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Por Iván Gómez (@sanchessinz)

¿Nunca, al ver una película, han sentido que una mano se introduce en su estómago y les da un par de golpes, les hace cosquillas o caricias en sus órganos?

Yo sí. Nunca creí interesarme en la guerra que sufrió Irán, primero de forma interna y luego frente a Irak, con Persepolis.

Ernest & Celestine me mostró una película que más bien parece una pintura a acuarela. Y definitivamente no sé qué sería de mi vida sin Pulp fictionRevolutionary roadBreakfast at Tiffany’s, o sin directores como Woddy Allen o empresas como Pixar (salvo algunas deshonrosas excepciones).

En fin, ejemplos que ya son paradas obligatorias en el cine. De cualquier forma, aún soy neófito en cuanto al tema. Incluso trato de ver películas chafonas, ya saben, Kubrick dijo que para conocer de buen cine hay que ver mal cine. Por cierto, hablando de él, La naranja mecánica y 2001: A space oddity son grandes obras maestras. ¿Quién no reconoce la banda sonora de ésta última, aun cuando no hayan visto la película?

Fue mucha introducción para reflexionar un poco sobre el mensaje personal que la película The Truman Show me dejó.

La trama se basa en un hombre normal, en un alegre suburbio normal, quien lleva una vida (¿adivinaron?), sí, normal. Acude todos los días a su trabajo normal, vive con su esposa normal, en un entorno, ah… completamente normal.

Lo que no es normal es que todo a su alrededor no sea más que un gigantesco set con cámaras ocultas y centenares de actores, de hecho, todos son actores o extras, menos Truman.

Todo eso es posible gracias a que la televisora que transmite el programa (las 24 hrs del día) lo adoptó cuando era un bebé. De hecho, y esto lo dice el productor, de las 5000 cámaras que tienen en el presente de la historia, comenzaron sólo con una que grababa al feto en desarrollo.

Truman, ya como un adulto, comienza a preguntarse diversas cosas sobre su vida. Hasta aquí nada es spoiler.

La principal razón de que les cuente del film es tomarlo de referencia para platicar un rato sobre nuestras vidas, eso que nos une a todos bajo el mismo techo celeste gigante. ¿Qué tan lejos estamos de ser el Truman de nuestro mundo? Pues pienso que no muy lejos, veámoslo así: ¿qué tan dueños somos de nosotros mismos si esperamos con ansias periodos vacacionales que en muchas ocasiones ni siquiera podemos escoger?

Somos nuestro propio Truman al no cuestionar a la vida, al sistema; al no hacer algo más allá de trabajar y descansar uno o dos días de los siete que abarca una semana…

Truman siempre compra el mismo periódico, sonríe igual, toma el mismo chocolate por las mañanas, ve su programa favorito por las noches: sigue una rutina perfectamente diseñada que él mismo planeó (o eso se entiende) al creer que es un ser libre. Él está en su zona de confort, ¿cuántos de nosotros no estamos en una? Siempre he pensado que mucha más gente de la que se cree lo está, algunas más peligrosas que otras, pero dañinas al final del día.

Van desde comprar siempre el mismo almuerzo, tomar el mismo camión a diario, despertarse tarde pero no lo suficiente como para no llegar al trabajo/escuela a tiempo.

Hasta tener rutinas semanales, mensuales o anuales que involucren cada minuto de nuestro día. Tal y como ocurre con Truman. Pequeñas o grandes cosas que hacen que la mente avance en círculos.

Yo tengo las propias, desafortunadamente.

Hoy es martes, día de revisar el presente texto; ayer llegó a mis manos una nota que varios periódicos estuvieron publicando alrededor del día con base en una publicación de The Huffinton Post, el título que El universal le dio fue: Hoy es el Blue Monday, el día más triste del año. Esto según una fórmula matemática que demostraba que diversos hechos dolorosos se juntaban ese día: la cuesta de enero, el calor infernal de las tardes, el abrumador frío de las mañanas y las noches del clima caprichoso, la lejanía con la que se comienzan a ver las pasadas fiestas decembrinas y, como cereza, muy seguramente más de una persona ya rompió alguno de sus propósitos de año nuevo. La nota aclara que no existe respaldo científico que avale la declaración.

De cualquier manera, creo que esta nota respalda un poco lo que decía: somos tan felices al abandonar la rutina y salir de nuestra zona de confort por un par de semanas que al regresar a ella caemos en depresión.

La pregunta es, ¿por qué optamos por regresar a ella? Lo bueno dentro de todo esto es que, en la película, Truman muestra que algo en nuestro interior puede revertir este mal efecto: curiosidad y ansias de verdadera libertad.

Y si Truman intenta librarse de la mentira que está viviendo, de su cueva del siglo XXI (muchos consideran que la película es una representación de la alegoría de la caverna, de Platón), ¿por qué nosotros no? Esa es mi conclusión.

A Iván también lo puedes leer en: https://vertederocultural.wordpress.com/


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