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Ciudad de México, 16 de mayo de 2025 (Neotraba)

Escondido y polvoriento en el entrepaño más bajo del último anaquel, al fondo de la librería, impreso en los años cuarenta del siglo pasado, con sobrecubierta de color gris y papel amarillento de mala calidad, alejado del contacto humano, excepto al salir de la imprenta, al ser trasladado de España a América y al exhibirse en una librería de Ciudad de México por algunas semanas como novedad, luego guardado en una bodega por décadas, después rematado como papel a una recicladora y rescatado por un aventurado librero de viejo, colocado en los estantes de un local rodeado de dieciocho mil ejemplares, ubicado alfabéticamente en la sección Teatro Iberoamericano, reacomodado un par de veces para mantener el orden temático del establecimiento, después condenado al recoveco más alejado, ese espacio que fue cubierto por pilas de libros que con el paso del tiempo lo dejaron sepultado.

Por varios años el libro olvidado no ha visto la luz del sol, cubierto de polvo, tal vez uno que otro insecto lo rozó al pasar, es lo más emocionante que le ha sucedido al octogenario ejemplar. Aún permanece intonso, jamás ha podido cumplir la función para la que fue creado.

Formó parte de la imaginación de un escritor, de la confianza de un editor, del ingenio de un diseñador, del esfuerzo de un impresor y de la voluntad de un par de distribuidores. El libro olvidado espera de forma estoica, está seguro de que en algún momento llegará su lector, alejado está de enterarse que al arrendatario, un buen librero que ha ejercido su oficio por treinta y cinco años le han pedido el local, una empresa trasnacional ha ofrecido cinco veces el precio del alquiler, la gentrificación lo alcanzó, en dos meses debe decir adiós al espacio que lo arropó por más de dos décadas.

El libro olvidado. Fotografía de Sergio Núñez
El libro olvidado. Fotografía de Sergio Núñez

El libro olvidado es ajeno a todo, posiblemente será llevado a una recicladora para convertirse en una caja de cartón y transportar manzanas o grasa vegetal, tal vez sea tirado a la basura, en el mejor de los casos será empacado, llevado a una bodega y abandonado por un par de décadas más.

Al librero se le ha ocurrido pedir ayuda, la prensa local lo ha apoyado y los jóvenes de la ciudad respondieron y han acudido en su apoyo, ha logrado desalojar más de dos mil ejemplares, lamentablemente el libro olvidado sigue ahí, después de varios días nadie se acercó, queda menos tiempo para el desalojo.

El librero ha tenido fortuna, encontró otro local, es momento de la mudanza, de nuevo pide ayuda, ahora son los amigos, se logra el traslado en tiempo récord, el libro olvidado de nuevo percibe el calor humano y es colocado en un nuevo estante a la vista de todos, ahora la sección donde se ubica se llama Teatro Contemporáneo.

El libro olvidado. Foto de Sergio Núñez
El libro olvidado. Foto de Sergio Núñez

Pasan los meses y nada, sus vecinos contiguos lo dejan y llegan otros, pero él sigue ahí, recorrido a la derecha y a la izquierda según los requerimientos del lugar. El librero enferma y entra otra administración a la librería, ideas novedosas para que los libros fluyan, todos los ejemplares de baja rotación pasan a mesas de remate.

Para el libro olvidado es una nueva oportunidad para hallar a su lector, pasan los días, los meses y no ocurre nada, un constante movimiento en la mesa, pero siempre es relegado, echado a un lado.

Pasa de la mesa de remate a la caja de libros de obsequio, ¡Libros gratis! dice el colorido letrero, la caja se vacía constantemente, excepto por el libro olvidado.


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