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Ciudad de México, 21 de marzo de 2025 (Neotraba)

Ser librero de viejo en México requiere de tiempo completo, independientemente de si se tiene una librería física, si se vende en redes sociales, en bazares, quioscos o exclusivamente en ferias, se trabaja diario. De igual forma se busca la materia prima, los libros, puede ser en línea, en tianguis, en ferias, remates, en librerías, en domicilios particulares o esperando en el local propio, una actividad que nunca cesa.

Para la venta, el asunto es más metódico, la mayoría tiene un espacio especial para tomar fotos y difundirlas en redes, realizarlo en el punto físico o la visita directa a los clientes en horarios específicos. Es una labor demandante.

Se dice que el oficio es noble, porque siempre sale para la papa, y nunca nos deja tirados. Ejemplos de ello conozco varios: un librero del norte del país estaba en una feria y requería efectivo para pagar su renta al siguiente día, pero también necesitaba una caguama, porque hay prioridades; al evento llevó un libro religioso antiguo que cargaba con él más de cinco años, no podía venderlo, faltaba poco para el cierre y nada, no lograba completar el adeudo, pero llegó un sacerdote solicitando el libro que vio un año antes en el mismo lugar, pagó los novecientos dólares y con el tipo de cambio el librero pudo pagar exactamente la renta y tomarse su cerveza.

Ser librero. Fotografía de Sergio Núñez
Ser librero. Fotografía de Sergio Núñez

Recientemente, me contaron cómo un par de jóvenes que se iniciaban en el oficio no la estaban armando, le echaban mucha ganas pero no lograban sacar su negocio a flote, un día les marcaron para ofrecerles una excelente biblioteca de una reconocida antropóloga mexicana, imposible para ellos poder pagar lo que valía la colección, pero la dueña les preguntó ¿cuánto traen?, sólo juntaban cinco mil pesos, ella aceptó, se convirtió en su madrina de oficio y les dio el empujoncito que necesitaban para continuar su empresa.

Ser librero. Fotografía de Sergio Núñez
Ser librero. Fotografía de Sergio Núñez

En mi caso, cuando nació mi segunda hija tuvo complicaciones y debió quedarse en el hospital un par de semanas, los gastos acabaron con mis reservas, sólo tenía doscientos pesos en la bolsa y el ánimo decaído, no me alcanzaba ni para la fórmula láctea que mi hija necesitaría días después, pero esa tarde un señor me ofreció cinco libros, por ellos me pidió ciento cincuenta pesos, casi todo mi resto, pero entre los libros estaba la primera edición de Piedra de Sol de Octavio Paz, firmada y numerada, pude vender la pieza rápidamente y obtuve lo necesario para recibir a mi hija en casa.

Cuando ya estaba asociado en Librero en Andanzas, unos meses después del encierro de la pandemia, en la cual no quebramos por aferrados y un poco de suerte, no teníamos el suficiente dinero para pagar la renta de la bodega y de una de las librerías, habíamos intentado varias estrategias y no resultaron, en eso, uno nuestros colaboradores nos pasa un libro y nos dice, con esto lo solucionan, era un ejemplar antiguo cubierto con un amarillento papel periódico, al abrirlo leímos La sucesión presidencial en 1910 de Francisco I Madero, la primera edición con la particularidad que estaba firmada por el Apóstol de la democracia, un par de llamadas y obtuvimos para solventar el pago de las rentas.

Los casos en los que a un librero no le alcanza para el desayuno, para el hospedaje en una feria, para el boleto de autobús, para comprar pañales, para una medicina o simplemente para saciar la sed como se debe y la venta de un libro o la visita de un cliente salvador lo resuelve son innumerables. Ser librero de viejo es un oficio noble.


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