Algunos propósitos y la gran Irene Vallejo
Iniciar el año leyendo a la aguerrida Irene Vallejo es una gran manera de recibir los futuros doce meses. Supongo que ustedes ya hicieron una lista de deseos para este 2025. Escribe Gabriel Duarte.
Iniciar el año leyendo a la aguerrida Irene Vallejo es una gran manera de recibir los futuros doce meses. Supongo que ustedes ya hicieron una lista de deseos para este 2025. Escribe Gabriel Duarte.
Por Gabriel Duarte
Ciudad de México, 5 de enero de 2025 (Neotraba)
Insensatos lectores: hoy es miércoles primero de enero. No sé ustedes, pero a mí me pareció que, para arrancar el año, sería una buena idea quedarme tranquilito en casa y de este modo poder matar dos pajarracos de un solo chingadazo: en primera instancia, puedo evitar hacer cualquier pendejada en público. Y, en segundo lugar, tendré tiempo para escribir con toda calma el sermón del próximo fin de semana.
Para ser muy honesto, les diré que sólo fui capaz de salir a comprar unos frijoles refritos y el periódico. Después de rifarme unos poderosos molletes, comencé a hojear el Reforma y me encontré con algunas cuantas noticias y con algunos otros retos que se nos avecinan.
Comencemos: si usted se propuso bajar unos kilitos y piensa que ese asunto luce un tanto complicado, imagínese el reto que se le viene encima a la gran Sheinbaum (y le digo así por lo siguiente): resulta que el monstruo color anaranjado aún no llega a la presidencia de EUA y ya anda poniéndose bien al tiro.
En días recientes le dijo a nuestra presidenta que él está imponiendo un drástico incremento en las cuotas arancelarias porque México está permitiendo el ingreso de criminales hacia su país. A lo anterior, nuestra aguerrida mandataria le respondió lo siguiente: óigame hijito de su naranja madre (no se crean no le dijo así). No es con amenazas ni con aranceles como se va a atender el fenómeno migratorio ni el consumo de drogas en Estados Unidos. A un arancel vendrá otro en respuesta (¡bravo!).
Por otra parte, si usted tiene el firme deseo de hacer ejercicio por cuestiones de salud, nuestra Guardia Nacional tiene un reto mayúsculo. Los putazos en Sinaloa no han llegado a su fin y no se ve para cuándo. Aunado a esto, en estados como Guanajuato, Guerrero, Michoacán y Chiapas la narcoviolencia está desatada.
De lo anterior podemos concluir que la política de seguridad tendrá una dura prueba con sus estrategias de inteligencia y focalización en el combate a grupos criminales.
En cuestiones económicas, el reto será mayúsculo (pero ¿cuándo no ha sido así?) La presente Administración debe mitigar la incertidumbre en los inversionistas, debido a la reforma judicial y a la eliminación de órganos autónomos. Y nosotros a pedalearle bien duro y a rasurar nuestro presupuesto para poder ahorrar algunos cuantos chelines y poder darnos uno que otro lujito.
En fin, que espero que en diciembre de este año nos demos tiempo para analizar nuestro desempeño y brindar por nuestros logros. Cambiando el tema radicalmente y hablando de asuntos que están un poco más en nuestras manos. Si entre sus deseos se encuentra retomar el hábito de lectura, me tomaré el atrevimiento de hacerle la siguiente interrogante, damita, caballero: ¿alguna vez han pensado lo importante que es el ocio?
Verán, en la antigua Grecia el ocio estaba reservado, por decirlo de algún modo, para cierta clase elitista. “Aquellos griegos recibían un baño de cultura general, no les interesaba en lo absoluto especializarse. Menospreciaban la orientación técnica del conocimiento. No estaban obsesionados por el empleo. Todo aquel que pudiera permitírselo, evitaba aprender algo tan envilecedor como un oficio.
Lo elegante era el ocio, es decir, el cultivo de la mente, la amistad y la conversación; la vida contemplativa. Sólo la medicina, incuestionablemente necesaria para la sociedad, logró imponer un tipo de formación propia. A cambio, los médicos padecían un claro complejo de inferioridad cultural.
