Por José Luis Dávila
Los dedos recorren las teclas nuevamente creando ambiente de blues, la guitarra pone la tensión con cada nota sostenida; ambos se mezclan, se funden y entonces es como volver a sentir a Jim sin que sea algo que se le parezca: ¿Qué importa si nada tiene que ver con él? Es él en palabras y sonidos que nunca escribió (que nunca escuchará) pero que lo invocan como en un ritual en medio del desierto orquestado por dos viejos indios: Ray Manzarek y Roy Rogers.
Jim es el fantasma mediante el cual se escucha este blues, o mejor dicho, Jim es este blues que se vuelve un fantasma, un cuerpo translúcido que permite ver lo que está tras de sí. Y lo que está es una banda formada por la experiencia de los años pasados, que se basta con lo básico, lo clásico, sustentada en la habilidad de sus integrantes con los instrumentos y en las letras que arrasan como un huracán, devastando las ciudades íntimas, las poblaciones de la subjetividad.
La Manzarek-Rogers Band recupera, con Translucid Blues, un pasado añorado por los amantes de este género que se cruza con la voz mítica de Morrison resonante en estas composiciones sin ser suyas y sin ser en su honor, como gritando desde la tumba por la diferencia entre 5’s y 1’s.
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