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Ciudad de México, 11 de mayo de 2025 (Neotraba)

Insensatos lectores: semanas atrás me encontraba aburridísimo en casa. Me ha dado por quedarme viendo videos de YouTube para pasar el tiempo o en su defecto para conciliar el sueño. En ocasiones llego a ver cosas interesantes, en otros casos puras pendejadas. De un tiempo a esta parte no he tenido ánimo para el cine y por mucho que busco no encuentro alguna película que se me antoje y tampoco sé de alguna serie de televisión medianamente interesante.

Si alguno de ustedes pudiera apiadarse, de esta humilde napkin, y me recomendaran algo que valiera la pena mucho se los agradeceré.

Debo decirles que en mi casa cuento con una pirateca, no les diré cómo es que llegó a mis dominios, sólo he de comentarles que por tan sólo $350 pechereques al mes, puedo ver casi cualquier cosa y cualquier plataforma.

Aunque no pierdo de vista que este asunto de la pirateca ha inhibido por completo el hábito que tenía de acudir con frecuencia al cine. Por otro lado, ver cine en casa no es del todo recomendable (al menos para mí), ya que es muy probable que la atención se fracture con facilidad en cualquier momento y que el televidente (en este caso yo) se distraiga a la menor provocación. Dicho sea de paso, por ese motivo Quentin Tarantino mudó su proceso creativo al teatro, decidió que en vez de hacer cine haría obras teatrales. El año pasado debutó y el éxito que tuvo fue alucinante.

El caso es que antes de que el Papa en funciones colgara los hábitos y entregara el equipo al creador, me dio por ver Cónclave. Si no la han visto ni se apuren, hay unas cuarenta y siete mil quinientas veintiún cosas que podrían dejar de hacer antes de morir y créanme que ver Cónclave es la cuarenta y siete mil quinientas veintidós.

Quizás lo único que valga la pena sea ver este asunto del ritual en sí. Me refiero a la elección del Papa. Este rollo del humo negro y el humo blanco. Y podrían también darle un vistazo por dentro a la Capilla Sixtina que es donde se realiza la votación. Fuera de eso la peli no ofrece gran cosa.

A grandes rasgos va de los conflictos que todo ser humano tiene, habla acerca de lo complejos que podemos ser, de los secretos que cada uno guarda para sí mismo y toca un poco el tema de la ambición, pero de un modo muy tenue.

De hecho, nuestras complejidades son las que nos hacen seres humanos. Ese cúmulo de defectos y malas decisiones que hemos tomado a lo largo de la vida. En fin, que si no tuvieran nada mejor que hacer les sugiero que se lancen por un elote o que vean otra película un poco más coqueta y profunda.

Pasando a temas un poco más interesantes, tomé el periódico y no podía creer lo que veía. El miércoles 7 de mayo apareció en primera plana del Reforma el siguiente artículo:

INCREÍBLE: ¡AVIÓN CAE EN UN BACHE!

“Los baches no sólo están en las calles de la CDMX. También en las pistas del AICM. Ayer el avión de Aeroméxico procedente de La Paz, Baja California Sur, vuelo AM363 cayó en un hoyo en la zona de rodaje en su aproximación a la Terminal 2.

La nave atorada tuvo que ser auxiliada por un tractor de remolque y la maniobra de rescate provocó el colapso que detuvo al menos nueve aviones que venían detrás y no pudieron avanzar. Algunos tuvieron que ser enviados a la otra pista de T1 por protocolo, según personal de Operaciones, en lo que ubicaban en plataforma a la nave accidentada.

El vuelo con al menos 70 pasajeros aterrizó a las 13:25 y a las 13:45, en su camino a la T2, percibió una variación en el rodaje (seguramente el piloto pensaría que se le ponchó una llanta y que tendría que ir en chinga a una vulcanizadora) y solicitó apoyo por protocolo, según fuentes consultadas por Reforma. Los pasajeros no daban crédito a la situación (yo tampoco) que pudo haberles pasado en un auto en la calle de la CDMX, pero nunca imaginaron que ocurriera en un avión.

Al final, la nave arribó a la plataforma a las 14:10, con un retraso de 20 minutos. La aerolínea no reportó incidentes, según fuentes de la empresa.

El AICM tiene actualmente un proyecto de inversión de 275 millones para obras y ampliaciones en calles de rodaje. Quizás (¿quizás?) tengan que invertir también en tapar los baches”.

Y no sé ustedes, pero yo no dejo de pensar que vivimos en un sueño de Leonora Carrington.

Como les comentaba, suelo ver un poco de YouTube para pasar el tiempo y sobre todo antes de dormir. En algunos videos he visto que muchos extranjeros llegan a México y se deslumbran: las opiniones son diversas y muy variadas, pero en general observo que les gusta este país por la comida, sitios como Avenida Reforma o el Castillo de Chapultepec. En particular les encanta la Megalópolis: sus puestos de fritangas, su tráfico, su contaminación y sus perros callejeros. Nada como vivir en la CDMX.

De verdad, no comprendo bien cuáles serán los referentes de las personas que se sienten tan atraídas al ver una ciudad así, tan anárquica y tan generosa a la vez. Supongo que, comparando la seriedad y el orden de un sitio como Suecia o Finlandia, la antigua Tenochtitlán debe parecerles un parque de diversiones.

Lo que sí creo es que muchos extranjeros que visitan México en algo tienen razón: todas las entrevistas que he llegado a ver dan cuenta de algo importante: la gente. La gente en México es especial (eso dicen los que vienen de afuera), en este país a los mexicanos se les ve felices, cordiales y es muy sencillo hacer amigos y generar relaciones de empatía y compadrazgo.

