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Portada de "Cuentos mágicos" de Iván Morales Torres. Imagen cortesía de Antonio Arroyo Silva

Por Antonio Arroyo Silva.

Estimados terrícolas:

UNO

Se preguntarán qué hace un poeta presentando un libro de narrativa. A esto debo contestar que, hace tiempo, cansado de leer “más de lo mismo” en lo que a poesía se refiere, me interné en la lectura de esos géneros que la crítica literaria de entonces denominaba “menores”. Así que, por simple voluntad y por gusto, estuve navegando por todas las galaxias dominadas por la Fundación y el Imperio de Asimov buscando el perdido planeta Gaia de la nueva humanidad. Me puse el destiltraje de Frank Herbert para cruzar los desiertos de Dune durante milenios y milenios. Devoré todo los libros de El Señor de los Anillos hasta encontrar mi tesoro. Y esto es sólo un pequeño ejemplo. El resultado fue que aprendí más poesía en esta singladura que de aquella cuyos próceres cacareaban desde las cátedras en esos momentos. La poesía —y, por extensión, la Literatura— necesita de la vida, tanto como la vida de la poesía. Y la vida es fantasía también. La poesía necesita emoción, imaginación, cuerpo y movimiento imprescindibles para que el lenguaje sea un revulsivo de sí mismo y contra la imposición de límites. En literatura existe eso de “el infinito y más allá” de géneros y generalidades.

Pero hoy no vamos a hablar de poesía… Bueno, sí; pero, en primer lugar, de ese momento tan especial que supone presentar un libro de un escritor novel como Iván Morales Torres que desde el principio de su andadura literaria ya busca un equilibrio “entre la magia y el realismo”. Ingeniero con ingenio creador, sabe colocar la caña para destilar el azúcar de la literatura. Iván terminó Ingeniería Superior en electrónica y recientemente leyó su proyecto ante el tribunal con nota sobresaliente. Tiene publicada la novela Oikia Dualidad que forma parte de la trilogía sobre el mundo imaginario de Oikia, cuyo segundo tomo está en fase de corrección. Participó en una antología de escritores canario-mexicanos con el relato SOR. Le encanta la música latina, es un gran bailarín, habla inglés, alemán, francés y japonés, escribe décimas como mero ejercicio literario.

A propósito del realismo, en la actualidad se está llevando a cabo una amplia revisión de este concepto. Si por realismo literario entendemos esa corriente que el propio Galdós se replanteó, estamos hablando sencillamente de una pequeña parcela de la Realidad, una realidad acotada por una visión simplificadora y con las directrices de un sistema determinado. Nada más lejos de la verdad, entonces, tal como manifiesta el intelectual, poeta y activista de Greenpeace Jorge Riechmann. Tampoco vamos a abordar el elemento mágico como algo apartado de la cotidianidad del mundo. Nada tan real y próximo como la visión de Gabriel García Márquez y, como dice nuestro novelista Luis León Barreto, el mundo está lleno de Macondos. Y es cierto, el mundo entero es un macondo. Pero Iván, en este caso, además, apuesta por la recuperación de ése tan especial que gravita en cada persona y debe iluminar el camino de toda la sociedad actual. Es decir, esa aparente ingenuidad e inocencia de la que habla Juan de Yepes para llegar a un conocimiento superior que parte de la percepción de aquello que este sistema de valores en el que se hallan ustedes, estimados terrícolas, niega y prostituye. Pero lo que se le prohíbe u oculta a un niño es lo que más le llama la atención, lo que despierta sus sentidos, su sensibilidad. Éste es el mensaje inicial que nosotros, los extraterrestres de este mundo paralelo de aquí al lado, captamos.

DOS

Como dice nuestro joven narrador, la sociedad debe reiniciar su disco duro para volver a mirar el mundo como por primera vez y así recuperar esa esperanza que hemos perdido y que constituye el primer escalón que nos ha llevado a este estado de cosas. Recuperar un mundo donde cada palabra es un motor y un símbolo de la vida real. Después, adentrarse en el infinito e inexplorado universo de la mente humana y asombrarnos con la grandeza de las cosas clasificadas sin importancia e inexistentes por la sociedad de consumo. Ésas cosas que forman parte de la conexión del ser humano con la naturaleza y que no caben en la manía clasificatoria del Sistema. Por eso se les llama fantasía, esoterismo, ciencia ficción. Cosas de locos y poetas extraterrestres. Hay que volver a la etapa del mito para encontrar el logos. Para el reencuentro.

En Cuentos Mágicos, Iván Morales Torres, utilizando un estilo sencillo y lineal nos conduce a la reapertura de ese paraíso perdido —más bien secuestrado— a través de tres cuentos unidos con la misma intención narrativa. En “Si en el mundo existiera la magia” una niña de ocho años llamada Cristina conduce a su hermano adulto Uriel. Una niña pequeña nos lleva también hacia ese mundo perdido de la magia y, con Uriel, experimentamos una contradicción entre lo verosímil y lo inverosímil  y nos replanteamos la frontera entre lo real y lo fantástico. Mientras, cualquier acto cotidiano sin aparente trascendencia se transforma, más que en símbolo, en elemento desencadenante de toda una trama que nos zambulle en una realidad sublunar. Filli della luna, nos llama la narradora sarda Giovanna Mulas a los escritores de Canarias.

En “La reina de las hadas” el razonamiento es inverso. Una serie de conflictos acaecidos en el mundo de la magia entre elfos y hadas parece que ejemplifican a la perfección los sentimientos humanos de amor y desamor. De hecho, la resolución feliz no exenta de tragedia simboliza el origen de los seres humanos. Así la criatura resultante de la unión entre un elfo y un hada es una niña humana. Según la princesa de las hadas, los humanos tienen dentro de sí la verdadera magia:

 — ¿Quién ha dicho que los humanos no hacen magia? –preguntó la madre mirándola sonriente.

La hija la observó desconcertada.

—Llevan la magia por dentro, hija mía. Pues tienen la fragilidad y la bondad de los elfos y la capacidad de amar de las hadas. Aunque algunos no se dan cuenta—añadió.

“El reino de las hadas”, no en extensión pero sí en intención, tiene parentesco con Olvidado rey Gudú, de Ana María Matute, en el sentido de que aquélla también es una alegoría que simboliza una historia de emociones humanas. Además, sin menoscabo de “Si en el mundo existiera la magia” y “Los comedores de piedras”, esta pequeña obra viene a ser el epicentro del resto del libro, donde las energía creadora de nuestro joven autor se manifiesta con total libertad al despersonalizar ese mundo que le rodea e interiorizar los conflictos que acontecen en el espíritu humano.  

El libro termina con “Los comedores de piedras”, quizás un alegato, en código juvenil, contra esa razón antropocéntrica que es posible lleve al ser humano a la autodestrucción de la que ningún ser superior podría salvar. La salvación sólo depende de abandonar esas ansias devoradoras hacia todo lo creado e integrarse en la naturaleza. Tesis ambiciosa y tenaz la de Iván Morales, donde ya se vislumbra el futuro de una creación llena de viajes interplanetarios, hadas y duendes, nunca  diseccionados de la realidad cotidiana de esa llamada mayoría silenciosa, que sueña y percibe el principio y el final de esa ficción por la que callamos durante nuestros días de vigilia.

Sardina, 6 de octubre de 2012.

 

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