Ahora bien, hablemos de los morritos: los afortunados niños de la cultura helenística que podían permitirse estudiar más allá de los rudimentos básicos, recibían una educación esencialmente literaria. En primer lugar, porque sus padres valoraban las palabras (la capacidad de comunicar, diríamos ahora), la fluidez de discurso y la riqueza verbal que se aprenden leyendo a los grandes escritores. Los habitantes del mundo antiguo estaban convencidos de que no se puede pensar bien sin hablar bien. Los libros hacen los labios, decía un refrán romano.
En segundo lugar, por nostalgia, tras los pasos de Alejandro Magno, muchos griegos se habían instalado en territorios ignotos (desconocidos para aquellos que estudiaron en escuela de gobierno), desde el desierto de Libia hasta las estepas de Asia Central. Allí donde aparecían y se afincaban griegos, ya fuera en las aldeas del Fayum, Babilonia o Susiana, enseguida asentaban sus instituciones, sus escuelas primarias y sus gimnasios.
La literatura ayudaba a los emigrados a mantener un lenguaje común, un sistema de referencias compartidas, una identidad. Era el instrumento más seguro y de intercambio entre los griegos dispersos por la basta geografía del imperio. Extraviados en la inmensidad encontraban una patria en los libros”.
Y se preguntará usted ¿de dónde salió esa truculenta teoría? No puedo evitar hablarles de la lectura que estoy retomando. Se llama El infinito en un junco de la gran Irene Vallejo.
En realidad, es un ensayo y es brutal. Es un libro que habla sobre libros, concretamente de la historia de los artefactos que hoy compilan el conocimiento. Desde la invención del papiro hasta nuestros días. Está tejido con una pasión y un amor que dan ganas de rifarse unos tequilas.
Ojalá y se dieran la oportunidad de darle un vistazo, dedíquenle un poquito de tiempo al ocio. Les aseguro que no es tan malo como se piensa normalmente. De ser posible y lo desean, procuren el cultivo de la mente, la amistad y la conversación. Sin ocio es imposible leer, estudiar, aprender, dialogar: crecer. Y eso, desde mi punto de vista, es la finalidad de la vida: vivir.
Por si aún no están del todo convencidos, les diré que este ensayo se publicó en plena pandemia. Han transcurrido casi cinco años de aquel asunto y en estos momentos se han vendido más de 200 mil ejemplares. Lo anterior coloca a El infinito en un junco como uno de los mayores fenómenos literarios de los últimos tiempos. Sobre todo, en esta época donde las redes sociales y el streaming han cobrado tanta relevancia.
Me parece que iniciar el año leyendo a la aguerrida Irene Vallejo, es una gran manera de recibir los futuros doce meses. Ahora bien, me supongo que muchos de ustedes ya hicieron una lista de deseos para este 2025.
Les comento que su humilde napkin tiene el firme propósito de seguir escribiendo esta columna, “Filosofía barata y zapatos de goma”. Cada domingo usted, adorable damita, gentil caballero, recibirá hasta la comodidad de su hogar un texto que le viene manejando temas políticos, analíticos, filosóficos, pero sobre todo recomendaciones literarias (como lo habrán notado es una de mis obsesiones). Así que estén pendientes. Les agradezco encarecidamente que me hayan acompañado el año que acaba de finalizar.
Infinitas gracias también a Neotraba por recibirme y darme la oportunidad de recuperar la certeza de estar vivo. Escribir le da un significado muy diferente a mi existencia.
¡Inmenso 2025, camaradas!
Cualquier queja, mentada de madre, duda o sugerencia con esta columna llena de libros y de buenos deseos, déjenos sus comentarios, inigualable damita, legendario caballero.
Gabriel Duarte. Ciudad de México 1972. Es Licenciado en Mercadotecnia por la Universidad Tecnológica de México. Estudió literatura en SOGEM. Está por publicar su primera novela.
1 Comments
¡Tan tú Gabriel! Que el éxito te siga acompañando en tu paso por este espacio y seguir escribiendo como lo haces, saludos!