Boxear y rodar por las calles en una burbuja dorada
Una reseña sobre Escafandra de César Gándara, que obtuvo Mención Honorífica del Premio Nacional de Novela Breve “Amado Nervo” 2020.
Una reseña sobre Escafandra de César Gándara, que obtuvo Mención Honorífica del Premio Nacional de Novela Breve “Amado Nervo” 2020.
Por Óscar Alarcón (@metaoscar)
Puebla, México, 29 de julio de 2022 [00:01 GMT-5] (Neotraba)
Desde hace mucho que se le debía una novela al vocho, el sedán cuya última producción se realizó en 2003 en la planta armadora de VW con sede en Puebla. Escafandra proviene de la pluma de César Gándara (Guaymas, Sonora, 1971), y este año se publica bajo el sello de Ediciones del Lirio.
El vocho es uno de esos iconos pop, que después de 58 años de producción nos dejó un sinfín de anécdotas. Hay quienes aprendieron a conducir en uno de estos escarabajos; otras personas recuerdan que fueron los primeros eco taxis de la Ciudad de México y que no tenían el asiento delantero para que los usuarios viajaran con mayor comodidad. Y otros, recuerdan que la primera vez que tuvieron sexo fue a bordo de un vocho.
César Gándara nos presenta la historia de Palomo, un joven que tiene tres pasiones: el box, Escafandra –el vocho dorado que se convierte en una burbuja que lo protege contra todo mal– y Telma, la hija de doña Amelia –una mujer que lo ayuda a ganarse la vida atendiendo un puesto en un mercado ambulante.
La relación amorosa con Telma es casi un arquetipo de las relaciones que transcurren entre los jóvenes de este país. Una relación en donde no hay razón sino pura hormona y emotividad, todo es una descarga de emociones antes de dar paso a los argumentos: terminamos, volvemos, terminamos, volvemos y en el inter de cada ruptura tenemos otras parejas para regresar nuevamente al mismo ciclo interminable.
La escritura de Gándara en este libro está cercana a la de Armando Ramírez –sin que esto sea intencional y tampoco lo señalo como un defecto–, a esas novelas del barrio en donde se diseccionaban las vidas de sus moradores, así tenemos vasos comunicantes con novelas como Me llaman la Chata Aguayo, Chin Chin el Teporocho y ¡Pantaletas!
Sin embargo, Escafandra no se ubica en Tepito sino en Hermosillo, Sonora, en donde somos testigos de cómo se mueven los mercados de fayuca –la mercancía que entraba de contrabando a nuestro país y que provenía de Estados Unidos, principalmente– y que ahora se ha convertido en mercancía de uso cotidiano. Es decir, hemos integrado la venta informal de productos a nuestras vidas. Y no hay vergüenza de ello, porque ¿quién puede decir que nunca ha comprado productos chinos, gringos o de importación?
Y justo eso nos da otra línea temática de Escafandra: la venta de fayuca y el trasiego de cocaína estarán presentes en la novela: no se trata de una denuncia sino de hablar de la realidad en la que nos movemos desde hace décadas en este país, sea el norte, el centro o el sur.
Los lipsticks, las sombras para ojos, las bolsas de imitación llenan las oficinas gubernamentales y las secretarias se pelean por tener los mejores productos que Palomo ofrece, mientras intenta ganarse la vida y la confianza de doña Amelia, quien le da todo a manos llenas excepto su aprobación para noviar con Telma.
Palomo asiste todos los días al gimnasio de don Goyo; le tunde duro al costal y se le van sumando detractores porque es un pugilista destacado. Sigfrido –su antípoda– se la tiene jurada a Palomo, pues tiempo atrás habían arreglado una pelea: te dejas caer y se te entregan mil quinientos pesos. El resultado fue el contrario: se le fue encima porque no toleraba tanta arrogancia en una sola persona.
Pero regresemos al vocho: el vehículo no alcanza la categoría de personaje en esta novela, pero ni falta que le hace, pues es un objeto casi místico para casi todos los personajes. En él se centra la idea de avance, ya se económico, en la escala social o para que lo acepten en la familia de Telma, quien para estas alturas ha cambiado tres o cuatros veces de novio y Palomo no ha dejado de ser su piedra de toque, la persona a la que siempre regresa.
El Volkswagen circula entre los puestos de playeras, maquillaje, mochilas; aumenta la velocidad, y en cada vuelta de llanta descubrimos la maestría de César Gándara para regalarnos imágenes cinematográficas:
La Escafandra se deslizaba por avenidas amplias. Corría como bólido metiéndose entre los autos. La llanta delantera coqueteaba con la orilla de la banqueta, mientras el viento me agitaba el cabello. Yo con las manos firmes en el volante. Un pequeño cráneo de acero colgaba del espejo retrovisor. Los vehículos comenzaron a aglutinarse. Entonces di un volantazo para meterme por calles más pequeñas, hasta que llegué a la San Benito, la colonia de la doña. Me detuve frente a su casa. La música se apagó junto con el motor y me bajé del vocho. (pp. 11-12)
Escafandra de César Gándara es una novela en donde sentimos la angustia y el sudor de un personaje que lucha por ser aceptado en un círculo donde las figuras paternas se han borrado. Es una novela sobre el box y sobre el desamor, sobre el barrio y sobre las drogas. Es una novela que arranca mientras vemos la aparición del primer amor y que cierra con la esperanza de ver a Palomo triunfar, mientras un vocho se pierde en el sol del norte del país y aparece una ciudad fronteriza como próximo destino.
Escafandra de César Gándara. Ediciones del Lirio/Universidad Autónoma de Nayarit, México, 2022.