Por Rosa Borrás.
Flora era su primer nombre. Flora Alejandra Pizarnik Bromiker su nombre completo. Todos la conocemos simplemente como Alejandra Pizarnik. Todos sabemos que fue una gran poeta, que nació en Argentina y que a los 36 años se suicidó. Nunca sabremos realmente, ni aun leyendo sus diarios, quién era ella. Eso es lo que me gusta de Alejandra, que es un misterio. Me sorprende, cada vez que la leo, su pasión por la vida y su deseo de muerte. Dualidad mágica, vital, creadora; actitud inconforme; ganas de volar a ras de suelo…
Se ha escrito mucho sobre Alejandra Pizarnik, y yo no me atrevería a hacer una biografía, mucho menos un análisis de su obra. Diré que nació en Argentina, el 29 de abril de 1936, de padres ruso-judíos que tuvieron que emigrar durante la persecución nazi. Llegaron a América después de una estancia en Paris, y una vez instalados tuvieron dos hijas: Myriam y Flora.
Alejandra estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires y luego, en una especie de autoexilio, viajó a Paris, donde estuvo de 1960 a1964 y estudió Literatura Francesa en La Sorbona. Allí colaboró en varios diarios y revistas, publicando sus poemas y haciendo traducciones de los poetas de Artaud y Cesairé, entre otros. Viviendo en París frecuentó a escritores de la época y tenía, a pesar de la fama contraria, una vida social activa. Fue amiga cercana de Julio Cortázar, y Octavio Paz escribió el prólogo para uno de sus libros, El árbol de Diana. Hasta aquí sobre su vida, que está llena de intensidad y que muchos autores describen mejor que yo.
Una de las cosas que más me interesa de Pizarnik y su poesía es el tema de la identidad. Ser hija de exiliados marca y determina una forma peculiar de ver el mundo, y aunque a Alejandra no le interesaba la política, ser víctima -aunque indirecta- de una guerra, no es cosa fácil de asimilar. Es algo con lo que se nace, un peso que se hereda y que provoca un sentimiento de no-pertenencia, o de desencajamiento muy fuerte, quizá no del todo expresado conscientemente sino en lo más subterráneo del individuo. Entonces la relación entre la vida y la muerte se vuelve un tema cotidiano.
La muerte como la noche, como la oscuridad, la muerte como presencia (1) es una de las formas en que Alejandra habla sobre la vida y la libertad: la muerte como instrumento liberador, como salvación. Y el silencio. Alejandra entiende el silencio como mensaje y refugio de una para una misma. Eso se lee con fuerza y claridad en su poema Sala de psicopatología, que escribió cuando estaba internada en la sala 18 de un hospital psiquiátrico, en 1972. La mujer, la poeta, escribe:
¿Qué cosa curar?
Y ¿por dónde empezar a curar?
Es verdad que la psicoterapia en su forma exclusivamente verbal es
casi tan bella como el suicidio.
Se habla.
Se amuebla el escenario vacío del silencio.
O, si hay silencio, éste se vuelve mensaje.
-¿Por qué está callada? ¿En qué piensa?
No pienso, al menos no ejecuto lo que llaman pensar. Asisto al inagotable fluir del murmullo.
Otra de las cosas que me causan fascinación son los dibujos y pinturas de Alejandra. Antes de decidirse por completo a la literatura estudió arte con el pintor Juan Batllé Planas. Esta parte de su trabajo no es muy conocida, y tampoco es vasta su obra gráfica. Sin embargo, es de una fuerza sobrecogedora. Me pregunto cómo habría sido Alejandra pintora…y puedo ver este interés en su poesía, que en algunos casos es muy visual:
XVIII
Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.
Alejandra, en cambio, sí dejó una vasta obra literaria a pesar de haber vivido tan poco tiempo. Escribió principalmente poesía, pero también escribió relatos y novelas cortas. Estos son sus poemarios: La tierra más ajena, 1955; La última inocencia,1956; Las aventuras perdidas, 1958; Árbol de diana, 1962; Los trabajos y las noches, 1965; Extracción de la piedra de locura, 1968; El infierno musical, 1971 y Textos de sombra y últimos poemas, publicación póstuma en el año 1982.
Flora Alejandra defendió su libertad, expresó sus angustias y sus alegrías, dibujó con palabras el silencio y la oscuridad que deseaba, creo sus propias alas nocturnas, que la elevaron al espacio anhelado donde…
…todo se unifica como en otros tiempos, en el jardín de los cuentos
para niños lleno de arroyuelos de frescas aguas prenatales,
ese jardín es el centro del mundo, es el lugar de la cita, es el espacio
vuelto tiempo y el tiempo vuelto lugar, es el alto momento de la fusión y del encuentro,
fuera del espacio profano en donde el Bien es sinónimo de evolución de sociedades de consumo,
y lejos de los enmierdantes simulacros de medir el tiempo mediante relojes, calendarios y demás objetos hostiles,
lejos de las ciudades en las que se compran y se vende…
Por eso ella es una de mis mujeres favoritas.
1.- «Diarios 1960-1968», Frank Graziano, introducción y compilación, Alejandra Pizarnik. Semblanza, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 273
La información e imágenes usadas en este texto fueron obtendidas de los siguientes sitios, que les recomiendo visitar si quieren saber más sobre Alejandra Pizarnik:
http://alejandrapizarnik.blogspot.mx
http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/
http://www.sololiteratura.com/piz/pizarnik.htm
http://www.contranatura.org/index.html
http://alejandrapizarnik.blogspot.mx/2011/12/galeria-de-arte-de-alejandra-pizarnik.html
A través del invisible hilo que hay entre la vida y la muerte nadie sabe lo que hay. Quizás lo que unos llaman locura y es capaz de llevar a una persona al suicidio en la flor de su vida no es más que el sueño y la creatividad de un genio. Alejandra Pizarnik compartió su talento con el resto del mundo y luego acabó con su vida, pero tal vez para ella no fue así y sólo se sumió en un profundo sueño porque pensó que ya había acabado su maravillosa obra. Dejó una hermosa huella a su corto paso… Felicidades, Rosa Borrás. Un saludo.
hola mari, de acuerdo contigo. quizá la muerte sólo es un profundo sueño.
graias por leer y comentar. ¡saludos!