Por José Luis Dávila.
Todos hacen listas de algo en esta temporada. Listas de los mejores libros del año, de los mejores momentos de los programas, de los mejores discos o de los más vendidos, de las mejores películas. Listas y listas por todas partes, atacando como diciendo que si no lo escuchamos, leímos o vimos, entonces no supimos apreciar la “buena” producción del año.
A mí no me gusta hacer listas porque no creo que se pueda clasificar de acuerdo a la experiencia de una persona todo lo que surge en cada campo, y menos en el poco tiempo que representa un año; incluso decir “un año” es exagerado, ya que se suele valorar cosas que salen incluso a un mes de que termine el mismo. Sí, hay coincidencias entre muchas listas, lo que podría generar la sensación de credibilidad, pero insistiré en que un lugar dentro de una escala hecha por alguien, dígamos un crítico, no refleja más que dos cosas: la forma en que se plantea una elite de receptores a través de la certificación dada por un medio y el umbral de lo que se quiere buscar como tendencia para el próximo año, una especie de camino anunciado sobre el futuro de a quienes hay que prestar atención.
Yo, por ejemplo, soy un adepto de leer todas las publicaciones sobre música que alcanzo, desde las que están on-line a las que cualquiera puede encontrarse en un puesto de periódicos; esta temporada suelo leer decenas de listas y la mayoría coinciden en nombres que aparecen, sin importar el número que se les otorga, y también coinciden en los nombres que no aparecen. El problema es que, como un escucha de a pie, no entiendo por qué hay cosas que no deberían aparecer y cosas omitidas que deberían tener su justo lugar.
Por eso no me he podido despegar de la odiosa tradición de hacer una lista, y les presento mi lista de los cinco discos que no debieron aparecer en ninguna lista.
1. Blunderbuss, de Jack White.
Que algo tenga el nombre de Jack White no lo hace bueno. La música de este disco es un reciclado de piezas y letras que se siente desde el primer momento, y eso es lamentable porque a White lo tengo como alguien muy versátil. No hay emoción al escucharlo, es decir, es tanto Jack White que las canciones se hacen planas; espero que le quede el aprendizaje de que trabaja mejor en grupo que solo.
2. good kid, m.A.A.d city, de Kendrick Lamar.
Lamar definitivamente no es bueno. Tiene todo el estilo, pero es sólo eso: estilo. La voz es llana y lo sobrecompensa con los vídeos de sus sencillos, pero incluso éstos terminan siendo aburridos, quizá porque recuerdan demasiado a Usher, incluso en la forma de bailar.
3. Life is Good, de Nas.
Este no fue un buen año para el hip-hop ni el rap. Nas ha tenido mejores trabajos; esta vez se lanzó por algo más comercial, por letras y arreglos que demanda un mercado infestado de cosas como Flo Rida, pero no es lo suyo y se nota.
4. The 2nd Law, de Muse.
Este disco es el King of Limbs de Matt Bellamy y compañía, así de simple. Igual que con ese disco Radiohead demostró que podía hacer cualquier cosa y venderla, con este Muse podría implantar una cátedra de cómo no se hace un disco.
Lo explicaré: son 12 canciones más un preludio introductorio que sólo sirve para la cuarta canción. De esas doce canciones sólo las primeras cuatro tienen música y letra rescatable, de ahí en fuera, son completamente olvidables porque se escuchan como muchas canciones anteriores que han hecho, incluso parece que es la misma música que se usó hace dos discos pero esta vez con piano.
Y las últimas dos piezas, las que dan título al álbum, son detestable: son sólo ruido. Se distinguen algunas voces, de pronto una guitarra, pero en general son ruido.
No tengo qué decir lo ridículo que es integrar este disco a una lista de lo mejor del año.
5. Some Nights, de fun.
Realmente no creo tener que decir mucho al respecto de este material. Se dio a conocer cuando Glee usó la canción “We Are Young”, y les sobrevino la fama. Punto. No tiene nada más destacable.
Algo es seguro, quienes han considerado que fun son buenos como para ser de lo mejor del año, no han escuchado todo el disco.
Todas estas apreciaciones no son imposiciones, son sólo formas de haber escuchado la música. Son, si quieren, críticas personales, lo cual todos deberíamos hacer.
NOTA: José Luis Dávila nos preparó este texto a finales de 2012, pero el equipo de Neotraba se fue de vacaciones y por eso es que lo incluimos hasta este momento.