Por Rosario Valcárcel.
Ein Prosit, ein Prosit der Gemütlichkeit,
ein Prosit, ein Prosit der Gemütlichkeit!
Schenkt ein, trinkt aus, schenkt ein, trinkt aus!
Por fin este otoño ha llovido, con una lluvia que se detiene de vez en cuando, pero que persiste, con una lluvia que suspendida entre las nubes alimenta, con una lluvia que es símbolo de alegría y de riqueza, con una lluvia que ha traído, pese a la crisis y al recorte de las subvenciones, fiestas. Nos ha traído La Oktoferbest a casi todas las islas, al norte y centro de Gran Canaria: San Mateo y Gáldar, al espacio Miller en el Muelle de Santa Catalina. A Tenerife, Lanzarote y a Fuerteventura. Y como no, a la isla de La Palma
La Oktoberfest es una fiesta que se remonta al 12 de octubre de 1910. Y cuenta la tradición que tiene su origen el día en que José Maximiliano IV, Príncipe de Baviera, invitó a todos sus súbditos a una jarra de cerveza para festejar la boda de su hijo con Therese de Sachse. A partir de ese día se celebra cada año en Múnich la fiesta más popular (Volksfest, en alemán), la fiesta más grande de Alemania y una de las mayores del mundo con unas visitas anuales medias superiores a los seis millones de visitantes. Muchos otros países la han adoptado como Brasil, convirtiéndose en un evento importante de Sudamérica.
Y este año por vez primera, Los Llanos de Aridane, en la isla de La Palma, también ha querido sumarse al Oktoberfest, así que con la colaboración del Cabildo Insular de La Palma, empresarios, autoridades y público en general prepararon una carpa gigante y bajo ella habilitaron un escenario para las actuaciones, grandes mesas y bancos, varias barras de bar y una cocina en donde preparaban platos típicos bávaros: salchichas y otros preparados de carnes y salsas, además de quesos y vinos palmeros.
Aunque la reina de la fiesta fue la cerveza: cervezas alemanas y españolas, pero daba igual el origen, lo importante era la cerveza que fue servida por chicas de melenas largas o cortas, lisas o rizadas, que se acercaban sonrientes vestidas con sencillos trajes al estilo tradicional del traje típico, al “Dirndls” y chicos muy formalitos vestidos también con el tradicional pantalón de cuero llamados lederhose. Me llamó la atención que entre el público se podía ver alguna pareja alemana luciendo el traje típico al estilo de Baviera, dando distinción a la fiesta y creando un buen ejemplo a imitar.
Mientras tomábamos cerveza y comíamos salchichas, Freddy Holiday, acompañado en ocasiones por la cantante italiana Jenny Rospo, no paró de moverse mientras interpretaba polcas, marchas alemanas y clásicos del pop, convenientemente adaptadas para la ocasión. El público, (totalmente repleta la carpa) cantaba o tatareaba a viva voz, taconeaba el ritmo o tocaba las palmas. Y hubo quienes se levantaron y bailaron al compás de la música. En algún momento tuve la impresión de que iba a comenzar un desfile como el que se celebra en Baviera. Una procesión repleta de uniformes históricos, bandas de músicas, fusileros, caballos de pura sangre, bueyes, cabras y vacas todos marchando al compás de una banda de música.
Pero lo más divertido fue cuando el cantante, de vez en cuando, igual que un si fuese un estribillo, interrumpía su canción y hacía un brindis: “Ein Prosit” que se pronunciaba algo así como “ainprosit”. Entonces la respuesta de la carpa era inmediata, todos, familiares, amigos, todos los que estábamos allí, como si estuviésemos recibiendo una bendición, o como si una voluntad común moviera los brazos, todos al mismo tiempo alzábamos las jarras de cerveza al cielo o la entrechocábamos con nuestros compañeros de mesa y gritábamos:
– “Ein Prosit”. Y reíamos. Reíamos con ganas.
Durante diez días en la Carpa instalada para la fiesta del Oktoberfest en Los Llanos de Aridane, diferentes formaciones subieron al escenario, como la Asociación Musical de Acordeones y La Parranda los Boinas, así como el cantante holandés Hans Bootsman. Fue una fiesta que creó algo más que un intercambio gastronómico entre Alemania y La Palma. Se creó un encuentro jubiloso que estrechó aún más las relaciones existentes entre los dos pueblos a través del flujo de turistas alemanes y los miles de residentes de dicha nacionalidad que viven con nosotros.
Un encuentro que guarda el sueño de una fiesta, de un espectáculo que nos regaló un aire europeo. Un sentimiento cosmopolita.