires creo ¡puede servir para muchos países!, ¿no te parece? No dejes de escucharla, es Impresionante. Y yo recomiendo que la vean.
Aunque confieso que al ver de nuevo al cantante que tanto emocionaba a mi padre, se me han agolpado los sonidos, los recuerdos, las emociones, las imágenes y casi no lo he podido escuchar.
Porque el corazón, que siempre es niña, se me ha desbocado y he vuelto a cantar con mi padre: CAMARERO CHAMPÁN/ CAMARERO CHAMPÁN/ PORQUE VOY A BRINDAR/ POR SU VIDA Y LA MÍA…