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Todas las fotos son de David V. Estrada

Cartel proporcionado por la producción

Ciudad de México, 16 de junio de 2024 (Neotraba)

Cuando uno era niño, a principios de los años 90, una de las cosas que se quería ser, además de Hugo Sánchez a la hora de la cascarita con mis amigos, era convertirme en Octagón para tronarla en los cuadriláteros siempre y cuando no estuviera Fuerza Guerrera para amarrarme en las cuerdas del ring.

Me recuerdo en los recreos compitiendo con otros chicos para no perder mi máscara, en medio de una llave fulminante o la agónica cuenta de tres. Pero algo en lo que no reparábamos era en la figura e importancia de ser réferi.

De niño, a lo mucho, se les tomaba en cuenta para odiarles por dejar a los rudos ser rudos e irse en desbandada de tres contra uno a los técnicos, contar con la lentitud de una tortuga cuando tu luchador favorito estaba por ganarle con espaldas planas a su rival o contar con gran velocidad cuando tu estrella andaba en desventaja, pero de ahí no pasaba. Nadie que yo recuerde quería ser réferi. Porque a poca gente le importa impartir justicia, sino repartir pierrotazos y tirabuzones.

Uno de los primeros réferis que recuerdo que comenzó a cobrar notoriedad fue El Tirantes, un hombre que solía estar cargado hacia el lado de los rudos y le gustaba protagonizar interviniendo con golpes y situaciones poco éticas arriba de los encordados. Ya después se le fue quitando cuando llegó su hijo y le salió más mañoso.

En los últimos 30 años, la figura de los réferis ha cobrado más importancia porque comienzan a ser referentes debido a que tienen hijos con una gran trayectoria, como Pepe Tropicasas, que es padre del Negro Casas, Felino y Heavy Metal. Pero no sólo por eso, ya que él también fue luchador, como El Olímpico que es ahora uno de los réferis con gran proyección dentro del Consejo Mundial de Lucha Libre. Por otro lado, en las caras de los independientes que comienzan a sonar durísimo por su aplomo y sus piques con personajes tan importantes como Dr. Wagner Jr. o LA PARK, es el Fresero Jr., quien es hijo de un legendario referee de la extinta Arena de 4 Caminos, El fresero, un impartidor de justicia en el ring que, mucho antes que el Tirantes, solía interferir en las luchas de forma polémica. Pero que, además, es referente de otros réferis como Rafa “El Maya” quien le recuerda como un maestro, que veía al arte de impartir justicia arriba del ring también como un termómetro para indicar a los luchadores sobre el ritmo de la lucha y la conexión emotiva con el público.

Dada esta introducción ahora quisiera hablarles sobre una obra de teatro que vi el pasado viernes en el Círculo Teatral. La puesta en escena La última palmada escrita por Bernardo Barrientos y llevada con gran versatilidad por Jorge Lan, habla precisamente sobre la historia de un réferi que desde niño se vio envuelto en un mundo adverso de disputas entre gandallitas y agandallados, además de la figura central de su padre como un impartidor de justicia arriba de los cuadriláteros.

En un viaje narrativo que va por las diversas arenas de medio pelo y poco pelo en las periferias de la Ciudad de México, como la López Mateos, La Neza o La San Juan Pantitlán, el protagonista nos va hablando de su desarrollo como impartidor de justicia que no simplemente se limita a ser quien revisa que los luchadores no traigan picos en las suelas de las botas, realizar conteos o detener la pelea cuando un adversario sea sometido por rendición ante una llave.

También nos habla de lo difícil que es para un réferi ir a meterse a una arena con poca ley en donde un colegiado puede ser agredido con poca misericordia. Un suceso crucial en esta obra me recuerda a la ya casi legendaria lucha en donde el Perro Aguayo y Konnan se disputaron la máscara por la cabellera. En aquella contienda del año 91 el Can de Nochistlán lanzó a su adversario contra el réferi que acabó lesionado por algunos minutos debajo del ring como el protagonista de esta obra.

La luz y la sombra siempre están presentes en este deporte espectáculo que es la Lucha Libre y que muchos detractores tildan de ser un circo de mal gusto por todas las mentadas y curiosos insultos que lanza el público. Este colorido lenguaje también está presente en esta obra que a modo de voces en off se hace presente, además de un interesante repertorio de historias en torno a la lucha libre.

Si algo habría que reclamarle a esta puesta en escena es que, por su buena narrativa y trazo pareciera que acaba demasiado pronto. Uno queda con la sensación de haber querido conocer un poco más de la historia trágica de este interesante réferi representado por Jorge Lan.

Si bien no es la primera puesta teatral en la que veo un ring en escena, ya que llevo más de 10 años siguiendo a la Impro Lucha, la inclusión de este elemento le brinda una mayor versatilidad a la obra, que con un par de vistosos carteles con luchadores le da un gran entorno junto con los elementos de iluminación y audio muy bien trabajados.

La última palmada se presentará un viernes más a las 20:30 hrs. hasta el 21 de junio en el Círculo Teatral de la CDMX que se encuentra en la calle Veracruz 107 de la colonia Condesa. Los boletos cuestan $300 pesos.


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