Lo que no saben es que nos reímos de nuestra vida, de nuestras desgracias, de nosotros mismos y de los problemas que cargamos, porque en la mayoría de los casos no hay otra solución más simple que ver las cosas con cierto optimismo. Por otro lado: nos gusta el desmadre y nos llaman la atención los güeritos (en mi caso las güeras, no lo voy a negar).

Quizás me equivoque, pero vivir en carne propia la complejidad del metro en alguna hora pico no es nada sencillo. Asuntos como el ambulantaje, el tráfico, el calor (he notado que les gusta mucho ver que acá todos los días sale el sol y que la ciudad se ve muy verde, llena de árboles) y la cantidad de malabares que tenemos que hacer para ganarnos la vida nos resultan bastante laboriosos y en ocasiones se antojan un poco extremos.

La gente que viene de otros sitios no sabe que el hecho de jugarle al emprendedor y vernos orillados a instalar puestos de comida en la vía pública no es una cuestión romántica o un mero pasatiempo. Se trata simplemente de ganarnos la vida de alguna manera.

Para concluir con este asunto, debo decir que siento una gran curiosidad cuando veo a tanta gente que decide mudarse a vivir a la poderosa CDMX ¿por qué lo harán? Y no se conforman con eso no, señor, también les da por afirmar lo que solía decir la legendaria Chavela Vargas: “un mexicano nace donde le da su chingada gana”. La neta es que sí somos bien chidines y a mí me encanta mi caótica ciudad. Sólo es que si yo viniera de otro continente no sé si podría con tanto folclor y con tanta pinchi ocurrencia.

Y hablando de toros y deportes: mientras redacto estas líneas me entero de que el nuevo Papa se llama Robert Francis, que es de Estados Unidos y que también tiene nacionalidad peruana. ¿Será un espía de Trump? Lo sabremos muy pronto si le empieza a cobrar aranceles a todos los cardenales, obispos, monjitas, sacerdotes y feligreses.

Cambiando por completo el tema, y para finalizar, quisiera hablarles del inigualable Luis Humberto Crosthwaite. Justo a finales del año pasado se publicó su último libro. Yo lo conocí con Estrella de la Calle Sexta, también escribió Aparta de mí este cáliz, Instrucciones para cruzar la frontera, y La increíble y (a veces) triste historia de Ramón y Cornelio. Este último es una joya. También tiene un librazo de cuentos denominado Media Nelson a corazón. Espectacular.

El día de hoy pensé que sería buena idea transcribir aquí para usted, damita, caballero, el texto con el que Crosthwaite abre su libro denominado El último show del Elegante Joan:

“CARTA ABIERTA

Al Lector/ Lectora/ Lectore,

autoridades competentes y

opinión pública:

Por medio de la presente hacemos de su conocimiento que los abajo firmantes, miembros activos del Ilustrísimo Sindicato Mundial de Personajes Ficticios, protestamos por el maltrato al que fuimos sometidos durante la elaboración de este libro.

Según el contrato colectivo de trabajo que convinimos con el C. Luis Humberto Crosthwaite (en lo sucesivo “el escritor”), existían directrices específicas para la elaboración de los cuentos aquí incluidos. Éstas no fueron respetadas por “el escritor”, además de que nos expuso a trabajos adicionales que realizamos sin queja alguna, anteponiendo siempre la noble labor de llevar solaz y entretenimiento al público.

Al finalizar nuestras funciones, esperábamos recibir los honorarios acordados, según el tabulador vigente, además de una compensación justa por las interminables horas extra que invertimos y el estrés que nos generaron los reiterados cambios de opinión en los que incurrió “el escritor” durante la realización de su libro, los cuales incluyeron arbitrarias y bruscas transformaciones de nuestro perfil psicológico y hasta nuestra identidad sexual, con tal de que sus cuentos quedaran “bonitos”. Lamentablemente no recibimos remuneración alguna.

El presente posicionamiento lo realizamos con el fin de que nuestros derechos, y los de todos nuestros camaradas afiliados al Ilustrísimo Sindicato Mundial de Personajes Ficticios, sean respetados en futuras colaboraciones con otros escritores de cuentos o novelas. Sobra decir que con “el escritor” no volveremos a trabajar.

Por una justicia plena y equitativa para los personajes ficticios del mundo, firmamos los personajes de este libro:

Editoras panameñas, amantes venidos a menos, niñas bateristas, poetas, cornudos gringos, señores y señoras cerillos, profes de secundaria, jóvenes escritores, hombres despechados, enfermos psiquiátricos y El Elegante Joan”.

Si con esto no les apetece leer el libro ya no sé qué más podría hacer. Sólo que le haga al lector a domicilio y les vaya leyendo a cada uno de ustedes un cuento todos los días durante los siguientes cuatro años.

En fin, que ya me voy porque me urgen unos esquites con queso, chingos de mayonesa y chilito del que no pica. Se me portan bien, no quiero quejas. Cualquier duda o sugerencia con esta columna llena de baches y de extranjeros que aman nuestra surrealista ciudad, favor de dejarnos sus comentarios, fabulosa damita, ilustre y bien ponderado caballero.


Gabriel Duarte. Ciudad de México 1972. Es Licenciado en Mercadotecnia por la Universidad Tecnológica de México. Estudió literatura en SOGEM. Está por publicar su primera novela.


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